udarse de un estado a otro en los Estados Unidos significa quedarse en el propio país, pero no por esto el cambio es necesariamente pequeño, ni geográfica, económica o políticamente. Y todavía más que eso: debido a la escasa densidad de población, la inmigración interna puede tener efectos notables en la política y la economía de algunos estados e incluso en la política de todo el país.
Los norteamericanos cambian fácilmente su estado de residencia y algunos de los estados del país parecen tener un atractivo especial, mientras que otros van perdiendo población desde hace tiempo.
La atracción de algunos lugares es fácil de entender, como por ejemplo el estado de la Florida, una meca para los jubilados que huyen del frío y se refugian donde pueden ir a la playa la mayor parte del invierno. Otro lugar es Dakota del Sur, no porque su clima o sus actividades culturales sean atrayentes, sino porque no hay prácticamente ningún tipo de impuesto LOCAL e incluso permite lo que se podría considerar una "residencia ficticia" por razones fiscales, pues basta con una dirección postal para convertirse en residentes.
Igualmente se comprende la fuga de estados tan atrayentes como California, cuyos impuestos son astronómicos, como lo son también los costos de la vivienda y del transporte pues allí la gasolina vale el doble en que otros lugares. Otro tanto ocurre con Nueva York, con enorme carga fiscal y unos servicios municipales lamentables en la ciudad de los rascacielos, el lugar de mayor densidad de población del país con la consiguiente carestía en el coste de la vivienda.
Algo semejante pasa en el estado con más "fugitivos", Nueva Jersey, debido a que los impuestos son muy elevados y que muchos de sus residentes son en realidad gente que trabaja en Nueva York y que aprovechan las posibilidades de trabajar en casa que les ha brindado el covid para emigrar a lugares de vida más barata y menos presión fiscal.
Si a la hora de marcharse las razones están claras, es ya distinto a la hora de escoger nueva residencia: en general, se van a donde hay buen clima y bajos impuestos, aunque hay una excepción porque el estado más favorecido para emigrar es el escasamente poblado Vermont, con inviernos gélidos y elevados impuestos.
Aparte esta excepción, los grandes beneficiarios a la hora de recibir población son lo estados en que la presión fiscal es baja y, si además el tiempo es favorable, todavía más: La Florida, Arizona, Carolina del Sur, Dakota del Sur experimentan todos un aumento de residentes.
Los nuevos habitantes acostumbran a llegar de estados en que experimentan todo lo contrario: un clima duro y unos impuestos muy elevados. Los que se llevan la palma del éxodo son los dos más populosos del país: California y Nueva York, que tradicionalmente han atraído población, no dejan de desangrar habitantes. En ambos casos, los motivos son similares: la vida es muy cara y los impuestos son muy altos.
En una situación semejante se halla el estado de Illinois, donde su gran urbe de Chicago ha dejado ya de ser un imán, aunque es su caso tiene un problema adicional, que es la dureza de su clima durante el invierno.
Naturalmente, eso no sería suficiente pues más frío hay todavía en Dakota del Sur, un lugar también con escasa población y cuyo único atractivo turístico son las estatuas talladas en la roca de varios presidentes norteamericanos. Pero emigrar allí es una bicoca fiscal, porque no hay ningún impuesto sobre la renta y los administradores de este estado divulgan estas ventajas y tratan de atraer población, incluso facilitan direcciones postales para registrarse como residente, lo que también permite matricular allí el automóvil, igualmente sin cargas fiscales y con la entrega automática de un permiso local de conducir.
La pandemia ha contribuido también a esta emigración, pues el trabajo desde casa se ha ido imponiendo y esto permite mudarse a lugares más baratos, tanto fiscalmente como en el arrendatario. Así, estados como Virginia Occidental, que iba perdiendo población, ahora la gana: aunque los impuestos no sean muy bajos, la vivienda es barata, las normativas del estado escasas y el coste de la vida en general es moderado.
Curiosamente, se da también otra coincidencia, y es que los estados gobernados por el Partido Demócrata acostumbran a perder población, y los que la reciben son en su mayoría de gobiernos republicanos. Y esto podría ser una fuente de problemas para los republicanos en un futuro no muy lejano, si la afluencia de nuevos residentes lleva consigo también un cambio en la visión política y, con ello, en las votaciones locales y nacionales.
Y es porque los nuevos residentes huyeron de las consecuencias FISCALES, pero no de las causas de las políticas del Partido Demócrata y parecen inclinados a votar en favor de políticos que ofrecen fórmulas semejantes a las que dejaron atrás. De ser así, cambiarían el mapa electoral de Estados Unidos pues el éxodo proviene en general de estados con gobiernos demócratas, mientras que su nuevo destino acostumbra a ser republicano.
Podrían bastar algunos miles de votos para que lugares como la Florida o Carolina del Sur den sus votos a candidatos demócratas. Incluso lo mismo podría pasar en Texas, tradicionalmente un feudo republicano, pero ahora receptor de empresas y sus correspondientes empleados, hasta ahora localizados en California, un estado del que huyen para impedir los gravámenes y las abundantes normativas que constituyen un freno.
De ocurrir esto, el mapa electoral norteamericano experimentaría una enorme transformación y, al menos durante mucho tiempo los demócratas tendrían una clara ventaja electoral.
Es algo que va quedando claro a los residentes de los estados atractivos, hasta el punto de que, no hace mucho, alguien en Miami colocó volantes en los parabrisas de coches con matrícula de Nueva York: "si queréis venir a nuestro estado, no os queremos si votáis por los demócratas" y llegaron incluso a hablar de una prohibición de voto para los residentes recién ubicados.
Lo cierto es que este trasvase de población puede tener consecuencias electorales importantes, que tan solo pueden ser en un sentido favorable al Partido Demócrata: la emigración se realiza desde estados demócratas a estados republicanos generalmente con escasa población, lo que podría inclinar la balanza en sentido contrario.
Este influjo sería decisivo es Texas, un estado por excelencia republicano y de gran peso electoral, al que van acudiendo empresarios -con sus empleados- desde California. Huyen de las normativas engorrosas y la alta fiscalidad, pero es posible que llevaran estas mismas cosas a Texas con sus votos. En menos medida ocurre en Florida, donde el voto está muy equilibrado y bastaría un pequeño influjo demócrata para cambiarlo.
De ser así, la balanza se inclinaría definitivamente en favor del Partido Demócrata y Estados Unidos tendría ante sí una larga etapa de gobiernos progresistas.