n el curso de una visita a la Universidad de Massachussets he tenido la oportunidad de visitar esta maravilla natural, que lamentablemente es una muestra más de maltrato del medio natural.
Hace 18.000 años, el sur de Ontario estaba cubierto por mantos de hielo de 2 o 3 kilómetros de espesor que en su avance hacia el sur escarbaron las cuencas de los Grandes Lagos y el cauce del río Niagara. Cuando se derritieron, liberaron las épicas cantidades de agua, un legado de la última glaciación. El 20% del agua dulce del mundo se encuentra en los Grandes Lagos y la mayoría salta sobre el Niagara. Es agua fósil, menos del 1% es renovable anualmente; el resto es una evocación de otro tiempo.
Hace unos 12.500 años, a medida que el frío se retiraba hacia el norte, las aguas del deshielo comenzaron a fluir a través de lo que hoy es el río Niagara. Las cataratas están formadas por tres saltos de unos 50 metros de altura que precipitan un total de 2,8 millones de litros de agua por segundo. La espuma que se eleva sobre las enormes cascadas y el potente pero sereno sonido del agua, hacen de este lugar un paraíso natural.
Hasta que llegaron los humanos.
El 8 de diciembre de 1678, guías nativos condujeron al padre Louis Hennepin hasta las cataratas y el sacerdote describió el asombroso espectáculo en su obra Description de la Louisiane de 1683: "Entre el lago Ontario y Erie, hay una vasta y prodigiosa cadencia de agua que sucumbe de manera extraordinaria... Al pie de este horrible precipicio, discurre el río Niagara, que no tiene más de un cuarto de legua de ancho, pero es maravillosamente profundo en algunos lugares... Las aguas que caen de este horrible precipicio hacen espuma y burbujean de la manera más aterradora, haciendo un escandaloso ruido, más terrible que el del trueno porque cuando el viento sopla desde el sur, su rugido lúgubre puede escucharse a más de quince leguas de distancia...".
El naturalista Pehr Kalm, que hizo la primera descripción científica del lugar en 1750, concluyó que el padre Hennepin era un grand menteur por señalar que tenían una altura de casi 200 metros, ya que "quienes la han medido con instrumentos matemáticos encuentran que la caída perpendicular del agua es exactamente de 41,75 metros". En 1762 el capitán Thomas Davies pintó una preciosa acuarela que tituló Una vista este de la Gran Catarata del Niagara, la primera lámina de las cataratas realizada por un observador.
Pero muy pronto el medio se convirtió en un recurso y las cataratas se transformaron en un "suministro abundante de energía barata". La explotación comenzó con la construcción de una central eléctrica en un terreno de Jacob F. Schoellkopf, unos 700 metros río abajo de las cataratas. En 1853 se inició la construcción de un canal para desviar agua del río hasta el terreno de Schoellkopf. La planta original de 1874 no producía electricidad, pero en 1881 Brush Electric Light Company estableció la primera planta eléctrica en la ciudad de Buffalo e instaló doce farolas de arco de carbono que se extendían una milla a lo largo de Ganson St. Schoellkopf se asoció con Charles Brush y poco después Nikola Tesla y George Westinghouse diseñaron la primera planta de energía hidroeléctrica. En 1895 construyeron Niagara Falls Power Company iniciando así "la electrificación del mundo". La conducción de la energía eléctrica permitió la generalización del uso de farolas y, el 15 de noviembre de 1896 se produjo la primera transmisión de energía de las cataratas a Buffalo, que se ganó así el apodo de la Ciudad de la Luz.
Pero los abusos y la desolación del paisaje acuífero generaron quejas. En 1880, una comisión de la cámara de representantes del estado de New York dirigida por James T. Gardner y Frederick L. Olmsted preparó un informe sobre la preservación de las cataratas. A fin de evitar la salvaje explotación hidroeléctrica, los autores iniciaron una campaña pública para salvar Niagara y crear una reserva natural mediante la compra y preservación de las tierras que rodeaban las cataratas. La acción se vio impulsada por la publicación de artículos y folletos y la adscripción al proyecto de conversacionistas y naturalistas como Mark Twain, Henry W. Longfellow, Walt Whitman y Charles Darwin. Y en julio de 1885 se inauguró la reserva estatal de Niagara. En su discurso inaugural, James C. Carter estableció principios filosóficos de preservación de la naturaleza subrayando la importancia espiritual del paisaje. El óleo de Frederic E. Church, Niagara, de 1857, inmortalizó este intento de protección del medio ambiente.
En 1887, Olmsted y Calvert Vaux prepararon un informe procurando aunar explotación y preservación mediante una fórmula de restauración del paisaje, cuidado escénica, aprovechamiento hidroeléctrico y alojamiento de visitantes. Pero lo que no consiguió el ser humano, lo reclamó la naturaleza: el 7 de junio de 1956 el agua desplomó la estación Schoellkopf, derribando más de 100.000 toneladas de roca. Lo poco que quedó en pie fue demolido en 1962 como parte del trabajo de Robert Moses para embellecer las cataratas.
Entre 1965 y 1975, se propuso "mejorar" las cataratas mediante obras de "reingeniería física". Se construyeron túneles de desvío de agua y se hicieron modificaciones, excavando ambos bordes de la cascada principal para crear "una vista más agradable". El cuerpo de ingenieros del ejército "apagó" literalmente las cataratas para encontrar una manera de eliminar las "indecorosas rocas" que se habían acumulado en su base y que cortaban la altura de la caída a la mitad. Afortunadamente, la decisión final fue que el gasto era excesivo. Pero el estudio en sí resultó muy atractivo: unas 100.000 personas acudieron a ver esta maravilla natural sin su velo líquido.
Antes era normal que pequeños icebergs fluyeran a través del Niagara. Uno de ellos llegó a detener el flujo de agua a través de las cataratas durante varias horas en 1848. Actualmente esto ya no ocurre. Se instala anualmente el "cinturón antihielo", una gigantesca cadena flotante de acero de 3,2 km tendida a través del río, desde Buffalo hasta Fort Erie. Su principal función no es evitar que el hielo obstruya el río, sino que se produzca un desabastecimiento de las tomas de agua de las empresas hidroeléctricas.
Irónicamente, los turistas quieren ver la imagen que reconocen en las postales o en la película de Marilyn Monroe, sin saber que las del Niagara son las cataratas que más deprisa se erosionan del mundo: han retrocedido 11 km desde que se formaron, si bien el desvío de agua a las hidroeléctricas ha reducido la tasa de erosión en más de un 85%. No en vano Daniel Macfarlane las llamó "cataratas artificiales", aderezadas por el hombre.
Sobre todo esto, Niagara ha sido testigo de acrobacias degradantes. En 1827 el propietario de un hotel local lanzó un bote con un "cargamento de animales feroces" agua abajo para atraer clientes. Solo el ganso sobrevivió. Siguiendo el ejemplo, en 1901 Annie E. Taylor, de 63 años, decidió meterse en un barril y saltar catarata abajo, convirtiéndose en la primera de una larga lista de extravagancias que han costado varias vidas. Ejemplos de aberraciones y faltas de respeto al medio natural.
Las cataratas hacen un ruido tremendo pero el ser humano sigue sin oír que no debe jugar con la naturaleza. Ni ridiculizarla.