- Los talibanes están buscando a personas que han trabajado con las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán para castigarlas y han amenazado con matar o arrestar a sus familiares si no las localizan, según reveló ayer el diario The New York Times (NYT).
El NYT cita como fuente un documento confidencial de Naciones Unidas compartido de manera interna en la organización, que está fechado del miércoles y fue proporcionado por el Norwegian Center of Global Analyses, un grupo asesor de amenazas que provee información de inteligencia a agencias de la ONU.
De acuerdo con el documento, hay varios reportes de que los talibanes tienen una lista de personas y localizaciones, y han ido puerta por puerta “arrestando y/o amenazando con matar o arrestar a miembros de la familia de las personas objetivo a menos que se entreguen ellos mismos a los talibanes”.
Están en especial riesgo los miembros de las fuerzas armadas y la policía afganas, así como personas que trabajaron para unidades de investigación del gobierno derrocado de Ashraf Ghani. Como ejemplo se incluye una carta enviada esta semana por los talibanes a un oficial de contraterrorismo. Al oficial, no identificado y que trabajó con las fuerzas estadounidenses y británicas, se le instruía a presentarse ante la Comisión de las Fuerzas Armadas e Inteligencia del Emirato Islámico de Afganistán en Kabul o de lo contrario sus familiares “serán tratados de acuerdo a la ley de la Sharía”, recoge el diario. La información revelada por el documento de la ONU, al que el diario ha tenido acceso, contradice las recientes declaraciones de los talibanes, que han asegurado que no buscarían venganza.
Asimismo, los insurgentes insistieron ayer en que no tienen previsto establecer vetos internacionales y que aspiran a tener “buenas relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países”, en un contexto en el que las reacciones foráneas van desde el estupor al pragmatismo.
El régimen depuesto en 2001 solo estaba reconocido por Pakistán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, pero desde la toma de Kabul los talibanes están vendiendo otra imagen que dista de la de hace 20 años y que habla de inclusividad en la toma de decisiones o de respetar los Derechos Humanos.
A falta de ver en qué se concretan estas promesas y del resultado de las negociaciones ya en marcha con los líderes políticos locales -encabezados por Hamid Karzai y Abdulá Abdulá-, los talibanes también han tendido puentes hacia una comunidad internacional que por el momento desconfía de lo que Human Rights Watch (HRW) ha descrito como “palabras vagas”.
Un portavoz insurgente, Zabihulá Muyahid, confirmó ayer la buena voluntad diplomática del Emirato Islámico, en un intento por salir al paso de los “rumores”. “No hemos hablado de no hacer negocios con países concretos”, aseguró, sin aludir a ningún caso particular.
La mayoría de gobiernos occidentales optan por ahora por ver qué pasa en el proceso negociador, aparcando por el momento mensajes contundentes en relación al reconocimiento o no de un futuro régimen. “Juzgaremos al régimen según las elecciones que hagan y por sus acciones, en vez de por sus palabras”, sentenció el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, resumen de un sentir general.