OTUS (President Of The United States) tuiteó de nuevo el 12 de noviembre, asegurando que la empresa Dominion Voting Systems, que computa los votos en 28 de los 50 estados de la Unión, “ha eliminado 2,7 millones de votos de Trump a lo largo del país. El análisis de datos encuentra que 221.000 votos en favor de Trump en Pensilvania se cambiaron para Biden. Se eliminaron 941.000 votos en favor de Trump. Los estados que utilizan sistemas de votación de Dominion dieron 435.000 votos de Trump a Biden”.
Trump miente, pero no deja de sorprender la fluidez y agresividad con la que aplasta la verdad. La Agencia de Seguridad de las Infraestructuras y Ciberseguridad (CISA), la agencia pública encargada de supervisar la seguridad electoral, anunció el pasado jueves que “no hay evidencia de que el sistema haya eliminado o perdido votos, haya cambiado votos o que las elecciones hayan sido comprometidas”. Lo mismo anunció el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y el Consejo de Coordinación Gubernamental de Infraestructura Electoral y los Comités Ejecutivos Coordinadores del Sector de Infraestructura Electoral han calificado estas elecciones como “las más seguras en la historia de los Estados Unidos”.
El secretario de estado es la persona responsable de la gestión electoral. Frank LaRose, secretario de estado de Ohio, republicano, ha afirmado que “el ser humano tiene una gran capacidad para inventar cosas que no son ciertas sobre las elecciones. Las teorías conspiracionistas, los rumores y todas esas cosas corren como la pólvora. Por alguna razón, las elecciones engendran ese tipo de mitología”. Cierto, pero no se debe culpar “al ser humano” sino solo a uno de ellos, uno naranja. Porque el secretario de estado de Georgia, Brad Raffensperger, republicano, ha desestimado las acusaciones de fraude electoral a pesar de las enormes presiones de sus senadores que ven peligrar sus puestos.
La secretaria de Estado de Pensilvania, Kathy Boockvar, confirmó que no habrá recuento de votos mientras no haya razones fundadas para ello. El secretario de Estado de Michigan emitió un comunicado calificando las acusaciones de fraude de la presidenta del Comité Nacional del Partido Republicano Ronna McDaniel de “falsas”. Steve Simon, secretario de estado de Minnesota, dijo que “no conozco un solo caso en el que un voto haya contado cuando no debía contar o que no haya contado cuando debía contar. No ha habido fraude”. En Nevada, el fiscal general del Estado Aaron Ford clasificó los pleitos por fraude electoral de “basura”.
Pero, tal como ha expresado Obama, los consumidores de Fox News y los que leen los tuit de Trump acaban aceptando estas acusaciones como hechos y ello explica que haya literalmente millones de personas que piensan que existe fraude electoral. Y éste es un juego peligroso. Es asimismo muy preocupante que los líderes republicanos que saben perfectamente que no hay fraude no hagan nada. Pero el elefante rojo busca desesperadamente una victoria en la segunda vuelta de las elecciones al senado en Georgia, dos escaños que determinarán el control de la cámara alta. Está claro que el lema del Partido Republicano no es America first sino Donald first, un Donald más maquillado y anaranjado que nunca.
Biden ha ganado por más de cinco millones de votos y ha logrado un total de 306 votos del colegio electoral frente a los 232 de Trump. La cuestión no es si Trump miente -siempre lo hace- sino por qué miente. La razón es doble.
De un lado, carece de una total incapacidad mental para aceptar la derrota, pero tiene asimismo razones “racionales” para seguir ocupando la Casa Blanca. Tal como publicó Golf News, Trump ha pasado uno de cada tres días de su presidencia en un campo de golf. Todos menos dos de estos días los ha pasado en alguno de sus campos de golf. Hasta la fecha, el gasto total en alquiler de carritos de golf asciende a más de 700.000 dólares. En total, los servicios de seguridad gastan alrededor de 2.000 al día en sus campos. Además, Trump ha visitado sus propiedades 250 veces desde que asumió el cargo. Sus empresas han cobrado al menos un millón de dólares por el alquiler de un mínimo de 1.600 habitaciones de hotel a más de 500 dólares al día, según The Washington Post. Estos pagos constituyen una anomalía comercial sin precedentes. Trump tiene una deuda que asciende a más de 1.000 millones de dólares y cuatro años más en la Casa Blanca le brindan la oportunidad de reducirla de forma significativa. Según la revista Forbes, Trump tiene activos por 2.500 millones, por lo que no está arruinado, pero su situación es crítica.
Por otro lado, su incumbencia en el cargo blinda a Trump ante los tribunales. Según David Yaffe-Bellany, Trump podría ser procesado por defraudar a Hacienda a nivel federal, y el fiscal de distrito de Manhattan podría interponer cargos por fraude bancario a nivel estatal. Los casos de obstrucción a la justicia (caso Mueller), financiación electoral irregular (caso Michael Cohen), evasión fiscal (hecho público por The New York Times), fraude inmobiliario (caso Trump Organization), fraude empresarial (caso Celebrity Apprentice), fraude y conspiración (caso Mary Trump), difamación (caso Jean Carroll), difamación (caso Summer Zerbos) y violación de la cláusula de emolumentos de la constitución (caso abierto en el Congreso) son causas criminales.
Además están las múltiples demandas. Trump ha utilizado el departamento de Justicia y su presidencia para evitar ser procesado. El 22 de julio de 2017, tuiteó que tenía “completo poder para indultar” y un año después tuiteó sobre su “absoluto derecho a indultarse a sí mismo”. Tal como afirma Jeffrey Crouch para The Hill, abusar del poder de indulto presidencial no es nuevo. George H. W. Bush y George W. Bush así como Bill Clinton indultaron a amigos suyos en beneficio propio. Pero la figura jurídica del autoindulto constituye un reto a la hora de interpretar el artículo segundo de la constitución. El problema legal consiste en que, si bien el presidente no tiene límites legales para conceder un indulto, el presidente no es indultable, ya que no es imputable. Ciertamente increíble. Dadas las dificultades, ha plantado incluso aplicar la enmienda 25, esto es, renunciar antes del final de su mandato y que sea Mike Pence en calidad de presidente quien le indulte.
Trump es mucho más que narcisista y mentiroso y está impidiendo el acceso de Biden a las oficinas federales y a las agencias gubernamentales porque tiene mucho trabajo y no quiere visitas mientras friega su mugre.
Pero dejando de lado el robo, la mentira y la corrupción, mientras Trump pasa las semanas difundiendo desinformación y sembrando el caos, en Estados Unidos se superan ya los 11,4 millones de contagiados por la covid-19 y el número de muertes a causa de la pandemia supera los 250.000.
Para el día de la investidura de Biden, el 20 de enero, habrán muerto unas 75.000 personas más y se teme que podamos llegar a confirmar millones nuevos casos de covid-19, mientras Donald está ocupado jugando a ser Donald, alquilando carritos de golf. Sin hacer nada por el pueblo ni pensar en nada que no sea Make Trump Great Again (hagamos a Trump grande otra vez)