- Contar los votos que decidirán quién será el presidente de EEUU en los próximos años se ha convertido en una pesadilla administrativa que puede durar más de 48 horas por varias razones: el escrutinio condado por condado, el aumento de los sufragios por correo debido a la pandemia y el sistema de Colegio Electoral.
La prensa fue testigo de la masiva operación logística de recuento en el condado de Allegheny, en Pensilvania: En una nave industrial se acumulaban alineados centenares de maletines negros sellados con miles de votos tramitados por correo que esperaban ser preparados manualmente para ser escrutados.
El escrutinio en EEUU suele ser más lento que en el resto de naciones desarrolladas y este año se ha visto afectado por el fuerte aumento del voto por correo y en papel (depositado en buzones al aire libre o en colegios electorales) debido a la pandemia, ya que esta papeleta requiere un manejo manual tedioso y lento.
En grandes naves como la del centro de convenciones de Filadelfia (Pensilvania), decenas de funcionarios han dedicado los últimos dos días a abrir cada uno de los dos sobres en los que se mandaron este año los votos por correo, aplanar las papeletas y alimentar las máquinas que automáticamente escanean y registran el sufragio.
Este proceso centralizado por condado se ha repetido en Maricopa (Arizona), la segunda mayor jurisdicción electoral de todo Estados Unidos, donde los funcionarios electorales aún procesan 1,2 millones de papeletas, incluidas las depositadas durante la jornada electoral que se rellenaron sobre papel con marcador y no digitalmente.
El escrutinio en estos condados es seguido con atención por todo el país, ya que, debido a que son de los más populares, decidirán a quién se adjudican los sufragios electorales.
La imposibilidad de proyectar un ganador de las elecciones sin que se decidan algunos estados clave se debe al sistema de Colegio Electoral, que adjudica un número definido de compromisarios al ganador del voto popular en cada estado.
Pese a que Biden lidera el recuento del voto popular, esa medida no sirve para proyectar al ganador de las elecciones sin que termine el escrutinio en cada esquina del país y por lo tanto imposibilita una certeza temprana sobre quién será el ganador.
Las autoridades estadounidenses presumen de que la descentralización electoral e independencia de cada estado a la hora de gestionar el recuento es la base de la salud de la democracia estadounidense.
Sin embargo, dicha descentralización no es igual de efectiva cuando se centraliza el escrutinio.
Al contrario de como se hace en España o Francia, donde cada colegio electoral recoge el voto, y también lo cuenta, en Estados Unidos los colegios solo vigilan la identificación y el acceso a la cabina de votación y no realizan el cómputo de los votos.
Las papeletas se envían a un centro de escrutinio del condado, donde se procede a un cómputo de papeletas; un proceso que además puede ser visto en persona, por webcam y por los compromisarios de los partidos.
Este proceso no sería un gran problema en un año normal, ya que gran parte de la ejecución de este derecho se hace en cabinas digitales, pero este año el voto de papel ha tomado un protagonismo especial con 64 millones de sufragios recibidos por vía postal antes del 3 de noviembre.
"Les lleva tiempo a los condados procesar tanto voto a distancia", explicaba el encargado de la implementación del sistema de votación en Georgia, Gabriel Sterling, que destacó que antes que la rapidez prima la rigurosidad.