a policía estadounidense es brutal; los cascos azules en África han sido brutales; la represión turca de la guerrilla kurda es y ha sido brutal; las protestas antinucleares alemanas han sido brutales; las guerras de guerrilla afgana y vietnamitas han sido bestiales…
¿Sólo ellas ?...
La pregunta es obligada porque, si se mira desapasionadamente la Historia -la lejana y la próxima- se ha de reconocer que la delincuencia estadounidense también es brutal al igual que los son y fueron los atentados guerrilleros, las guerras de independencia o las purgas políticas de los sistemas autoritarios.
En realidad, la violencia ha sido una constante de la existencia humana y, aunque parezca una incongruencia, de la coexistencia de las sociedades humanas. Da lo mismo que se contemplen las guerras asirias, la invasión persa de Grecia, las cruzadas. La Revolución Francesa o las guerras mundiales. Peor aún : se da la misma violencia incluso si se mira en los movimientos reformistas de las sociedades “avanzadas” del siglo XX y XXI que pretenden mejorar la convivencia a base de violencia, intimidación y coacción.
El siglo pasado, cuando aún existían dos Alemanias (la RFA y la RDA comunista), en la muy democrática Alemania Federal los detractores de las centrales nucleares organizaban manifestaciones de protestas que acababan casi siempre en batallas campales entre la policía y los camorristas. Y las autoridades federales hicieron un estudio sociológico del fenómeno que llegó a la conclusión de que en el país -a la sazón, cerca de 60.000.000 de habitantes- había un núcleo constante de alrededor de 3.000 personas que se apuntaba a cualquier manifestación de protesta con tal de poderlas emprender a palos con la policía. Daba lo mismo que la protesta fuera contra el despliegue de misiles o la construcción de una nueva pista en el aeropuerto de Fráncfort; lo importante no era la causa, sino dar rienda suelta a la bestia que se llevaba dentro.
Lo alarmante para la RFA de los años 70 no eran los tres o cinco mil camorristas que se apuntaban -con cascos, botas de montañismo y bastos- a cualquier manifestación de mayor envergadura; lo alarmante para el país era, y sigue siéndolo, la predisposición constante a la violencia extrema de un núcleo -un “quantum”, dirían los físicos- de la sociedad.
Se puede decir que -mutatis, mutandis- esto es válido hoy en día para cualquier país. Lo grave, lo inquietante, es que esta tara que en el resto del mundo queda aún confinada a episodios más o menos limitados, está adquiriendo carta de naturaleza en los EEUU. Actualmente estamos presenciando como allá, en la segunda institución más importante (la primera es el Estado de derecho) que se ha inventado para garantizar la paz social -los comicios-, la vehemencia e intransigencia con que se desarrolla la campaña electoral está poniendo en peligro precisamente la paz social.
¿Es que no quiere nadie la paz social y la convivencia civilizada?