- Decenas de miles de personas salieron ayer a protestar en Minsk en víspera de la importante reunión que mantendrán mañana, lunes, en la ciudad rusa de Sochi, los presidentes de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, y de Rusia, Vladímir Putin.
"¡No olvidamos!¡No perdonamos!", gritaban los manifestantes, muchos de ellos envueltos en banderas rojiblancas, símbolo de la independencia y del movimiento de protesta. Por quinto domingo consecutivo, los bielorrusos marcharon pacíficamente en la capital y en otras ciudades del país, desafiando a la policía y al Ejército, que acordonaron las principales plazas y edificios administrativos.
Según medios locales, el grueso de manifestantes de la capital intentó avanzar por la Avenida de la Independencia hacia la residencia de Lukashenko, aunque la Policía lo impidió. La seguridad en el centro de la ciudad y, en particular, en el Palacio de la Independencia, lugar de trabajo del presidente, fue reforzada por vehículos blindados militares, mientras se podían ver tiradores de élite desplegados en la azotea del edificio.
Algunas fuentes estimaron en 150.000 los participantes en la marcha, que al igual que las anteriores no había sido autorizada por el Ayuntamiento de Minsk. Las autoridades también intentaron obstruir el flujo de manifestantes al centro de la ciudad al cerrar hasta siete estaciones de metro, incluido la Plaza Lenin y Oktiábraskaya.
Además de la renuncia del presidente y la convocatoria de nuevas elecciones, los manifestantes exigieron la liberación de los miembros del presidium del consejo coordinador opositor, entre ellos María Kolésnikova, que se negó a ser expulsada del país y ahora se encuentra en prisión.
Kolésnikova, que fue trasladada al centro de reclusión de Zhódino, acusó de amenazas de muerte a los agentes del KGB que la arrestaron hace una semana. Al romper su pasaporte, la opositora fue detenida y ahora es investigada en el caso penal contra el consejo opositor por intentar tomar el poder y amenazar la seguridad nacional.
A Zhódino se desplazaron sus partidarios, que exigieron su liberación y la de otros dirigentes opositores. La premio Nobel de Literatura, Svetlana Aleksiévich, es la única miembro del presidium en libertad, ya que miembros de seguridad de diplomáticos occidentales patrullan diariamente su domicilio.
Lukashenko viaja mañana, lunes, a Rusia para reunirse con Putin, su principal aliado frente a las protestas, ya que le ha prometido el envío de fuerzas policiales en caso de necesidad, planes de intervención muy criticados por la oposición y Occidente.
Recientemente el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, viajó a Minsk para acercar posturas sobre los precios de los hidrocarburos y las barreras comerciales, las principales manzanas de la discordia entre ambos países. Con todo, Lukashenko volvió a negar esta semana en declaraciones a la prensa rusa una posible fusión o absorción por parte de Rusia, algo a lo que se opone terminantemente la oposición bielorrusa.
Después de criticar a Rusia por intentar desestabilizar Bielorrusia durante toda la campaña electoral, tras las elecciones Lukashenko acusó a Estados Unidos y a otros países de patrocinar las protestas postelectorales y recurrió a Putin en busca de apoyo. Según los analistas, el Kremlin es consciente de que Lukashenko ha perdido definitivamente el respaldo del pueblo bielorruso y le recomienda que se prepare para un tránsito pacífico de poder, ya que si es derrocado por las protestas callejeras al poder llegaría una oposición mucho más proclive a Occidente.