ade retro, Satanás! Ese parece ser el grito que usan algunos dirigentes latinoamericanos para enfrentarse contra el covid-19. Presentar la fe religiosa para retar al virus es una estrategia muy común para distraer las responsabilidades propias de Gobierno y encontrar así el consuelo espiritual frente a los contagios terrenales por la pandemia.
Dirigentes de Brasil, Bolivia, Nicaragua e, incluso, México, han desviado en algunos casos la atención sobre el problema sanitario y han apelado al liderazgo divino para fortalecer su posición frente a un nuevo “apocalipsis” con forma de corona y con apellido virus.
El presidencialismo y la poca fortaleza institucional en América Latina son las bazas que facilitan el uso de la religión como panacea para la lucha contra una enfermedad que no distingue de razas ni credos pero que se ceba con los que menos tienen.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció como nuevo ministro de Justicia y Seguridad Pública al abogado y pastor presbiteriano André de Almeida Mendoça, en reemplazo del exjuez Sergio Moro, quien renunció denunciando “interferencias políticas” del jefe del Estado.
El nombramiento de un ferviente evangélico -moderado, según los analistas- para el cargo de Justicia no es anecdótico. No hay olvidar que el lema que llevó a Bolsonaro a la Presidencia fue Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos y que en su elección se dio una unión inédita de iglesias evangélicas.
Por tanto, no es extraño que, mientras aumenta la cifra de muertos en el país, Bolsonaro convoque a petición de las iglesias evangélicas días de ayuno y oración para liberar a Brasil de la epidemia del coronavirus.
Tampoco sorprende que la primera víctima política de esta fórmula para erradicar el virus fuera el propio ministro de Sanidad, Luz Henrique Mandetta, médico, católico y que defendía la cuarentena en las grandes ciudades frente a los rezos, ayunos y actos multitudinarios de las iglesias evangélicas.
El obispo Edir Macedo, líder de la Iglesia Universal del Reino de Dios, Silsa Malafaia, de la Asamblea de la Victoria de Dios en Cristo, y Valdemiro Santiago, de la Iglesia Mundial del Poder de Dios, aplaudieron la dimisión del titular Sanidad y jalearon la actitud de Bolsonaro.
Pese a todo, el denominado Coronafe no ha conseguido frenar el avance del covid-19. Más de 9.600 fallecidos, 138.121 casos confirmados y una curva de contagio en “fuerte ascenso” refuerza la proyección de que el pico de la pandemia se alcanzará entre los próximos mayo y junio.
Con poco más de 2.000 casos registrados, la expansión del covid-19 en Bolivia está lejos de las cifras de Brasil. Sin embargo, la actitud de su Gobierno tiene algunas similitudes. La presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, convocó hace unos días a una jornada de oración y ayuno, para rogar a Dios ante la pandemia del coronavirus.
Era es la tercera vez desde mediados de marzo que Jeanine Áñez llamaba a rezar en medio de la pandemia, pero la primera en que expresamente fijaba una jornada específica para los rezos. El vídeo en que convocó a esa jornada se grabó en la residencia presidencial en La Paz, donde el pasado Viernes Santo salió a la terraza a ver el paso de una procesión llevada por la Policía para que la gente la siguiera desde sus casas debido a la cuarentena.
Estos llamados a rezar son bienvenidos por las iglesias Católica y Evangélica de Bolivia, a la vez que son cuestionados desde otros sectores puesto que Bolivia es un Estado laico. Áñez, que es evangélica, defiende su religiosidad ante esas críticas, tras recuperar en actos oficiales símbolos como la Biblia y el crucifijo , además de constantes alusiones a Dios en sus discursos, algo que había sido suprimido durante la época de Evo Morales en el poder.
En las antípodas políticas de Bolivia está Nicaragua. Pero las apelaciones a lo sagrado también son el pan nuestro de cada día. Tanto es así que después de estar 34 días desaparecido de la vida pública, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, salió en cadena nacional el 15 de abril para justificar sus políticas contra el coronavirus y dijo que la pandemia era “una señal de Dios” para cambiar el mundo.
La vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo, aparece vía telefónica todos los días en los medios alentando a la población y llamando a la protección divina o del más allá.
Las recomendaciones no impiden que el Gobierno de Nicaragua promueva actividades populares, que propician aglomeraciones, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) exija el distanciamiento social. Una medida que la propia Iglesia católica del país sí aplica para sus ritos.
Otros dirigentes en la región siguen mostrando su fe como talismán contra el coronavirus. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, provocó una intensa polémica en el país al pedir a los mexicanos que cargaran consigo amuletos y estampitas de santos y vírgenes para frenar el coronavirus. En una tumultuosa rueda de prensa mañanera, el líder azteca destacó que los santos funcionan como “escudo protector” ante la pandemia.
En Centroamérica, el presidente de El Salvador, Nayhid Bukele, ya dijo en febrero que había hablado con Dios para después irrumpir en el Parlamento con policías y militares. El casi autogolpe “divino” no llegó a mayores aunque marcó el ritmo político de un dirigente prudente en la lucha contra el coronavirus.
La devoción mariana es muy común en la región y por eso no es extraño que en un acto oficial, el presidente de Colombia, Iván Duque, llame a la protección de la Virgen de Chinquinquirá, patrona del país. En el territorio vecino, como no podía ser menos, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, animó hace unas semanas a realizar a una cadena de oración para que se consiga la vacuna definitiva contra el covid-19.
Y las llamadas a un poder superior se repiten en todo el continente. Hace 15 días, la Cámara de los Diputados de la República Dominicana interrumpió su sesión para una oración, dirigida por la diputada Isabel de la Cruz, que rogó a Dios que sane el país.
“Proclamamos que la República Dominicana pertenece a Jesús. Proclamamos tu nombre en esta hora, señor. Bendice la República Dominicana, señor. Y para, señor, esta enfermedad, que tú eres el único que puede hacerlo”, proclamó la diputada durante la sesión parlamentaria, en la que se debatía una nueva prórroga del estado de emergencia.
Todas estas respuestas religiosas a un problema global sanitario son una muestra más de que la religión sigue gozando de buena salud en América Latina y que está muy presente en el espacio público y político.