Biarritz - Lo bueno de las expectativas bajas es que cualquier cosa que las supere se convierte de inmediato en un éxito: algo así debió de pensar el presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo papel en la escena mundial sale reforzado tras la cumbre del G7 de Biarritz. En el contexto de enorme división que domina hasta los foros que reúnen a supuestos aliados, como el G7, lograr que todo no salte por los aires ensalza la figura del organizador.
El listón estaba por los suelos después del dramático final del último G7 en Québec (Canadá), que acabó con la marcha precipitada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la retirada de su firma del comunicado final. En este caso, a Macron se le planteaba en Biarritz el reto de poner el cascabel al gato: cómo controlar al imprevisible Trump y, de paso, conseguir avances en algunas de las cuestiones más candentes.
Puede que los resultados de la cumbre sean frágiles. A la esperanza francesa de que Trump y el iraní Hasan Rohaní se reúnan en las próximas semanas replicó ayer Teherán exigiendo que primero EEUU retire sus sanciones, lo que aleja la perspectiva del encuentro. Sin embargo, resulta innegable que la llegada sorpresa del negociador iraní, Hasan Rohaní, a Biarritz en plena cumbre fue un aldabonazo.
Todo el mundo temía la reacción de Trump. No en vano, Macron había colado en la fiesta a un hombre al que EEUU acaba de desechar como interlocutor y de sancionar porque representa a la “propaganda” del régimen teocrático. Pero, lejos de estallar, el estadounidense reconoció dócilmente que había sido informado de todo por el francés y se mostró abierto a reunirse con Rohaní.
Golpe de efecto En otro de los puntos que se cerró con acuerdo, el G7 convino en mandar una ayuda urgente de 18 millones de euros para acabar con el fuego en la Amazonía. Pero Brasil ha condicionado la aceptación de la ayuda a que Macron se retracte de sus palabras tras acusar al presidente Jair Bolsonaro de haberle mentido. Poco importa. El golpe de efecto estaba conseguido y Macron ya cuenta con Bolsonaro como nueva némesis en su concepción dicotómica de la política (“progresistas” vs “nacionalistas”).
Incluso otro éxito de la cumbre -sobre la fiscalidad de las compañías digitales- no es en el fondo más que “un acuerdo para alcanzar un acuerdo” en 2020 en la OCDE.
El presidente francés se beneficia en buena medida de la ausencia de otros aspirantes al trono de la democracia liberal en el mundo. Con Trump enredado en la bandera estadounidense, la Unión Europea en un momento de transición, la canciller alemana Angela Merkel en la puerta de salida y el Reino Unido atrapado en el Brexit, Macron ha detectado su oportunidad. Al fin y al cabo, es lo mismo que ya hizo en las elecciones presidenciales de 2017.
Ante el descalabro de los partidos o de las potencias tradicionales, Macron olfatea el hueco, se abre paso sin corsés ideológicos, dispuesto a acomodar su actuación a las necesidades del momento.
Como condensa la analista del diario Le Monde, Françoise Fressoz, el líder francés “está listo para abrazar las oportunidades que le ofrece una coyuntura en muchos aspectos inédita”.
En Francia la política internacional tiene un gran peso en la nacional. Si el expresidente Jacques Chirac sigue siendo el más valorado de los últimos inquilinos del Palacio del Elíseo es en buena parte por haber plantado cara a EEUU contra la guerra de Irak.
El último año no ha sido especialmente benévolo para Macron en el frente casero. Los chalecos amarillos y las dimisiones en su Gobierno lo han fragilizado, aunque las encuestas son ascendentes desde hace semanas. Por eso, consciente de que para sus ciudadanos el llamado rayonnement (brillo) de Francia en el mundo importa mucho, Macron cuenta con el renovado brío de su papel en la escena internacional para cosechar nuevos apoyos dentro de sus fronteras.