Goseong - El acercamiento intercoreano ha permitido abrir por primera vez rutas senderistas en la zona desmilitarizada (DMZ) que divide ambos países, aunque el enfado mostrado por Pyonyang tras la cumbre de Hanói plantea ahora dudas sobre el futuro del proyecto.
La silueta de un halcón planea acechante sobre las colinas de Daehang, frente a la hermosa costa oriental, mientras un cervatillo pace alegremente entre tupidos pinares y arbustos de rosa mosqueta ante la enternecida mirada de un grupo de turistas. Por motivos de seguridad solo está permitido tomar imágenes en unas pocas zonas del itinerario y los visitantes lamentan no poder inmortalizar esta idílica estampa que tan bien describe lo que es la DMZ: un ecosistema inmaculado pero enmarcado a su vez por verjas electrificadas, alambre de espino o parapetos de ametralladora.
Este lugar “es claramente la cicatriz” que divide ambos lados de la península desde hace siete décadas, como bien apunta Lee Hyun-mi, que era una de las 20 personas elegidas por sorteo para recorrer ayer esta ruta que parte de la localidad fronteriza surcoreana de Goseong, a 170 kilómetros al noreste de Seúl.
El sendero, abierto por primera vez a medios extranjeros, es uno de los tres inaugurados entre abril y mayo en la franja Sur de la DMZ gracias al acuerdo firmado en septiembre de 2018 por las dos Coreas de cara a rebajar la tensión militar y convertir la frontera en una zona de paz.
“No se acerquen a las alambradas porque podrían activar las alarmas instaladas para evitar infiltraciones norcoreanas”, exclama Park Jung-hae, la guía oficial, al comienzo del paseo.
No son solo sus palabras las que devuelven a los senderistas a la dura realidad de dos países vecinos que, pese al acercamiento del último año, se mantienen oficialmente en guerra desde 1950. - Efe