El 6 de junio de 1944 la costa de Normandía presenció el mayor y más sangriento desembarco de tropas que jamás se había visto hasta entonces.
Miles de barcos cargados de hombres, armas y tanques iniciaban el acto final de la Segunda Guerra Mundial. Los aliados abrían un nuevo frente contra Hitler en Europa, y para ello necesitaban introducir miles de hombres y toneladas de equipo para iniciar el camino de liberación desde Francia hasta Berlín.
Una de las operaciones militares más complejas y difíciles de la época moderna, de la que dependía el destino de Europa y del mundo, estaba a punto de llevarse a cabo.
Overlord fue el nombre elegido para la operación, cuyo episodio más conocido es el desembarco en las playas normandas. Pero aquella operación fue mucho más que lo ocurrido aquel 6 de junio.
Como describe el historiador Anthony Beevor en su magnífica obra sobre este episodio de la guerra, para que aquel desembarco fuese un éxito hizo falta una ardua y larga tarea en distintos frentes cuya planificación y preparación llevó varios meses.
La necesidad de liberar Europa planteaba la opción irrenunciable de desembarcar tropas en el continente. Mientras la URSS llevaba el peso de la lucha contra Hitler en el este, los aliados sabían que debían entrar en territorio europeo para seguir la lucha por Francia. Stalin recordaba constantemente que los aliados lo habían prometido.
Hasta 1944 las fuerzas aliadas no se veían materialmente preparadas para una operación tan grande, y un fracaso podría significar la victoria de Hitler. Pero en 1944, por fin, se vio la posibilidad de llevarla adelante.
Hitler sospechaba que los aliados intentarían entrar en Europa por Francia, pero no sabía ni cuándo, ni sobre todo, por dónde. Por ello creó una línea de fortalezas denominada Muro Atlántico, que él aseguraba que sería la tumba de cualquier intento de desembarco.
Calais, el punto más cercano respecto a Gran Bretaña, era el emplazamiento que más posible veían los alemanes para el desembarco. El mariscal Rommel fue el encargado de preparar aquellas posiciones, esperando lo que él denominaba el día más largo, aquel en el que las tropas alemanas aplastarían la invasión aliada.
La clave del éxito estaba en lograr que los mandos alemanes no sólo no supieran cuándo ni dónde se iba a dar el desembarco, sino también en lograr que la mayoría de sus tropas no estuviesen en el lugar elegido.
Era esencial, por tanto, lograr engañarlos y, para ello, los servicios británicos de inteligencia crearon la operación Fortaleza, una de las operaciones de espías más importantes de la historia, en la que a través de una red de dobles espías que realmente trabajaban para los aliados, se trató de que los alemanes creyesen que el desembarco se daría en otro lugar y a otra hora.
Ben MacIntyre en su espléndido libro sobre los espías del día D describe aquella trama para engañar al ejército alemán. El objetivo era lograr que un grupo de espías que trabajaban para los alemanes pasasen información que apuntase a Calais como lugar de desembarco. Las playas normandas donde se llevaría a cabo el desembarco real estaban a 300 kilómetros de Calais.
Si el mayor contingente alemán se encontraba en Calais, y no se movía de allí, los aliados tendrían la oportunidad de desembarcar, agruparse y poder internarse en el continente. Pero si los alemanes descubrían el engaño, el desembarco podría convertirse en el mayor fracaso militar de la historia y comprometer el destino de la guerra.
Para finales de mayo, miles de soldados aliados se encontraban en las costas del sur de Inglaterra preparados para el desembarco. Las tropas permanecían aisladas para que la operación no fuese conocida por la población civil.
La previsión era que el desembarco se realizase a principios de junio, ya que tamaña operación naval requería condiciones meteorológicas favorables. Los servicios meteorológicos acertaron en pronosticar mal tiempo los días señalados para el desembarco. El 6 de junio la predicción era favorable. Ese fue el día elegido.
Espionaje El 1 de junio ya se había puesto en alerta a la resistencia francesa para que realizase su aportación a la operación. El servicio francés de la BBC emitió los mensajes en clave. A última hora de la tarde del día 5 emitieron los mensajes finales. Era la señal para que cortasen aquella noche todas las líneas de comunicaciones, cables de telégrafos y demás sistemas de comunicación alemanes. Cuando las tropas aliadas llegasen a la mañana siguiente los alemanes no podrían ni avisar del ataque ni pedir refuerzos.
Los paracaidistas fueron los primeros en intervenir. Una hora antes de la medianoche del 5 de junio unos mil doscientos aviones condujeron a unos 20.000 paracaidistas desde Gran Bretaña hasta Normandía. Sus objetivos eran varios. Desde sabotear puentes para evitar el paso de refuerzos alemanes durante el desembarco, asegurar otros puentes por los que pasarían al interior las tropas aliadas, tomar ciudades y puestos estratégicos, y atacar a las tropas alemanas para atraerlas a posiciones lejanas de las playas en las que se realizaría el desembarco.
Mientras los paracaidistas hacían su trabajo aquella noche, una flota de casi cinco mil lanchas de desembarco, acorazados, cruceros y destructores, precedidos por dragaminas que limpiaban el mar de minas, transportaron a unos 130.000 soldados desde Gran Bretaña rumbo a Normandía. Los barcos eran principalmente británicos, estadounidenses y canadienses, pero los había también de otras nacionalidades. El objetivo era llegar a los puntos de desembarco a las seis y media de la mañana. Esa era la hora fijada.
La zona de desembarco constaba de cinco playas seleccionadas como idóneas tras un minucioso estudio. Sus nombres en clave: Utah, Omaha, Gold, Sword y Juno. En las dos primeras, serían los estadounidenses los que desembarcaron. En Gold y Sword los británicos. Juno quedaría para los canadienses. Justo antes del desembarco, bombarderos y cazas aliados atacaron las defensas de aquellas playas. A las seis y media, las primeras lanchas iban a llegar y los primeros soldados comenzaron a desembarcar.
Caos y drama en Omaha Fue en la playa llamada Omaha donde el desembarco fue más dramático. Los bombardeos no consiguieron despejar los nidos de ametralladoras. El oleaje era grande y la mayoría de los soldados llegaron mareados.
Las defensas en la arena colocadas por Rommel complicaron enormemente el acceso. Los tanques que intentaron introducir los aliados acabaron hundidos. Y los nidos de ametralladoras destrozaron a las primeras oleadas de soldados norteamericanos. Fue un auténtico caos y una enorme matanza. Se tardaron horas en tomar la playa. Omaha la sangrienta, como sería conocida, se convertiría en el símbolo trágico de aquel día.
Mientras los mandos alemanes recibían las primeras noticias del desembarco, los espías dobles británicos continuaban el engaño informándoles de que aquello era una maniobra de distracción. Los informes falsos de éstos aseguraban que el verdadero desembarco sería en Calais en las siguientes horas, y los alemanes se creyeron la mentira, por lo que el gran contingente de tropas alemanas que estaba en Calais no se movió.
Mientras, los aliados tuvieron el tiempo de desembarcar hombres y equipos y establecerse ya en suelo francés. Los mandos aliados creían necesitar dos días para poder completar el despliegue. Tuvieron esos dos días, ya que la tropa alemana de Calais estuvo esperando hasta el 8 de junio lo que ellos creían que sería el verdadero desembarco.
El engaño de los dobles espías aliados había tenido éxito. Si el enorme contingente alemán de Calais se hubiera desplazado a las playas normandas antes para reforzar las defensas costeras hubieran podido rechazar a los aliados. No lo hicieron y, por ello, el desembarco fue un éxito.
A pesar del éxito militar, las bajas fueron enormes. Aún hoy en día no hay una cifra exacta sobre el número de bajas de aquel día. Las distintas fuentes no se ponen de acuerdo. Sólo en Omaha se cree que unos 2.500 hombres murieron. Algunos historiadores apuntan a que el número real fue mayor. Lo único seguro es que la guerra aún continuó varios meses más, y que el camino hasta Berlín sembró más muerte y destrucción. A pesar de que aquel 6 de junio comenzaba el acto final de la guerra, todavía quedaba un largo y sangriento camino hasta la liberación completa de Europa.