la historia del Congo está amargamente enmarcada por la violencia y lo absurdo. La violencia no hay que explicarla; ha sido una constante en la vida de este país africano, tanto en la época colonial como en la actualidad. En cuanto a lo absurdo, no le va a la zaga, pero en Europa no queremos enterarnos.
Así, aquí se habla mucho del devenir sangriento del presidente saliente del país, José Kabila, y del historial no menos cruento del favorito de las presidenciales de este fin de año -Jean Pierre Bemba, de 55 años-, pero casi nadie trata de explicar por qué la comunidad internacional toleró que Kabila siguiera de presidente cuando constitucionalmente tenía que haber dejado de serlo en el 2016, al expirar sus dos mandatos. Y absolutamente nadie quiere hablar de cómo Bemba estuvo encarcelado diez años por orden del Tribunal Internacional de la Haya pese a que la causa contra él por crímenes de guerra acabó con una absolución.
Para hablar de Kabila y Bemba hay que remontarse a otra figura siniestra de la historia reciente del Congo: el presidente Mobutu Sese Seko. Este, oriundo de la provincia norteña de Ecuador, al igual que Bemba, mantuvo a la República en una guerra general -general, porque además de civil tuvo de protagonistas a muchos de los vecinos del Congo, empezando por Ruanda- cuyo balance más optimista es de tres millones de muertos.
Bemba también es de Ecuador e hijo de Jeannot Bemba Saolona, un íntimo de Mobutu y multimillonario gracias a la venta de armas que hacía su compañía aérea a los guerrilleros angoleños de la Unita. El joven Bemba cursó estudios superiores en Bruselas y a su regreso al Congo ingresó en el equipo de asesores favoritos de Mobutu. La bicoca abortó cuando Mobutu fue derrocado por Laurent Desiré Kabila -padre del presidente saliente- en 1997. Bemba jr. huyó del país, fundó el Movimiento de Liberación del Congo y se apoderó de buena parte del Congo septentrional gracias a la ayuda masiva del presidente ruandés del aquel entonces, Youer Museveni.
Esa guerra civil acabó con una paz a la africana: se formó un Gobierno con L.D. Kabila de presidente y Bemba de vicepresidente junto al tutsi Banyamulenge. Fueron años dorados para Bemba que, no obstante, no perdió nunca de vista lo precario de los acuerdos del Continente y mantenía siempre un helicóptero a punto despegar y un grupo de 200 guardias personales... por si acaso. El por si acaso se produjo en el 2007, con José Kabila ya de presidente, al decidir el nuevo mandatario que no iba a compartir su poder con nadie. Bemba se refugió primero en la embajada sudafricana (África del Sur había apoyado a Unita en la guerra civil angoleña) y finalmente huyó del Congo.
La inquina del segundo Kabila (Bemba había luchado contra él en la presidencial del 2006) y unas incompetencias jurídicas increíbles de la fiscalía del Tribunal Internacional de la Haya llevaron a la detención de Bemba en Bruselas. Se le acusaba por “responsabilidad de mando” de las atrocidades que habían cometido las tropas congoleñas que intervinieron a favor del presidente Patassé en la guerra civil de la República Centroafricana (2002/3). Pese a que era público que esas tropas estuvieron bajo el mando directo de Patassé, el encarcelamiento de Bemba duró 10 años.
Y como no hay mal que por bien no venga, ahora este prolongado error -si error fue- del Tribunal Internacional lo capitaliza Bemba en la campaña preelectoral, presentándose poco menos que un protomártir de los Kabila.