Bruselas - Desde el 1 de junio es obligatorio que todos los edificios públicos de Baviera expongan en un lugar visible un crucifijo. Es la forma en la que la CSU, el partido socio de la CDU de Merkel en el Lander, quiere combatir el avance de los neonazis de AfD de cara a las elecciones regionales de octubre. Y es que el partido socio de la canciller ha entrado en una peligrosa carrera por demostrar ser más conservador que la propia extrema derecha. Y en el camino a la desesperada la CSU está dispuesta a todo. Para la formación bávara las elecciones del Lander de este año no son unos comicios más: son los que determinarán si sigue existiendo o no. Y por eso están dispuestos a todo.

La coalición CDU-CSU no es nueva: tiene más de 70 años. Y aunque en la práctica actúan como un solo partido, son dos formaciones totalmente distintas. Estos días vivimos una profunda crisis en el seno de la unión porque el líder del partido bávaro ha querido aprobar medidas mucho más duras contra los refugiados, algo que Merkel ha vetado y la situación ha explotado.

Camino de separación Todo se precipitó a partir de 2015. Durante el peor año de la crisis migratoria, Baviera se convirtió en la primera zona alemana que pisaron los cerca de un millón de refugiados que llegaron al país después de que Merkel apostara por la política de puertas abiertas.

La decisión de la canciller rompió algo en la relación de la CDU-CSU. Los bávaros, conocedores de su electorado conservador, temieron que las imágenes de llegadas a la estación de Múnich pudieran jugar en su contra. Que se les considerara laxos en política migratoria podía costarles muy caro en las elecciones.

Desde entonces la CSU siempre ha criticado de forma clara a Angela Merkel por su decisión, y la culpa del mal resultado de las últimas elecciones en las que la AfD se convirtió en la tercera fuerza política.

En Baviera el partido de extrema derecha lo hizo particularmente bien: sacó un 12%, y la CSU se hundió más que la CDU a nivel nacional. Eso disparó todas las alarmas. La crisis migratoria hizo exacerbar unas diferencias que ya existían de antes. “Su líder es una persona que siempre fomentó el conflicto con Merkel porque ella siempre tuvo una estrategia muy flexible con medidas que se han ido tomando durante sus doce años de mandato, en términos de socialdemocratización de la agenda”, explica Franco delle Donne, doctor en comunicación política por la Freie Universität Berlin, autor del libro Factor AfD y del blog eleccionesenalemania.com.

“El problema que surge ahora es que la CSU siente que la política de Merkel le resta votos y apoyos a favor del AfD y creen, erróneamente, que derechizando su discurso, lo que logran es contener al electorado que se quiere ir”, señala el experto.

Abrazando a Orbán La CSU busca su lugar en la derecha: creen que cuanto más giren en esa dirección mejor les irá en las elecciones. Y por eso miran a Viktor Orbán, primer ministro húngaro, como un ejemplo a seguir. No solamente en casa. “También se da a nivel europeo. La CSU no tiene ningún problema en ser euroescéptica cuando le conviene”, explica Delle Donne.

El partido bávaro ya ha invitado al líder de Fidesz a alguna de sus conferencias, la última vez en enero de este año, y, como él, defienden un discurso identitario profundamente enraizado con la idea del cristianismo y de rechazo a las ideas liberales. La CSU tiene una nueva palabra favorita: Heimat. Es uno de esos términos alemanes que significan muchas cosas a la vez: tradición, pertenencia? El partido lo ha llevado hasta el más alto nivel: cuando Horst Seehofer se hizo con el ministerio del Interior, una plaza que quería ocupar para poder promocionar desde ella políticas duras contra la inmigración, añadió un nombre más a su cartera: Ministerio del Interior, Construcción y Heimat. La palabra puede incluso tener connotaciones positivas si se le otorga un carácter inclusivo. Pero no es la idea del partido bávaro. Alexander Dobrindt, líder de la CSU en el Bundestag, pidió una “revolución conservadora” contra los valores liberales, algo que también coincide con el discurso defendido por Orbán en Hungría. Seehofer por su parte insistió en el rechazo a los diferentes: “El islam no forma parte de Alemania”, aseguró el líder de la CSU aunque hay 4 millones de musulmanes en el país, evocando el discurso del primer ministro húngaro en el que aseguró que el “cristianismo es la última esperanza para Europa”.

Lo que debería preocupar a la CDU es que las ideas de la CSU se impongan. En una encuesta publicada ayer muestra que, en caso de separarse, el partido bávaro obtendría el 18% de los votos, mientras que el de Merkel conseguiría solo el 22%.