Para los escolares de todo el mundo, la opinión pública macedonia y los ultranacionalistas griegos, Alejandro Magno fue un fabuloso emperador greco-macedonio. Pero para los actuales gobernantes de Grecia y Macedonia así como para los dirigentes de la OTAN, es poco menos que una plaga histórica digna del nombre de Alejandro El Incordiante.
El hombre es tan incordiante que mientras para los macedonios era exclusivamente macedonio, los gobernantes griegos consideran que eran un griego de Macedonia? y, por lo tanto, él y su gloria les pertenece en lo que podríamos llamar retroexclusiva histórica.
En realidad, el caso es absurdo a más no poder. Al descomponerse la antigua República de Yugoslavia en una serie de naciones, una de ellas fue Macedonia (26,000 km2, dos millones de habitantes). Hace diez años largos esta quiso entrar en la OTAN, cosa bien vista por toda la Alianza? ¡salvo Grecia!
Para el Gobierno ateniense de entonces -ultranacionalista, inmerso en mil problemas financieros y de política interna- semejante paso resultaba inadmisible mientras Macedonia se siguiera llamando así. No podía admitir la confusión y eventuales complicaciones de la misma derivadas de la existencia de una nación balcánica y una provincia griega con el mismo nombre de Macedonia. Y como Grecia ya estaba en la Alianza Atlántica, usó su derecho de veto para bloquear todo intento macedonio de ingreso en una entidad supranacional en la que estuviera Atenas. O Macedonia cambiaba de nombre o Atenas mantendría su veto.
Con el paso del tiempo en Skopje y Atenas han llegado a gobernar nuevas formaciones políticas y nuevos hombres de Estado que no han tenido ambages en reconocer lo absurdo del conflicto y en buscarle una solución. En la reciente cumbre comunitaria de Sofía, los jefes de Gobierno griego y macedonio -Tsipras y Zaev, respectivamente- llegaron a un principio de acuerdo: Macedonia añadiría a este nombre una palabra más (p. ej.: Neo-Macedonia, Macedonia Septentrional, etc.) y Grecia diría “amén”.
Pero Tsipras y Zaev se habían olvidado de sus ultras. Los de Grecia, donde la oposición tiene muchas posibilidades de ganar las próximas elecciones, querían más: no bastaba -p. ej. Neo Macedonia, sino que su ortografía debía incluir el guion: Neo-Macedonia-. Y a los irredentos de Skopje la idea de que el nombre de su patria lo impusiera Grecia, les resultaba totalmente inaceptable. De ahí que propusiera el de “Ilinde Macedonia” o Elías Macedonia en castellano (Ilinde es Elías en macedonio) porque la primera república independiente de Macedonia -la de Krusevo, que tan sólo duró 10 días- nació justamente el día de San Elías de 1903, cuando los patriotas se rebelaron contra el imperio otomano.
Y esto, a su vez, resultó pura provocación para los ultras griegos porque -dicen- la República de Krusevo reclamaba la independencia tanto de los territorios de la actual Macedonia como de la provincia griega de Macedonia? que en aquél entonces pertenecían todas al sultanato turco.
Lo más curioso del caso es que la perspectiva de que los macedonios se llamasen ilindos no ha incomodado hasta ahora ni a los ultras de Skopje ni ha desternillado de risa a los ultras de Atenas.