Al llegar a Holanda, los controles se relajan. En las estaciones las personas circulan con tranquilidad; en el tren, algunas comen frutas o ensaladas en tupperwares, otras leen. En Eindhoven, una señora consulta a unos empleados en cuál de las diversas papeleras depositar una botella de plástico: hemos llegado a uno de los países más aventajados en cuidado medioambiental, reciclaje y conquistas de derechos sociales. Así, tienen legalizada la marihuana y la eutanasia y las primeras bodas entre personas del mismo sexo tuvieron lugar aquí. Las facilidades para la conciliación son similares a las escandinavas. “Las mujeres, en Holanda, hacemos lo que queremos”, resume una profesora en Utrecht.

Tras frenar al ultraderechista Geert Wilders en las últimas elecciones, Holanda sigue jactándose de sus libertades. Quizás por ello este viaje transcurre ajeno a los peligros que inquietan a ciudadanos de otras zonas de Europa. Y probablemente por esa actitud vital está socialmente aceptado que cientos de iglesias se estén convirtiendo en bibliotecas, restaurantes muy modernos, centros cívicos, hoteles, oficinas de lujo, fábricas de cerveza y... ¡hasta discotecas y pistas de skate! El ateísmo es creciente en el país neerlandés -en 2015 casi alcanzaba el 50% de la población-, pero además va arraigando la idea de que las religiones deberían reducirse al ámbito privado. Especialmente tras los ataques yihadistas de agosto, en los que se demostró que algunos imanes estaban promoviendo ideas de odio hacia los europeos.

Ante ese hecho, Holanda reaccionó enseguida: El 21 de agosto las autoridades prohibieron a un imán salafista predicar durante los siguientes seis meses, al considerar que sus discursos contribuían a la radicalización de los jóvenes. Por su parte, algunos grupos islámicos tildaron la medida de “caza de brujas” contra sus representantes religiosos.

razones económicas Un hombre y una mujer charlan mientras comen en el restaurante Olivier de Utrecht. Junto a la mujer, en el banco reposa un gato, relajadamente, y su dueña lo acaricia con suavidad. Esta escena, la de ir a comer con el gato o el perro, es bastante común en el país bajo. En este caso, ocurre en el Olivier, distinguido como “el mejor café de Holanda” y que era antes la iglesia Santa Maria Mirror Kerk (kerk significa iglesia en holandés). Sorprendentemente, la fachada no delata que en el interior hubiera un templo, claro que durante la reforma protestante e iconoclasta (siglo XVI), algunas iglesias se ocultaban bajo fachadas que aparentaban ser viviendas.

Esa persecución a quienes profesaban la fe abiertamente ya no existe en el pequeño país europeo, pero paulatinamente el número de creyentes ha ido disminuyendo. Y, lo que es más tangible: cada vez menos creyentes acuden a la iglesia. “Yo soy católica pero no voy a misa”, expone a DNA Liesbeth, una belga que está visitando Holanda y que apunta que también en el país vecino se va produciendo el cierre y reutilización de los templos.

También en Escocia hay algunas iglesias reutilizadas, del mismo modo que la antigua Merced ofrece hoy conciertos, obras de teatro y otras actividades culturales en Bilbao la Vieja. A saber, hay otro caso de iglesia reconvertida en Salamanca y una más en Asturias. Centenaria, se halla en Llanera y su interior está cubierto de graffitis.

“Una razón por la que en Holanda hay más iglesias reconvertidas que por ejemplo en Bélgica es el hecho de que el Gobierno belga es el propietario de los edificios y en Holanda lo son las parroquias”, explica a DNA el arquitecto Miel Wijnen, responsable de la impresionante reutilización de Pastoor van Arskerk en Eindhoven. Con un sentido del humor muy holandés, Miel señala que no hay que sobreestimar “las mentes abiertas de los holandeses. Es también una cuestión de dinero, me temo. Los holandeses siempre han sido conocidos por su espíritu mercantil (koopmansgeest). Eso significa que somos buenos en la búsqueda de soluciones que son beneficiosas para nosotros”.

Lo cierto es que en este viaje, previo al Festival Internacional de Diseño que preparan en el país del Dutch Design, arquitectos y diseñadores recuerdan el sentido práctico holandés; que disponen de poco espacio y que su pragmatismo les lleva a buscar soluciones resolutivas y que se saquen partido a las dimensiones y los presupuestos. Así, si un arquitecto tiene que ampliar un parking de bicicletas en una estación, “buscará la solución más práctica. Resuelven problemas sociales”, describe el responsable del Stedelijk Museum Martijn van Oostroom.

En el caso de Pastoor van Arskerk, efectivamente el proyecto acometido por Wijnen Architectuur tuvo que ser certero. Han trabajado y están trabajando en otras iglesias en las que los feligreses ya no entraban, de modo que tenían que lograr que el plan fuera rentable. “Trabajar en iglesias es un desafío debido a la transformación espacial, pero también para obtener una solución financiera saludable. He trabajado en más de una docena de iglesias y un monasterio, pero la mayoría de los planes se queda en el cajón debido a la impracticabilidad financiera. En cambio, cuando funciona, obtienes algo a cambio: Grandes espacios que son imposibles de hacer en una nueva situación”, describe Miel Wijnen.

satisfacción En territorio español resulta difícil concebir esta tendencia tan numerosa a reutilizar iglesias para usos lúdicos y culturales. En Holanda la aceptación es grande, si bien al principio “las autoridades religiosas no eran, y no son, receptivas a que se beba cerveza en las iglesias. Pero cuando no pueden vender la iglesia por un precio adecuado...”, argumenta Miel Wijnen.

Con todo, los creyentes están “contentos con el resultado y nos cuentan que se casaron en ese templo o que ahí fue el funeral de su padre, por lo que celebran que todavía puedan acceder a la iglesia. Y los vecinos están contentos con poder reunirse en ella, ir al dentista o que los chavales con problemas sean atendidos aquí”, enumera Wijnen.

Susanne Casinius, responsable de Turismo de Utrecht, se enorgullece de los interesantes destinos en que se han convertido sus antiguas iglesias. Además del Café Olivier, el flamante Centraal Museum y el singular Museo del Carillón, edificados sobre edificios religiosos, son algunos de sus estandartes. Pero, además, señala la “Noche de luces”, en Sint Willibrordkerk, donde los usuarios se toman una copa, escuchan música, “encienden unas velas y absorben la atmósfera de reflexión que produce una iglesia, relajándose. Celebras el fin de semana de una forma positiva”, considera.

Aukje, una holandesa que viaja a veces al Cantábrico, ironiza con estos cambios sociológicos: “Ahora la gente joven está yendo a la iglesia más que nosotros”. Susanne añade que la gente mayor está contenta del uso que se está dando a estos espacios. Es de imaginar que Holanda es el lugar ideal para que algo así suceda.