Ciudad de México - Al caer la noche miles de efectivos trabajan a pico y pala sin descanso en las decenas de edificios derruidos de la Ciudad de México, tras el terremoto de 7,1 en la escala de Richter que sacudió el centro del país. En la calle Monterrey con Viaducto Miguel Alemán, una de las principales arterias de la ciudad, un edificio de al menos cuatro plantas se derrumbó por completo. El escenario es desolador, y al menos un centenar de efectivos del Ejército, bomberos y Protección Civil trabajan a contrarreloj para poder sacar a gente con vida bajo los escombros. Lo hacen a pico y pala, y con cubos para sacar los escombros en una labor muy ardua.
También había una grúa que retiró un enorme cartel publicitario que cayó encima del edificio al producirse el movimiento telúrico.
José Ángel Quimber, un vecino de la zona, fue de los primeros en acudir al rescate. El edificio “tenía cuatro pisos, este edificio y en lo que estuve yo, ayudamos a salir a dos persona heridas y sacamos dos fallecidos”, lamenta. A la mínima señal de ruido entre los escombros se hace silencio. Los expertos en rescate levantan las manos y se pone mucha atención. Incluso usan una manguera que colocan entre los escombros para detectar cualquier sonido. Los perros, adiestrados para localizar a personas bajo los escombros, hacen una importante labor.
polvo y sudor Lleno de polvo, José Rangel contempla ahora las labores de rescate desde una de las esquinas de la calle. Él también fue de los primeros en llegar a este derrumbe. Hay al menos 30 edificios caídos en la ciudad. Otros peligran, y prueba de ello es un bloque de tres plantas prácticamente pegado al lugar del derrumbe, que han desalojado con posterioridad luego de que se ladeara. “Sacamos escombros y hacemos fila, y cuando te piden silencio te quedas callado. Si se escuchan aplausos, se abre el paso” para sacar a la persona, explica el joven.
El español Alberto Morales, residente en esta zona de la ciudad de clase media, también estuvo ayudando hasta la llegada de efectivos oficiales. “Necesitan que haya mucho silencio”, remarca desde su moto, cubierto de polvo y con las piernas llenas de rasguños. Tras siete años en México, no recordaba un terremoto así, que se suma al fatídico sismo de 8,2 en la escala de Richter del pasado 7 de septiembre que impactó sobre todo en el sur del país y dejó 98 muertos.
Alonso, un enfermero de un hospital público, es uno de los muchos voluntarios que ayudan ante este siniestro. Con su mochila repleta de medicamentos y productos de primeros auxilios, como vendas, sale en dirección a otro punto de la ciudad con su colegas del hospital, donde les han pedido refuerzos.
No es el único, y muchas personas, con una simple mascarilla para no aspirar el polvo, ayudan como pueden. Por ejemplo, formando largas cadenas humanas que transportan material de primeros auxilios y agua. La ciudad está en un considerable caos vial, con miles de personas transitando en vehículo hacia sus casas a paso lento, y los transeúntes actuando de improvisados guardias de tráfico. Se registraban algunas compras compulsivas fruto del pánico en establecimientos comerciales, en tanto que muchas tiendas han cerrado por precaución.
una Busqueda silenciosa Al oirse de nuevo aplausos y desde un altavoz se pide silencio porque puede haber gente viva bajo los escombros de este edificio de la colonia (barrio) Narvarte. Una grúa procedía a levantar grandes escombros de un edificio mientras, se instalaban unos potentes reflectores frente a las ruinas, pues la noche acechaba. Tardarán horas, si no días, para sacar tantas toneladas de escombros, con el cuidado pertinente de no dañar a la gente que pueda estar sepultada viva, en la catástrofe más grave que recuerda la capital del país desde 1985.
Al amanecer, las labores de rescate continuaban sin descanso para encontrar gente con vida bajo los escombros provocados por el fuerte terremoto que ha causado ya 225 muertos. La nación despertó de luto nacional -se han decretado tres días- pero con un fuerte ánimo para buscar supervivientes, enterrar a los fallecidos y comenzar pronto las tareas de reconstrucción tras sufrir un golpe inesperado el mismo día que se conmemoraban 32 años del catastrófico terremoto de 1985.
Miles de efectivos y voluntarios se echaban a la calle para rescatar a las personas sepultadas por los derrumbes de los edificios que cayeron por la fuerte sacudida del terremoto de 7,1 en la escala de Richter con epicentro en Morelos, a 120 kilómetros de la Ciudad de México.
En la capital del país, con al menos 94 muertos y 1.800 heridos de diversa consideración, hay 39 edificios destruidos y se desconoce realmente el número de personas vivas o fallecidas bajo los escombros, reconoció el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera. Además, hay otros 30 inmuebles con graves daños, 209 escuelas con afectaciones y al menos 500 que deberán ser revisados, tras el potente movimiento telúrico, que aconteció el mismo día, pero 32 años después, del trágico sismo de 1985, en el que murieron 20.000 personas, según cifras oficiales.
Las tareas de remoción de escombros se prolongaron durante toda la noche. Apoyados con generadores eléctricos, las fuerzas de seguridad y los equipo de rescate trabajaron mano a mano, y con picos y palas, en la búsqueda de personas en los edificios caídos.
Un silencio espeso se impone cada vez que alguien escucha un sonido o cuando un perro experto en rescates hace un gesto, señal de que puede haber alguien sepultado.
señales de vida por Whatsapp “Una chica que se llama Frida habló por Whatsapp con su madre la pasada noche y le dijo donde estaba, para que la pudieran ubicar” bajo los escombros, aseguró ayer la voluntaria María Elena Villaseñor desde el Colegio Enrique Rébsamen.
Esta escuela del sur de la capital es uno de los focos de dolor de la tragedia, pues hasta el momento se reportan 32 alumnos y cinco adultos muertos, y se teme que la cifra aumente. Se ha conseguido rescatar a 14 personas con vida y se estima que todavía quedan una veintena bajo escombros, de acuerdo con cálculos de fuentes oficiales.
La última actualización oficial del número de fallecidos contabiliza 94 muertos en la capital y 71 en Morelos, 43 en Puebla, 12 en el Estado de México, 4 en Guerrero y 1 en Oaxaca, es decir, un total de 225.
El esfuerzo se concentra en la capital, pues en los otros estados se reportan mayores avances en las tareas de rescate, beneficiados porque los edificios caídos eran de menor altura, y porque albergaban menos personas.
En el céntrico estado de Puebla las labores de rescate terminaron, casi en su totalidad, al filo de la medianoche. Oficialmente, no hay informes de personas desaparecidas bajo los escombros, aunque el sismo ha dejado relatos estremecedores, como las once personas, entre ellas cuatro menores, que perecieron al derrumbarse la iglesia donde estaban bautizando a un niño.
Silencio. Los especialistas piden silencio a los voluntarios que hacen fila ante los edificios colapsados. Cuando se oyen aplausos es la señal para entrar a rescatar a algún superviviente.
Perros. Muchas veces son los perros adiestrados los que se encargan de la localización.
Voluntarios. Miles de personas se echaron a la calle para tratar de arrancar al hormigón las vidas que estaba a punto de cobrarse. Formaban largas colas para retirar los escombros de mano en mano.
El milagro de la red. Una joven que fue sepultada junto con su móvil, se puso en contacto con su madre a través del Whatsapp.
La zona cero. Pese a que el epicentro se encontraba a 120 kilómetros de la Ciudad de México, es en la capital mexicana donde más daños ha causado y donde más víctimas ha causado.