Bilbao - Dimitri Barua, portavoz de la Representación de la Comisión Europea en el Estado español, explicó ayer en Bilbao las reformas que propone Juncker para “una Europa más unida y democrática”. Sobre todo, destacó que la UE tiene que aprovechar “la oportunidad” que supone el Brexit para evitar los escenarios más pesimistas previstos en el Libro Blanco de la unión.

¿Qué futuro vislumbra la Comisión Europea para el continente?

-Plantea una Europa más unida, más capaz de tomar decisiones en todos los ámbitos, como el social o el de la seguridad. Pero sobre todo, Juncker propone una Europa más unida rechazando lo que algunos llaman la Europa a varias velocidades del núcleo duro. Aunque anteriormente trabajase mucho para crear el mercado interior, con la salida de Reino Unido se va un país que ha frenando los avances de la UE en la última década. Esa salida ofrece una oportunidad de avanzar.

Sin embargo, los escenarios que se prevén para 2025 en el Libro Blanco de la UE no parecen demasiado optimistas.

-En el pasado había doce escenarios posibles. En el libro se habla de cinco. La idea del retroceso sigue presente en algunos casos, ya que si no avanzamos hacia algo concreto, el 31 de marzo de 2019 estaremos con un país menos y la gente tiende a subestimar el impacto psicológico que esto tiene. En cuanto a los escenarios, uno de ellos prevé que se continúe con todo igual y otros dos hablan incluso de una involución: tanto una en la que Europa se reduzca a un mercado único como aquella en el que los Estados miembro avancen a diferentes velocidades. No obstante, estos tres escenarios no son una posibilidad para un europeo convencido como Juncker y por eso los descarta. Europa no puede seguir igual ni tampoco puede reducirse a un mercado único, porque como él dice, Europa es mucho más: son valores, políticas sociales, seguridad, gestión de la inmigración, etc.

¿Qué plantea Juncker entonces?

-Más Europa para todos. Lo que él propone está entre el cuarto y el quinto escenario recogidos en el Libro Blanco. El cuarto prevé que Europa dejará de involucrarse tanto en alguna toma de decisiones. Esto se ve en materia de competencia, en la que hemos devuelto el 90% de las decisiones a los Estados, porque hay que centrarse en los casos de las grandes tecnológicas, como Google o Apple, y dejar las pequeñas decisiones para las autoridades locales. El quinto, por su parte, propone avanzar en materia de decisión. En definitiva, este sexto escenario de Juncker consiste devolver el poder a los Estados sin que se resquebraje el poder europeo. Depende cómo se mire, podría implicar una Europa más federal. Esa es su visión, aunque no lo exprese abiertamente porque es una persona realista que sabe que la idea de Europa federal genera rechazo.

¿Cómo valora el auge de los populismos euroescépticos en Europa?

-Los votantes han optado por la visión europeísta en Francia y Holanda. A ver qué ocurre en Alemania. Aun así, eso nos da un balón de oxígeno políticamente, pero no es momento para la autocomplacencia, porque hay una parte importante de la población -un 30%- que prefiere salir del euro y de la UE. Esto demuestra que tenemos que explicarles mejor lo que hacemos y responder a sus preocupaciones en materia de comercio, de una Europa social, de fiscalidad, etc. Tenemos que dar respuestas concretas a la gente.

¿Cuáles son los principales retos que tendrá que afrontar la Europa del futuro?

-El primer reto, evidentemente, es el económico: el de la transformación industrial. Después también hay otros, como el reto digital, el de seguridad, etc. Sin embargo, detrás de todo esto todavía tenemos pendiente hacer más legítima la política europea. A día de hoy, aún tenemos problemas para justificar ante la opinión pública las decisiones que toma la Comisión Europea. Y por supuesto, Europa tiene que dejar de ser un soft power.

¿Qué significaría esto de dejar de ser un soft power?

-El papel de Europa en el mundo tiene que ser más fuerte. Durante muchos años nos hemos contentado con que Europa ejerciera un poder blando, pero esto se ha acabado. Primero, tiene que reafirmar su voz en los foros internacionales. Eso significa, por ejemplo, que haya un ministro europeo que represente a Europa ante el FMI. Pero también supone poder tomar decisiones más rápidamente, cosa que ahora no se da. Tardamos 6 horas en reaccionar al golpe de Estado de Turquía. La reacción estaba planteada a los 20 minutos, pero tuvimos que consultar a todas las capitales. Si quieres tener una diplomacia hay que tener una voz propia y eso implica tomar decisiones de forma más ágil.