Pekín - El régimen chino controló ayer el último adiós al nobel de la Paz y símbolo de la democracia Liu Xiaobo, al permitir únicamente que se celebrara una breve ceremonia con la asistencia de su viuda y un reducido grupo de familiares. Al amanecer, y menos de dos días después de que el nobel falleciera en un hospital bajo custodia, su esposa, Liu Xia, y algunos allegados asistieron a un funeral orquestado de forma expedita por el Gobierno chino sin la presencia de los amigos más cercanos.

En las imágenes que distribuyeron las autoridades de la ciudad de Shenyang, donde pereció Liu Xiaobo de un cáncer de hígado, se podía ver a una compungida y débil Liu Xia, vestida de estricto negro y con la mirada fija en el ataúd abierto de su marido entre numerosas flores blancas, poco antes de que se incinerara el cuerpo y se esparcieran sus cenizas en el mar. Funcionarios del Gobierno de Shenyang protagonizaron varias ruedas de prensa para informar sobre el funeral y reiteraron que el proceso se había llevado a cabo en base a lo acordado con la familia.

En una de estas conferencias también apareció un hermano del disidente, Liu Xiaoguang, quien desde el principio hasta el final de su declaración no dejó de agradecer la “humanidad” mostrada por el Partido Comunista. La familia, incluida la viuda, escogió esparcir las cenizas de Liu Xiaobo en el mar, aseguró el hermano entre las duras críticas del círculo de amistades del nobel y de su mujer.

Tras el fallecimiento del nobel el pasado jueves, ahora todas las miradas están puestas en su mujer, quien ha pasado los últimos casi siete años bajo arresto domiciliario sin ser acusada de ningún delito. “Estoy muy preocupado por ella. No hemos podido contactarla” desde el fallecimiento de Liu, indicó su amigo y escritor Zhao Hui.

Ayer fue la primera vez que se pudo ver a Liu Xia en público desde que su marido murió y las imágenes aumentaron los temores sobre su frágil estado de salud y el control gubernamental al que puede estar sometida. “Liu Xia es libre”, afirmó un funcionario local que atendió a los medios, pero “ahora mismo siente un enorme pesar por la muerte de su marido. Las autoridades respetan su derecho de no ser molestada”, añadió ante la incredulidad de la audiencia. La viuda fue “encerrada” en su hogar poco después de que su marido recibiera el Nobel de la Paz en 2010, a pesar de que ella siempre se mostró ajena a la lucha emprendida por su cónyuge y lo único que hizo fue apoyarlo. - T.G.