TAORMINA. Los mandatarios de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, que conforman este club, fueron llegando desde las 11.30 hora local (09.30 GMT) al teatro griego de Taormina y fueron recibidos por el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, el anfitrión.
Posteriormente posaron todos juntos, delante de sus respectivas banderas, entre las que se encontraba la de la Unión Europea, en la platea del teatro griego del municipio siciliano, dando así inicio de forma oficial a su cumbre anual.
Durante el posado los líderes apenas interactuaron, solo compartieron unas breves palabras y aparecieron serios.
Rompió esta tónica el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que sonrió y saludó a la prensa presente en el teatro.
Minutos después los líderes abandonaron el lugar, símbolo de este G7 y desde donde se contempla el volcán Etna, para dirigirse al cercano hotel San Domenico, donde tendrán lugar las sesiones de trabajo, hoy centradas en el terrorismo y en el comercio internacional.
El presidente de Estados Unidos, el último en llegar al lugar, no salió junto al resto de sus colegas, que lo hicieron en bloque, sino que salió más tarde y se le pudo ver hablando con algunos de sus agentes de seguridad.
Al abandonar el teatro, May conversaba con Gentiloni y el presidente francés, Emmanuel Macron, uno de los rostros nuevos de este G7, lo hacía con Trudeau.
Hoy llevarán a cabo tres sesiones de trabajo que durarán hasta las 17.00 hora local (15.00 GMT).
Posteriormente volverán al teatro griego para disfrutar de un concierto ofrecido por la Filarmónica de La Scala de Milán y después acudirán a una cena con el jefe del Estado italiano, Sergio Mattarella.
El centro de esta localidad costera ha sido blindado para la ocasión, con casi mil militares custodiando sus calles y patrullando sus costas.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, instó hoy a la unidad al G7, que se reúne en la ciudad siciliana de Taormina, y dijo que esta cumbre será "una de las más difíciles" por las divergencias de sus miembros en algunos temas.
"La Unión Europea (UE) trabajará por la unidad y hará todo lo posible para llegar a un acuerdo. No hay duda de que es uno de los G7 más difíciles", dijo el político polaco en una rueda de prensa en Taormina, junto al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Tusk expresó su deseo de que el G7 muestre "unidad" y se salde con "una postura a favor" de las sanciones a Rusia por el conflicto en Crimea.
También pidió unidad del G7 y la comunidad internacional para combatir el terrorismo internacional y concretamente al Estado Islámico (EI).
"Deben ser duros, incluso brutales contra el EI", advirtió el presidente comunitario desde Taormina, para después añadir que la lucha contra esta lacra será el "tema central" de las sesiones que el G7 mantendrá este viernes en la localidad siciliana.
También pidió cohesión en relación con "el objetivo más importante", el que guarda relación con la crisis migratoria y subrayó que este problema es "una cuestión global y no local".
Y recordó que en Sicilia, adonde llegan cientos de inmigrantes cada día después de ser rescatados en el Mediterráneo central, este es "un problema real".
"Esperemos convencer a nuestros nuevos colegas alrededor de la mesa", sostuvo.
Los temores de Tusk derivan de las posibles divisiones que podrían surgir en este G7, con cuatro miembros nuevos: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el de Francia, Emmanuel Macron, y los primeros ministros de Italia y Reino Unido, Paolo Gentiloni y Theresa May.
Pero las diferencias podrían derivar especialmente de la Administración estadounidense, que actualmente revisa su postura en relación con el comercio exterior o la protección del medioambiente.
Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que también compareció en una rueda de prensa, dijo que este G7 "será tremendamente interesante porque permitirá conocer a los nuevos colegas".
Y subrayó que la UE por encima de todo cree "en una sociedad abierta que construye puentes y no muros".
En contra de las tesis proteccionistas defendidas desde Washington, Juncker negó que "la globalización sea una amenaza" y aseguró que es "una oportunidad".
Para defender su argumento, el luxemburgués explicó que un tercio de los ingresos de la UE proviene de su comercio con el mundo, algo que crea puestos de trabajo.
Y apuntó que este año, en los "veintisiete más uno" países de la UE (más Reino Unido), "crecerán los puestos de trabajo, lo que mejorará las finanzas públicas".