Bilbao - Algunas personas tal vez piensen que Macron [Teseo] y Merkel [Ariana con su hilo] hallarán la salida al laberinto europeo pero, como acertadamente ilustra Iñigo Bullain, “tendrán que enfrentarse a la autonomía del Bundesbank, nuestro minotauro contemporáneo”.
Estará conmigo en que la UE no es, ni mucho menos, la superestructura que idearon sus fundadores?
-No está demasiado claro qué Europa imaginaron los denominados padres fundadores porque una de las características del proceso de integración ha sido precisamente la ambigüedad de su objetivo final. La teoría neofuncionalista, tan en boga durante décadas para explicar el proceso de construcción europeo, empleaba como metáfora una bicicleta y decía que para mantener el equilibrio había que dar pedales continuamente.
¿Pero cuándo se torció el rumbo?
-La arquitectura institucional y el modelo socioeconómico que se ha configurado, digamos desde Maastricht, se ha sustentado en una visión neoliberal que ha ido dejando más y más cuotas de poder en manos de instituciones no-mayoritarias como el Banco Central Europeo, el Eurogrupo, el Consejo Europeo, la Comisión o la Troika, que no responden electoralmente por sus decisiones.
¿Se ha convertido la UE en un mercado de ‘lobbies’?
-La UE es mucho más que un zoco. Es una organización internacional de ámbito total cuyas decisiones comprometen a sus estados y a sus ciudadanos, y afectan a sus burocracias, empresas e instituciones.
¿Y qué podemos esperar de la UE?
-La ciudadanía europea demanda cambios. La pasividad y la despolitización han facilitado el auge del euroescepticismo y de la eurofobia. Confiar en que desde su interior se produzca un cambio me parece una ingenuidad.
Pero ese cambio sería necesario?
-Una transformación de la UE podrá llegar en la medida en que asumamos que nosotros los ciudadanos europeos somos [en mayúscula, subraya] la UE y reclamemos un ámbito de decisión democrático. Para empezar, y en nuestro caso, que las instituciones vascas asuman sus responsabilidades y se impliquen de verdad en el proyecto europeo.
El nacionalismo vasco europeísta ¿debería buscar su hueco?
-El europeísmo vasco debiera estar a la altura de la vocación europeísta de la generación del exilio y seguir la estela de figuras como el lehendakari Aguirre, Irujo o Landaburu. Buena parte de las materias de competencia autonómica se comparten con las instituciones europeas, pero en la UE los gobiernos centrales cuentan con un cuasimonopolio de participación y representación. En consecuencia, se ha producido una mutación estatutaria que ha debilitado profundamente al autogobierno vasco. Basta con comparar las materias de competencia autonómica de los artículos 10, 11 y 12 del Estatuto de Gernika para comprobarlo.
¿Y cómo materializarlo?
-El Parlamento Vasco debiera ser un foro donde se discutiera sobre la integración europea y el Gobierno Vasco debiera haber presentado un Libro Blanco sobre Europa hace ya muchos años. También los ayuntamientos más importantes debieran contar con concejalías europeas. No disponer de un Estado propio, un Estado vasco-europeo, lastra sensiblemente la visión y los recursos con los que afrontar la integración. Conduce a una posición subordinada y a centrarse en cuestiones locales.
El lehendakari Urkullu y Juncker...
-Esperemos que no se quede en una foto para la galería. Como decía, hay muchas cosas que las instituciones vascas podrían hacer y no han hecho. Tal vez haya influido que la siguiente generación de la dirección nacionalista al contrario de la del exilio, no haya vivido o estudiado fuera y que el tema de Europa les haya quedado muy lejos. Me parece que ese extrañamiento europeo lo estamos pagando muy caro. Ojalá cambie la perspectiva y más allá de periódicas reivindicaciones retóricas, la integración europea pase a primeras posiciones de la agenda política porque, como resulta obvio, el marco europeo no son relaciones internacionales sino la dimensión para el desarrollo del autogobierno.
Pese a todo, ¿sigue confiando?
-Hay que recuperar Europa del secuestro neoliberal. Si antes fue raptada por Zeus metamorfoseado en un toro blanco, ahora ha quedado cautiva de unos mercados que funcionan al servicio de oligopolios que tienen barra libre para no pagar impuestos, deslocalizar para poder comercializar sin atender a criterios medioambientales o laborales y en donde la especulación financiera ha tomado el mando. Este modelo de globalización favorece la configuración de sociedades muy desiguales. El europeísmo necesita otro modelo de Europa, distinto del proceso de oligarquización que promueven los grandes intereses corporativos.