Esta semana hemos presenciado algo bastante novedoso en el derecho comprado: tres ríos han sido reconocidos legalmente como personas. Sí, no me mire con esa cara, yo no he sido. El río Whanganui en Nueva Zelanda y el Río Ganges (con su principal afluente, el Yamuna), en la India, han sido declarados como personas. Personas jurídicas, se entiende. Sujetos por tanto de derechos y obligaciones.

En el caso neozelandés la iniciativa es resultado de unas largas negociaciones con las autoridades maoríes en el marco del Tratado de Waitangi que a mediados del siglo pasado formalizó la gobernanza/soberanía británica sobre el territorio de aquellas gentes (el termino soberanía se leía en la versión inglesa pero no así, al parecer, en el texto maorí). El río Whanganui tiene un importante significado cultural (espiritual, si ustedes lo prefieren) para el pueblo maorí que reclamaba desde tiempo atrás este reconocimiento jurídico.

¡Qué decir de la importancia histórica, cultural y espiritual del río Ganges! El este caso ha sido un tribunal el que, alarmado por su insoportable contaminación, ha entendido que atribuirle este reconocimiento (con ecos de minoría de edad o incapacidad) podía ayudar a disponer de mejores instrumentos para su protección.

El asunto no debe sonar tan extraño en América Latina, donde ya la Constitución ecuatoriana abría la puerta al reconocimiento de derechos de la naturaleza, o donde, en Bolivia, tenemos la Ley de Derechos de la Madre Tierra cuyo artículo primero explica que “la presente Ley tiene por objeto reconocer los derechos de la Madre Tierra, así como las obligaciones y deberes del Estado Plurinacional y de la sociedad para garantizar el respeto de estos derechos”.

No soy quién para juzgar los instrumentos jurídicos que cada pueblo o cultura jurídica se da para reconocer y proteger sus bienes. Pero me cuesta sumarme a quienes celebran esta personalización del río o el bosque como un avance en su consideración, protección, respeto o gestión. Los argumentos no me convencen y me mantengo escéptico, creo que la idea trae más problemas que ventajas, pero no entraré ahora en estos jardines. Ahí estará a partir de ahora la experiencia del río Whanganui y del Ganges para contradecirme y yo para reconocerlo, si toca.

Lo verdaderamente importante es que podamos ver en el futuro estos ríos limpios, saludables y compartidos por pueblos de diversas culturas y espiritualidades. El agua ha tenido fama de fuente de conflicto en la historia, pero es inmerecida: en realidad los ríos transmiten a través de las generaciones más experiencias de acuerdos, paces y tratos entre diferentes que ningún otro recurso, bien o principio.

Me gustan los ríos, caminarlos y mojar los pies, pero me interesan más las personas-personas que viene en torno a esa persona-río, su salud, su alimentación y su identidad, su educación y su cultura, su desarrollo y su futuro en paz y prosperidad. Si un día paso por el Ganges o por el río Whanganui prometo que les cuento de mi experiencia. Mientras tanto les propongo un paseo por cualquiera de nuestros ríos, ¿conocen la Ruta del Ebro a su paso por Rioja Alavesa? No es persona, pero es magnifico plan para esta Semana Santa.