El 19 de diciembre de 2011 el hermético Estado anunció que Kim Jong-il, progenitor del actual líder, había fallecido dos días antes. La incertidumbre sobre si su hijo, que se cree que no había cumplido siquiera los 30 años, se convertiría en el tercer Kim en comandar la única dictadura comunista hereditaria de la tierra se empezó a disipar horas después cuando los medios comenzaron a tildar al joven como “heredero” de la idea juché.

El 30 de diciembre, apenas dos días después del funeral del Querido líder, el país proclamó al joven Kim comandante supremo del Ejército Popular de Corea. Comenzaba así un proceso sucesorio que concluiría en abril de 2012, cuando Kim Jong-un fue nombrado primer secretario del Partido de los Trabajadores, presidente de la Comisión Militar Central del partido y también de la Comisión Nacional de Defensa. Esta transición fue en apariencia menos accidentada que la de su padre, que tardó años en afianzarse como heredero de pleno derecho del patriarca de la dinastía y fundador del país, Kim Il-sung, y pudo contribuir a crear un clima más propicio para el crecimiento económico y el abandono definitivo de la ortodoxia estalinista.

“Los últimos años han estado marcados por un crecimiento económico sostenido y una mejora palpable de la situación económica”, cuenta a Efe Andrei Lankov, profesor de Estudios Coreanos de la Universidad Kookmin en Seúl. Ese progreso manifiesto del que habla Lankov se percibe en la cantidad de obra pública o edificaciones modernas que afloran en Pyongyang estos días o en las ropa que lucen ahora los norcoreanos, en su mayoría traída de China y vendida sin trabas en los los mercados callejeros. Estos bazares, que comenzaron a brotar como mecanismo de supervivencia cuando el sistema de distribución pública de alimentos se vino abajo en los noventa a raíz de la caída de la URSS, han pasado de elemento perseguido a ser un engranaje económico fundamental la Corea del Norte actual. Lankov apunta a que las políticas de Kim Jong-un son similares a lo que China hizo a finales de los setenta y principios de los ochenta y a que la calidad de vida -aunque aún sea baja y cada vez más desigual- ha aumentado gracias a estos giros capitalistas.

En lo referente a política exterior, el Gobierno de Kim Jong-un ha intensificado la apuesta por la carta nuclear por la que ya optó Kim Jong-il como seguro de vida para el régimen. El incremento de pruebas armamentísticas no deja lugar a dudas: en el último lustro Corea del Norte ha hecho muchos más lanzamientos de misiles balísticos y ensayos nucleares que en los 17 años que abarcó el liderazgo del Querido líder. “Habiendo visto lo que le deparó el destino a Gaddafi (que negoció con Estados Unidos el fin de su programa atómico), Kim Jong-un sabe que debe almacenar armas nucleares pase lo que pase”, indica Lankov. Lankov cree que, aunque Pyongyang seguirá maniobrando como ha hecho hasta ahora entre China, Corea del Sur, Estados Unidos y Rusia, la creciente mejora tecnológica de su arsenal atómico añade mayor inestabilidad. “En una década o menos Corea del Norte será el tercer país capaz de realizar un ataque nuclear sobre EEUU Habrá que ver si los estadounidenses bajo el mandato de Trump lo aceptan o deciden realizar un ataque preventivo”, dice el académico ruso, que cree que la segunda opción acabaría desencadenando una guerra en la región. - Efe