Bilbao- Enrique Santiago participó el martes en los IX Diálogos de Bilbao organizados por la Fundación Sabino Arana, que durante dos días trataron el desafío de la paz en Colombia, la emergencia nacional en Venezuela y los cambios y tendencias que determinan los procesos electorales en Latinoamérica. Los otros ponentes fueron Guillermo León Escobar, embajador de Colombia ante la Santa Sede; Luis Ugalde, director del Centro de Reflexión y Planificación Educativa de Caracas; Salvador Arriola, de la Secretaría General Iberoamericana; Carmen Beatriz Fernández, presidenta de DataStrategia Consultores, y Gutenberg Martínez, rector de la Universidad Miguel de Cervantes y consejero nacional del Partido Demócrata Cristiano de Chile.
¿Ha tenido comunicación con las FARC tras el referéndum? ¿Cómo se han tomado los resultados?
-La comunicación es permanente. Se lo han tomado con mucha tranquilidad política, mucho sentido común y apostando fundamentalmente por el mantenimiento de los acuerdos. La frase del comandante en jefe de las FARC fue muy contundente: nuestras únicas armas van a ser la palabra.
¿Cómo va a afectar este paréntesis al proceso que ya ha comenzado -entrega de armas, etc.-?
-Si hay acuerdo en algo entre todas las partes es que la solución a este impasse político tiene que ser rápida, tiene que ser cuestión de días o semanas a lo máximo. Por ahora, todo va en detrimento de la continuación de ese proceso de dejación de armas que empezó el 30 de septiembre por una voluntad unilateral de las FARC, porque no tenían la obligación de comenzar ese proceso de dejación de armas hasta que no se realizara y se aprobara el plebiscito. Ese gesto muestra la voluntad de la FARC de llegar hasta el final.
Álvaro Uribe ya se ha sumado al diálogo iniciado por el presidente Juan Manuel Santos con los partidos políticos. ¿Cree que puede modificarse sustancialmente el acuerdo?
-Yo no veo que se vaya a modificar sustancialmente, probablemente haya que hacer ajustes de procedimiento. La única norma que el Estado colombiano vinculó a la aprobación del plebiscito fue el acto legislativo por la paz, que regula el procedimiento especial de tramitación legislativa. Pero creo, sinceramente, que respecto a contenidos materiales del acuerdo va a haber escasa modificación.
El punto de justicia transicional y el de participación política han sido duramente cuestionados por la campaña del no. ¿Hasta dónde están dispuestas a ceder las partes?
-Habrá que ver qué plantea el Centro Democrático. Lo que han dicho las FARC hasta ahora es que el acuerdo tiene plena validez jurídica y por lo tanto hay que respetarlo. Pero en todo caso habrá que ver qué plantea el Centro Democrática, porque las propuestas que ha hecho hasta ahora el expresidente Uribe ya están incluidas en el acuerdo de paz. Con lo cual, si esa va a ser la línea con la que se va a continuar, va a quedar acreditado que esa oposición no era una oposición por el tratado de paz en sí, sino reflejo de contradicciones y luchas políticas en la sociedad colombiana.
¿Hay miedo a que pueda encallar la negociación?
-Sí, pero creo que Uribe es consciente de que el acuerdo de Justicia le beneficia a él, porque se ha excluido de la competencia de la jurisdicción especial para la paz el examen de responsabilidades de los expresidentes, y Uribe previsiblemente tendría algunas responsabilidades que depurar. Creo que acabará primado el sentido común y realmente se asumirá desde el entorno del no que el acuerdo es el más perfecto de los acuerdos posibles. Es más, durante la Presidencia de Uribe, los mensajes que mandó a las FARC, los requerimientos para iniciar un proceso de paz que no llegó a iniciarse fueron exactamente los mismos que ahora manifiesta estar en contra: la posibilidad de participación política, un tratamiento penal especial diferenciado y un programa de reincorporación efectivo vinculado a la dejación de armas.
Parece que parte de la sociedad colombiana no acepta que para alcanzar la paz hay que hacer concesiones en materia de justicia, ¿no?
-Sí, el sector que no ha padecido la guerra, que ha visto la guerra por las televisiones, que no se ha puesto nunca un uniforme, ni sus hijos han ido a la guerra. Creo que aquí hay una tremenda incomprensión, diría incluso que un tremendo egoísmo. No parece muy lógico que aquellos que no han participado en el conflicto y que el conflicto no les ha afectado directamente sean al final, por peso demográfico, los que van a decidir el futuro de este acuerdo. Hay que reseñar el apoyo cerrado, unánime, que las organizaciones de víctimas, de víctimas causadas por unos actores y otros, todas ellas han manifestado hacia el acuerdo.
¿Va a participar usted en estas negociaciones?
-No creo que vaya a haber nuevas negociaciones. Espero que sea un diálogo rápido y nos tocará seguir contribuyendo.
La presión a defensores de derechos humanos y líderes comunales ha aumentado en el último año. ¿Qué está pasando?
-Sí, incluso hay un fenómeno que todavía no se ha abordado: cuánto voto no ha habido en zonas de fuerte implantación de las FARC, es decir, cuánto miedo tienen las comunidades a que desaparezcan las FARC. Porque mucho voto no puede ser para que no desaparezcan las FARC, porque éstas ejercen como Estado en muchos lugares y son la única protección para importantes comunidades campesinas. Es absolutamente inadecuado que en lo que va de año sean ya 45 los líderes comunitarios y defensores de derechos humanos que hayan sido asesinados.
¿Se prevén muchas disidencias en las filas de las FARC?
-En todos los procesos de paz, está estudiado aproximadamente un 10% de las fuerzas rebeldes no se acaba acogiendo al proceso de paz. Por lo que estamos viendo en este proceso, la disidencia en las FARC es mínima, por no decir anecdótica. Apenas una parte de uno de los frentes se manifestó en contra del acuerdo y sigue en esa situación de rebeldía, no llega ni al 1% de las tropas de las FARC. Yo creo que tiene que haber más preocupación por las posibles disidencias en otros sectores de la sociedad, como se ha puesto de manifiesto con el no en el referéndum. Es mucho más desestabilizador así sean núcleos muy reducidos, porque en las fuerzas de seguridad ha habido un apoyo muy cerrado y unánime al proceso. Pero en un colectivo de 500.000 personas, si un 1% es disidente, eso significa 5.000 personas armadas. Con lo cual eso sí es un alto riesgo. Ojalá no ocurra, pero hay actitudes que llaman la atención. Yo pido que la comunidad internacional preste más atención a esas posibles disidencias que son mucho más desestabilizadoras.
¿Que podrían integrarse en las filas del paramilitarismo?
-Podrían, sobre todo, permitir que fueran ineficaces las medidas adoptadas para erradicar y desmantelar el paramilitarismo.
¿Hay temor en las FARC a que las medidas de seguridad no sean eficaces y se vivan situaciones como la de Unión Patriótica?
-En la conferencia de las FARC, las dos principales preocupaciones han sido esas: el proceso de reincorporación, las dotaciones y los recursos que se van a poner a disposición de ese proceso, y las garantías de seguridad, es decir, si el Estado se va a comprometer y va a garantizar que las masacres que han ocurrido sobre fuerzas políticas que han surgido en los procesos de paz no vayan a repetirse. Las medidas están incluidas en el acuerdo, pero el temor está ahí.
¿Qué lecciones puede sacar la comunidad internacional de este proceso de paz?
-En primer lugar, que ha sido un acierto poner a las víctimas en el centro del acuerdo, porque eso ha dado mucha sensatez y ha imprimido un ritmo de trabajo importante. Otra de las enseñanzas que hay que extraer es ese tratamiento que se da a las infracciones en función del reconocimiento de responsabilidades.