estambul/ankara - El islamista AKP, fundado y dominado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, inició ayer los trámites para iniciar lo antes posible su cuarta legislatura consecutiva, tras recuperar el domingo la mayoría absoluta que había perdido en los comicios de junio pasado. Un incremento de 4,5 millones de votos (hasta el 49%) ha permitido al partido de Justicia y Desarrollo (AKP) subir de los 258 a 317 escaños en el Parlamento, aunque se queda algo por debajo de los 327 obtenidos en 2011. Formará nuevamente un gobierno en solitario que, salvo sorpresas, durará cuatro años, durante los que no habrá nuevas citas con las urnas, ni parlamentarias ni presidenciales. En 2019 Turquía celebrará elecciones nacionales, presidenciales y locales.
Así, esta legislatura se presenta como una larga “travesía del desierto” para la oposición socialdemócrata, nacionalista y pro kurda de izquierdas, que en la campaña había pedido al electorado impedir, ante todo, esta mayoría absoluta del AKP. El ambiente en el partido ganador oscilaba ayer entre el triunfalismo y los mensajes de modestia y reconciliación. “No daremos ningún paso para alejarnos de la democracia, la ley, la compasión y el amor. Todo el mundo tendrá sus derechos garantizados; los derechos de nuestros 78 millones de ciudadanos se protegerán”, prometió el primer ministro, Ahmet Davutoglu. “Nuestra nación pidió estabilidad y confianza. Ha dicho abiertamente que pide una solución para sus problemas”, evaluó.
El viceprimer ministro, Yalçin Akdogan, en cambio, aprovechó la oportunidad para arremeter contra la oposición a la que achacó la responsabilidad de haberse negado a una coalición tras las elecciones de junio en las que el AKP perdió la mayoría absoluta. “Han perdido el tren quienes rechazaron la oportunidad de un gobierno compartido. También se ha derribado la tesis según la que el electorado quería una coalición. Ha votado un gobierno fuerte para la estabilidad de la nación”, señaló el dirigente del AKP.
represión contra un semanario ¿Un gobierno fuerte o un represivo? se preguntan muchos turcos, que temen nuevas y más arbitrariedades de una judicatura que demasiadas veces parece funcionar como un brazo alargado del Ejecutivo y de la Presidencia. Una intervención policial ayer mismo contra el prestigioso semanario crítico Nokta, donde la policía confiscó toda la edición y arrestó a sus dos editores, reavivó estos temores. “Han empezado pronto”, anunció en Twitter la propia redacción de la revista, que con la orden de incautación ve confirmada la portada del número secuestrado, que mostraba una foto de Erdogan, con la fecha de ayer y la frase “Inicio de la guerra civil en Turquía”.
También la misión de observadores electorales de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) subrayó este lunes las restricciones a la libertad de prensa como el punto más preocupante de los comicios, y el mayor obstáculo para una campaña electoral que calificó de “poco equilibrada”. “La restricción de la libertad de expresión impactaba en el proceso (electoral) y sigue siendo preocupante”, dijo el diputado español Ignacio Sánchez Amor, que encabeza la misión de observación.
La oposición, por su parte, se enfrenta a la difícil tarea de hacer autocrítica para prepararse ante las próximas citas electorales dentro de cuatro años. Los 21 diputados que perdió el partido izquierdista HDP, que ha bajado de 80 a 59 escaños, tienen fácil explicación con la renovada guerra en el sureste kurdo.
Numerosos votantes conservadores optaron por el AKP y sus promesas de estabilidad, mientras que en el oeste, algunos sectores izquierdistas volvieron a decantarse por el socialdemócrata CHP. El ultranacionalista MHP perdió más, cayendo de 80 a 40 escaños, cediendo 37 diputados al AKP, según calcula el diario Birgün, lo que también se explica con las posturas nacionalistas que adoptó el AKP durante el verano frente a la guerrilla kurda.
El CHP, por su parte, ha mejorado incluso ligeramente su resultado, al alcanzar 134 escaños, dos más que en junio, pero esto no ha salvado a su líder, Kemal Kiliçdaroglu, de duras críticas. Es que el ligero y solo paulatino ascenso del 19,4 % alcanzado en 2002 al actual 25,3 % no convierte al histórico partido laico del país en una auténtica alternativa de gobierno.
“Desde el 7 de junio al 1 de noviembre, ¿cómo pudo el AKP aumentar tanto de votos?”, se pregunta el analista político Selcuk Candansayar en conversación con Efe. “La sociedad estaba aterrorizada. La gente estaba presionada por el miedo a una ola de violencia. Está claro que la sensación de que un terrorista suicida podía hacerse explotar en cualquier momento y en cualquier lugar asusta a la gente”, razona este profesor de la Universidad de Gazi. El pasado 10 de octubre, 102 personas murieron en un doble atentado suicida cometido por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) contra una marcha por la paz convocada por grupos de izquierda y pro kurdos.
“El miedo ha ganado” Aparte de la inseguridad generada por ese atentado, el recrudecimiento del conflicto armado entre la guerrilla kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán y el Estado turco también ha provocado que muchos votantes regresen al AKP. Desde que la tregua iniciada a principios de 2013 saltara en pedazos el pasado junio, miles de guerrilleros y docenas de soldados y policías han muerto en operaciones militares, combates y atentados.
Ese aumento de la violencia empujó a muchos kurdos conservadores y religiosos a retirar su voto al partido pro kurdo HDP, laico y de izquierdas, y devolvérselo al AKP. El HDP ha perdido un tercio de los diputados que logró en junio, cuando el proceso de paz con la guerrilla aún no había muerto y muchos turcos no kurdos optaron por esta formación como una alternativa de izquierdas.
“El miedo ha ganado”, declaró a la emisora CNNTürk el sociólogo Tayfun Atay, quien recordó que si bien es extraño que un partido gane con el 50% de los votos, como ha hecho ahora el AKP, más extraño es que el otro 50% tenga miedo y recele del nuevo Gobierno. Una polarización tal que, como explicó a Efe el profesor Necmi Erdogan, de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Oriente Medio, ha llevado a que “el 50% de la población comience a odiar al otro 50%”.
El AKP también puede haberse beneficiado de haber atraído a otros sectores de la Turquía conservadora, conscientes de que los resultados de junio mostraban una pérdida de poder. Así, el gran perdedor de las elecciones han sido el ultranacionalista MHP, que ha bajado del 16,2 al 12%.
El pulso interno en el akp Una vez pasada las dudas abiertas en junio y con el AKP confirmado como la fuerza indiscutible en Turquía, la pregunta es qué pasará en el seno del partido. El primer ministro, Ahmet Davutoglu, ha reforzado su posición, siempre bajo la sombra de Erdogan, el fundador del partido, primer ministro entre 2002 y 2014, y al que la teórica función protocolaria y neutra del cargo de presidente no le impide seguir teniendo una enorme influencia en el Gobierno.
Algunos analistas creen que el primer pulso entre Erdogan y Davutoglu se verá en la elección de los ministros económicos: Ali Babacan, viceprimer ministro y zar económico del país, sería la opción de Davutoglu, mientras que Erdogan apostaría por su yerno Berat Albayrak.
Una economía a la baja, el fracaso de la política exterior turca en Siria, el conflicto kurdo y esa polarización de la sociedad serán los principales desafíos a los que se tendrá que enfrentar el nuevo Ejecutivo. También está por ver si Erdogan vuelve a activar sus planes de una reforma constitucional que transformen el país en una república presidencialista en la que sea él quien ostente el poder ejecutivo.
Para ello, el AKP necesitaría 330 escaños para convocar un referéndum sobre el tema y 367 para aprobar el cambio directamente en sede parlamentaria, cifras muy alejadas de los 317 asientos logrados. Ese es, precisamente, el principal consuelo de la oposición: que Erdogan no tiene el apoyo para seguir adelante con sus planes.