Llegó como un guerrero anti-troika, con un paladín revolucionario contra todo lo conocido hasta el momento. Prometió liberar a los ciudadanos del yugo de la austeridad provocando grandes recelos en Bruselas. Ahora, tras siete meses de gobierno, su imagen de líder carismático y aclamado allá por donde pasaba, se ha hecho añicos. Tsipras, un ingeniero civil nacido en 1974 y que basó su liderazgo en recomponer a una izquierda griega fragmentada en mil pedazos se presenta a las elecciones que él mismo adelantó, tras firmar un duro tercer rescate, incumplir la mayoría de sus promesas y romper en dos a su propio partido. El líder de Syriza se presentó a las elecciones por primera vez en 2006, optando a la alcaldía de Atenas. Su poco más del 10% de apoyo marcó un hito en una izquierda radical griega que hasta entonces vagaba dividida en un dogmatismo cuya ortodoxia había caído junto a la Unión Soviética.

A partir de entonces se volcaron en la confrontación electoral, sin dejar de lado la radicalidad de la calle, su ADN. Algo que le costaría a Tsipras una escisión.

Con la llegada de la crisis y los durísimos ajustes impuestos a Grecia, la figura de Tsipras comenzó a ascender. Su batalla contra la austeridad de dio una popularidad que le llevaría al gobierno.