ante la decisión del Gobierno de dejar en manos del pueblo el futuro de las negociaciones entre Grecia y los acreedores, los griegos afrontan divididos qué mensaje quieren trasladar a Europa en el referéndum al que han sido llamados a participar el 5 de julio. Pasada ya la medianoche, el anuncio del primer ministro, Alexis Tsipras, de celebrar un referéndum auguraba un escenario de gran nerviosismo entre la población por la posible aplicación de un control de capitales.
Aunque ya de madrugada en algunas zonas de Atenas se empezaron a formar pequeñas filas ante los cajeros automáticos de los bancos, el ambiente ayer en la calle no era de pánico. Si bien a primeras horas de la mañana se podían ver filas en los cajeros del centro de la ciudad, cuya longitud dependía del tipo de sucursal de que se tratase, conforme avanzaba el día se iba imponiendo la normalidad y la presencia era la habitual, de dos a tres personas.
Ante la afluencia de clientes, algunos cajeros se quedaron sin efectivo, pero pronto recibirán nueva liquidez, según aseguró Luka Katseli, presidenta de la Unión Griega de Bancos. Entre la población existe la preocupación sobre qué podrá venir en el futuro y los nervios lógicos a no poder acceder a sus fondos, sobre todo estando a finales de mes, para muchos fechas de cobro de salarios y pensiones y de pago de facturas.
Tsipras aseguró que respetará cualquiera que sea la voluntad del pueblo, al que se le preguntará si acepta o no el catálogo de medidas que exigen los acreedores a cambio del desembolso del rescate pendiente. “Quiero que en esta cuestión respondan con orgullo y responsabilidad”, dijo el primer ministro, que destacó que “Grecia necesita enviar un mensaje de democracia hacia Europa”.
Varios miembros del Gobierno pidieron “un no rotundo” a las propuestas, pero desde Bruselas el ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, abrió un quicio la puerta al decir que si en los próximos días se lograba otro compromiso, el Gobierno pediría el sí.
En medio del habitual bullicio en las calles más céntricas de Atenas, en esta época especialmente pobladas por turistas, las conversaciones en muchas terrazas versaban ayer sobre el referéndum. Entre los que consideran que es el momento de la ciudadanía de decidir sobre las políticas que han sufrido durante los últimos seis años, especialmente duras para las clases medias, está María. Esta mujer, de unos 50 años, se dedica a vender en la calle accesorios para el pelo y se muestra contenta de poder pronunciarse si finalmente se convoca la consulta. “Voy a votar que no, porque este país tiene muchos recursos y puede ponerse de pie aunque sea fuera del euro. Confío en ello”, comenta María.
De forma similar opina Kostas, también comerciante, quien respalda la decisión del Ejecutivo de dejar la decisión en manos de los ciudadanos. “Hizo bien, el pueblo debe decidir. Si el pueblo cree que es correcta esta política de austeridad que nos impone Europa desde hace tantos años, que la vote; si no, que la rechace. Voy a votar no, por supuesto”, señala.
Otros como Tasos o Yorgos, un empresario y un comercial respectivamente, critican que el Gobierno no haya tomado él mismo la decisión y pase la pelota a la ciudadanía. “Soy empresario y necesito estabilidad, y la situación últimamente no la ofrece. Sea cual sea el resultado entraremos en un proceso positivo”, sostiene Tasos. Yorgos es más crítico con el Gobierno, al que reprocha no ejercer la “responsabilidad” de decidir. “Votare sí a Europa, sí al euro y sí a las propuestas de los que nos prestan dinero para sobrevivir”, explica.