atenas - Dos años y medio después de las últimas elecciones generales los griegos vuelven a estar convocados a las urnas, esta vez aún más desencantados, pues nada en sus vidas ha cambiado: la economía no despega, las recetas de la austeridad han fracasado y la pobreza se ha acentuado. Tras seis años de recesión, 2014 fue el primero en que Grecia registró un leve crecimiento de su PIB, que según las cifras provisionales del Gobierno -las oficiales se conocerán en febrero- fue del 0,6% real. El turismo, la principal fuente de ingresos del país, ha remontado en el último año y las previsiones del sector apuntan a que en 2015 Grecia superará la cifra récord de 21,5 millones de visitantes del pasado ejercicio. Sin embargo, este incremento no se ha notado en los comercios, muchos de los cuales incluso han reportado pérdidas y ni siquiera los periodos de rebajas y Navidad han servido para cuadrar sus cuentas. Tampoco la mejora de las cifras macroeconómicas ha llegado a los bolsillos de los ciudadanos que han visto como desde el inicio de la crisis sus ingresos se han reducido un 40%.

Esto ha generado una nueva clase de pobres en Grecia, aquéllos que incluso conservando su trabajo tienen muy difícil llegar a fin de mes y afrontar los gastos corrientes como la luz y la calefacción. El paro continúa siendo el problema más grave pues, según los últimos datos, roza el 26% y más del 50% en los jóvenes, lo que ha provocado que muchos de ellos hayan optado por dejar el país en busca de oportunidades en el extranjero o esperar a que la crisis pase aceptando trabajos a tiempo parcial y, en ocasiones, muy precarios. “No tenemos futuro. Mis amigos están en la misma situación”, asegura Eleni, de 22 años, quien ha tenido que interrumpir sus estudios de contabilidad para ponerse a trabajar como vendedora ambulante de tarjetas telefónicas. A cambio de seis horas al día, Eleni recibe 480 euros al mes, el salario mínimo interprofesional para los jóvenes. En el otro extremo generacional pero en precariedad similar se encuentra Kostas, un jubilado que después de “trabajar duramente toda una vida” cobra 400 euros de pensión y tiene que buscar envases en la basura que vende para mejorar sus ingresos.

Frente a las perspectivas de encarar la senda del crecimiento económico se encuentran los compromisos que el Ejecutivo del conservador Andonis Samarás ha pactado con la troika sobre el programa de rescate que implican una serie de recortes. Entre estos compromisos destacan la reducción de las pensiones, la eliminación de 5.500 empleos públicos, la liberalización completa de los despidos en el sector privado y la supresión de la protección contra los desahucios de la primera vivienda. El nuevo Gobierno heleno deberá sentarse a negociar los temas que quedan pendientes del último tramo del plan de ajuste, que expira a finales de febrero y que la Comisión Europea ya ha propuesto extender hasta seis meses más para evitar posibles problemas de liquidez.

recetas en el aire Grecia vive una campaña electoral extremadamente polarizada, con recetas diametralmente opuestas para combatir la crisis y bajo una gran presión exterior, que ha convertido la permanencia en el euro en el principal tema del debate político. El próximo día 25 los griegos tienen que elegir entre dos opciones: la salida del rescate y firma de un minirescate, a cambio de nuevos ajustes, y el abandono del programa de austeridad, bajo el peligro de que los acreedores suspendan las ayudas.

Esas son las opciones, las promesas suenan algo distintas. El primer ministro, Andonis Samarás, asegura que este será el año del crecimiento, que Grecia abandonará el rescate y que podrá incluso bajar los impuestos. El líder de la oposición, Alexis Tsipras, promete un programa de crecimiento y creación de empleo y la anulación de algunas de las medidas tomadas por el actual Gobierno, como la reducción del salario y de las pensiones mínimas o la introducción de un nuevo impuesto sobre bienes inmuebles.

Mucho de lo que pueda hacer un Gobierno de Syriza para reactivar la economía dependerá irremediablemente de si consigue una quita de buena parte de la deuda en manos públicas, como reclama. Por ahora, las voces desde algunos países como Alemania dejan entrever que probabilidades de una quita propiamente dicha son escasas, a lo sumo una reestructuración de la deuda con intereses más bajos y plazos de devolución más amplios. El número de analistas que ven necesaria una solución para la deuda griega es cada vez mayor, incluso en países como Alemania,a la vista de que la deuda griega no ha hecho más que ascender (actualmente a en torno al 177% del PIB) en los últimos años, pese a todos los esfuerzos de recortar el gasto público.