GINEBRA. Según las estadísticas compiladas, las inundaciones fueron el desastre natural más frecuente, seguido de las tormentas.
Las primeras suponen el 44 por ciento de las muertes totales provocadas por calamidades naturales, mientras que las tormentas fueron causantes del 41 por ciento de víctimas mortales.
Las tragedias más graves fueron el tifón Haiyan (Filipinas), que afectó a 16 millones de personas; y el ciclón Phailin (India), que causó estragos entre otros 13 millones.
Los desastres vinculados a actividades humanas causaron la muerte de 6.711 personas en 2013, lo que supone una baja frente a la media de la última década, que era de 7.594, según el informe.
El mayor desastre de ese tipo -también llamado "tecnológico"- fue el ocurrido en una fábrica textil en Bangladesh, que en un sólo incidente provocó la muerte de 1.127 personas, la mayoría obreros.
En términos económicos, los desastres naturales causaron pérdidas económicas por 118.600 millones de dólares, el cuarto nivel más bajo en una década.
Entre los desastres más costosos estuvieron el tifón de Filipinas, que causó pérdida por 10.000 millones de dólares, mientras que las inundaciones en Alemania costaron 3.000 millones de dólares.
El informe aborda, por primera vez, la influencia de la cultura en la manera en que las personas actúan con respecto a los riesgos y argumenta que los programas de prevención y los proyectos de recuperación son menos efectivos si no se toma esto en cuenta.
Los ejemplos recorren todo el informe, con algunos destacables como el del tsunami del Océano Indico, que parte de la población de Aceh (Indonesia) -la más afectada por esta catástrofe- consideraba un castigo divino por haber dejado entrar el turismo y perforado pozos de petróleo en el área.
Este tipo de ideas están más extendidas de lo que se puede creer, según los autores del informe, que mencionan el caso del huracán Katrina en Nueva Orleans (Estados Unidos), donde algunas personas consideraban que este evento mostraba el enojo de Dios frente al mal comportamiento de personas que vivían o visitaban la ciudad.
La actual crisis del ébola es una demostración adicional del impacto del factor cultural cuando se trata de reducir las consecuencias de un desastre -sanitario, en este caso-, señala el informe.
"La epidemia del ébola demuestra que todos los esfuerzos por detener esta letal enfermedad serán vanos si no se aclaran las percepciones equivocadas y las creencias culturales (de las comunidades afectadas) a través de una movilización social", apuntan los autores.