A los sionistas les gusta afirmar que Israel hizo florecer el desierto. Como si el ingenio tecnológico hubiese trasformado un país árido y sin habitantes en todo un vergel. La afirmación olvida que en 1948 Israel se hizo manu militari por encima de un país existente, Palestina, que tenía ricas tierras agrícolas y ciudades milenarias. Y es, por otro, una muestra de cinismo; ya que el agua empleada en obrar este supuesto milagro es y ha sido sistemáticamente robada a la población palestina.

Adueñarse de los recursos hídricos de la zona fue una prioridad para los primeros gobernantes israelíes para asegurar la supervivencia económica del joven estado. En 1953 idearon el llamado "trasvase nacional de agua" que hoy en día succiona hasta 1,7 millones de metros cúbicos al día del río Jordán para abastecer las ciudades israelíes.

Naturalmente los vecinos que comparten el río, Siria y Jordania, no aceptaron de buen grado este secuestro hídrico. Y fue, en parte, para asegurar el control sobre las fuentes del Jordán que Israel invadió y ocupó los Altos de Golán sirios junto con Jerusalén Este, Cisjordania y la franja de Gaza en la guerra del 1967.

Desde 1993 Israel ha usado los acuerdos supuestamente transitorios de Oslo, firmados con la débil autoridad palestina, para perpetuar su control sobre el agua palestina y aplicar una politica de apartheid hídrico.

El 92% de la población de Gaza, sin agua potable en el grifo, tiene que comprarla a precio de oro de camiones cisternas israelíes. La empresa nacional de agua israelí, Mekorot, vende agua desalada a Gaza y Cisjordania a un precio alto de 0,77 dólares el metro cúbico. Así, mientras Israel acapara el agua del río Jordán y de los acuíferos de Cisjordania, Mekorot aprovecha la escasez que inflige a la población palestina en aras a asegurar un mercado cautivo para el producto de sus costosas plantas desaladoras, construidas con ayuda europea.

Las aguas negras fluyen por todos los ríos y acuíferos, incluso fuera de Cisjordania. El gobierno israelí ha hecho a las autoridades palestinas responsables de esta situación, cobrándoles más de 42 millones de dólares "para pagar los costes de tratamiento". Israel se hace luego con el agua tratada para regar sus campos, lucrándose hasta de la mierda palestina. Si la construcción de PTARs en Cisjordania fuese permitida, podrían aprovecharse para el riego cerca de 50 millones de metros cúbicos al año de aguas residuales tratadas, según expertos palestinos. Se aliviaría así la presión sobre los acuíferos y se generarían hasta 700 millones de dólares anuales para la economía palestina.

El 15 de mayo se conmemorará el 66º aniversario de Al Nakba, la limpieza étnica de Palestina. Los consumidores de Euskal Herria podemos poner nuestro grano de arena para que el pueblo palestino recupere sus derechos antes de que pasen más años rechazando los dátiles y demás productos del apartheid hídrico israelí que desgraciadamente se siguen vendiendo aquí.