El Cairo. La escalada de violencia que sufre Egipto golpeó ayer a la policía, con la muerte de 24 de sus efectivos en un ataque armado en el Sinaí, el más grave registrado en la península contra las fuerzas de seguridad en los últimos años. La situación en el territorio, fronterizo con Israel y con presencia de grupos armados radicales, es muy inestable. El ataque de ayer eleva a 73 el número de miembros de las fuerzas de seguridad muertos en esta región desde el derrocamiento de Mohamed Mursi, según un balance de la agencia Afp.
"La región, singularmente el Sinaí, está en una situación particularmente inestable. Es la región fronteriza con Israel y está perfectamente claro que es peligroso que la situación en el Sinaí tenga consecuencias más allá de las fronteras de Egipto", señaló ayer el ministerio de Exteriores alemán al manifestar su preocupación por la situación en la zon. Sin embargo, en el actual clima de creciente tensión, los Hermanos Musulmanes acusaron a las autoridades de orquestar dicho ataque para encubrir la muerte, en un confuso incidente ocurrido el domingo, de 36 presos islamistas mientras eran trasladados a la cárcel, que según la cofradía fueron torturados y calcinados.
Según fuentes policiales, hombres armados obligaron a los agentes asesinados en el Sinaí a bajarse de los microbuses en los que viajaban y los ejecutaron, unos hechos en los que otros tres uniformados resultaron heridos de gravedad. Los agresores lanzaron primero proyectiles de mortero contra los vehículos de las fuerzas de seguridad, que circulaban cerca de la localidad de Rafah, en la frontera con la franja palestina de Gaza.
También en el Sinaí, en la ciudad de Al Arish, un general de la policía murió por disparos de un francotirador y un agente perdió la vida en un ataque a una oficina bancaria y a la sede de la Fiscalía Militar. Tras estos ataques, las autoridades egipcias mantuvieron una reunión de urgencia y decidieron cerrar el paso de Rafah, que comunica con la franja de Gaza.
Culpan al gobierno Uno de los portavoces de los Hermanos Musulmanes, Ahmed Aref, aseguró que el Gobierno egipcio pretende culpar de la muerte de los policías a los islamistas, pero que "la realidad es más amarga". Los agentes fueron "traicionados", según Aref, quien no descartó que este crimen busque "encubrir la ejecución de los presos cerca de la cárcel de Abu Zabal". En ese suceso, la versión oficial egipcia -sostenida por la fiscalía en sus primeras investigaciones- apunta a que los 36 detenidos islamistas murieron asfixiados al disparar los policías gases lacrimógenos para sofocar un motín.
Por el contrario, el portavoz del denominado Frente de Defensa de los Detenidos, Mustafa Azab, afirmó que los detenidos fueron torturados y calcinados y que las autoridades se niegan a entregar los cuerpos a sus familias a menos que reconozcan que murieron asfixiados. En una rueda de prensa de afines a los Hermanos Musulmanes, un abogado de la cofradía, Ahmed Abu Baraka, reveló que al menos 400 de sus dirigentes han sido detenidos en los tres últimos días. "Ahora planean asesinar a estos dirigentes detenidos tal y como asesinaron ayer (por el domingo) a los que estaban arrestados", agregó Abu Baraka en alusión a lo sucedido en Abu Zabal.
Detenciones de islamistas Numerosos líderes islamistas han sido capturados desde el golpe militar que depuso el pasado 3 de julio al entonces presidente Mohamed Mursi, quien se encuentra retenido por los militares. El exmandatario islamista está en prisión preventiva acusado de colaborar con el movimiento palestino Hamás para perpetrar "acciones enemigas" contra Egipto y por el asesinato y secuestro de policías y reos durante el asalto a una cárcel.
A estos cargos, la Fiscalía egipcia sumó ayer una nueva causa, al implicarle en la muerte, detención y tortura de ciudadanos durante los disturbios ocurridos en diciembre del año pasado frente al palacio presidencial de Itihadiya, en El Cairo. Por ello, la justicia ordenó su detención preventiva por 15 días, una medida cautelar que entrará en vigor cuando acabe el periodo de prisión por el otro caso. Los partidarios del depuesto Mursi llevaron a cabo ayer nuevas protestas para exigir su restitución en el poder y condenar el violento desmantelamiento de sus acampadas de El Cairo, en las que, según informó ayer la organización Human Rights Watch, murieron al menos 377 manifestantes, muy por encima de los 288 reconocidos por el Gobierno egipcio.
Miles de islamistas salieron de numerosas mezquitas, tras el rezo de la tarde en la capital y en otras ciudades como Alejandría (norte del país) y Beni Suef (sur). Aunque en menor medida que en jornadas anteriores, se registraron disturbios en la carretera entre Alejandría y Abu Qir y en la población de Zagazig, en el delta del Nilo, de donde es originario Mohamed Mursi. La represión de las protestas islamistas ha sido condenada por los grupos de derechos humanos y la comunidad internacional.