TOKIO. Con tan solo dos de sus más de 50 reactores nucleares operativos, el nuevo Gobierno nipón capitaneado por el conservador Shinzo Abe, aún no ha desvelado con claridad cuál será su política energética para el futuro, aunque ha ofrecido pistas sobre su inclinación hacia este tipo de energía.

Aunque su antecesor, Yoshihiko Noda, prometió un futuro sin centrales nucleares a partir del año 2030 al calor del desastre de Fukushima, la victoria por una aplastante mayoría de Abe el pasado diciembre dibuja un camino de paulatino retorno a la energía atómica.

"Reactivaremos los reactores nucleares cuando se confirme que son seguros", anunció el primer ministro a primeros de mes.

Lo que parece casi seguro es que los reactores, detenidos para pasar las inspecciones de seguridad exigidas por el Gobierno tras el accidente atómico, no podrán reanudar su actividad completamente como mínimo en tres años, plazo en el que se estima concluyan estas revisiones.

Además, en el caso de no reactivarse ninguno antes de septiembre, Japón volverá presumiblemente al apagón nuclear completo, tal y como sucedió entre mayo y junio de 2012 por primera vez en 42 años, ya que para entonces está programada la parada de los reactores de la central de Oi, los dos únicos activos en el país.

Por otro lado, está la necesidad de controlar el incremento del coste de las importaciones de hidrocarburos que alimentan las centrales térmicas tras el cierre de las nucleares, que antes del accidente aportaban un 30 % del abastecimiento total del país.

En este sentido, solo en 2012 las importaciones de hidrocarburos se incrementaron un 10,4 % interanual hasta cerca de 24 billones de yenes (unos 197.000 millones de euros), lo que arrastró a Japón hasta su mayor déficit comercial histórico.

No obstante, a pesar de la contundencia de las cifras, expertos en la materia dudan de la necesidad de reanudar la energía nuclear en el país.

"Japón no necesita energía nuclear. Es la opción más cara de generar electricidad que existe", afirmó a Efe Kenichi Oshima, reputado profesor de economía medioambiental y política energética de la Universidad Ritsumeikan, en Kioto (oeste nipón).

Oshima, galardonado recientemente en Japón por su libro "El Coste de la Energía Nuclear. Un argumento a favor de cambiar las fuentes energéticas" (Iwanami Shinsho, 2012), considera que, a la larga, la atómica es la más costosa.

"Su gasto de por sí es bastante sustancioso, aunque hay que contar con los costes sociales" de este tipo de energía que se disparan en casos de grave accidente nuclear, detalló Oshima.

"TEPCO (operadora de la maltrecha central de Fukushima) no puede afrontar el pago de las indemnizaciones a las víctimas y los costes para la desmantelación de la planta, la descontaminación y la rehabilitación"; un monto que deberá abonar el Gobierno con dinero público, remarcó el experto.

Hasta el momento, la mayor eléctrica de Japón ha recibido cerca de 3 billones de yenes (24.640 millones de euros) de dinero público para cubrir los costes del accidente, al margen de haber incrementado la tarifa eléctrica de los hogares en un 10 por ciento.

Además, las operadoras eléctricas niponas tendrán que invertir al menos 1,1 billones de yenes (unos 9.000 millones de euros) en implementar los nuevos estándares de seguridad en sus centrales exigidos por el regulador.

"Abe quiere reanudar las centrales nucleares pero la opinión pública muestra que la mayoría quiere eliminarlas. Creo que, incluso para Abe, será difícil", añadió.

En este sentido, desde que se cumpliera el primer aniversario de la tragedia, cada viernes miembros de la Coalición Metropolitana Antinuclear, formada en total por unas 200.000 personas de 13 organizaciones del archipiélago, se han manifestado para pedir el fin de las nucleares en Japón.

Un mensaje que, según una encuesta realizada por el diario Asahi Shimbun, apoya cerca del 74 por ciento de la población japonesa, preocupada sobre todo por la radiación en los alimentos y los cerca de 52.000 desplazados que dejó la crisis nuclear.

El objetivo de Abe es una combinación de energías en el futuro sin descartar construir nuevas unidades.

"Los nuevos reactores serán completamente diferentes a los de la central de Fukushima Daiichi que causaron la crisis nuclear", afirmó tras asumir al poder en diciembre.

"Haremos los mayores esfuerzos para que no se produzcan daños en la vida de los ciudadanos ni en la actividad económica", aunque adelantó que la decisión final del Gobierno no obtendrán la luz verde sin "el consentimiento del pueblo japonés", obstáculo que ahora mismo se antoja complejo.