NO hace tanto tiempo, en plena era Berlusconiana, asentado Il Cavaliere en el trono de la república, una frase definía a la vieja, sabia, cínica y teatral Italia, capaz de soportar cualquier desliz ético, no así uno estético. "La mitad de Italia trabaja para Berlusconi y a la otra mitad le gustaría hacerlo". Era la Italia del hombre más poderoso de la bota, el país que devoró desde su torre de marfil como si se tratara de una mantis religiosa que se alimenta de su amante para proteger su emporio, que alcanzaba todas las direcciones. Nada escapaba de los tentáculos infinitos de la maquinaria del entonces todopoderoso Berlusconi. El exprimer ministro, un tipo dicharachero, bromista y charlatán en las distancias cortas; populista y demagogo al paroxismo en su manejo de la política, impulsado por la pólvora de su cañones mediáticos, retorcía las leyes hasta hacerlas suyas, hasta redactar una legislación que se ajustara a su perfil y esquivara la acción de la justicia, que lo investigaba por varias causas que salvaba a golpe de decreto. Desde el gobierno, Berlusconi se aplicó con celeridad y enorme éxito en salvaguardar sus propios intereses políticos y empresariales. Mientras tanto, el pueblo italiano, descreído, decepcionado por anteriores gobernantes, dio bula al mandatario.

Ésa era la radiografía del país de Mediaset (el conglomerado mediático que controlaba Berlusconi, su propietario) hasta que las exuberantes y controvertidas fiestas en la mansión de Villa Certosa que el magnate poseía en Cerdeña irrumpieron en la foto fija del gobernante, cuya conducta y comportamiento comenzó a ser señalado ante las pruebas documentales que retrataban a un político decadente en lo moral y muy cuestionado en lo ético. Con todo, Berlusconi, un histriónico funambulista, un comediante en la tragicómica Italia, esquivó el juicio moral aludiendo a la diversión y despojando de carga erótica a aquellos encuentros en sus aposentos.

La maniobra evasiva no le alcanzó, empero, para alejarse de los focos de la polémica y del escándalo porque posteriormente llegó a primera plana la historia de la joven marroquí Ruby Robacorazones y la inmundicia del Bunga-bunga, aquellas fiestas en las que en la misma coctelera se agitaban la prostitución, el poder y el sexo. Las declaraciones de Ruby, menor de edad cuando asistía a aquellas orgías, ante la Fiscalía pusieron la lupa sobre el comportamiento de Silvio Berlusconi, que antes dio cobijo a otra joven italiana que le decía "papá". El exprimer ministro dejó de ser tan simpático a ojos de la opinión pública y de los italianos, que ya no reían las gracias al viejo gobernante, abandonado por su esposa después de que se destapara el nauseabundo asunto. No era para menos.

cargos contra berlusconi Un tribunal de Milán investigó el caso Ruby y tras las pertinentes pesquisas le imputó por un delito de prostitución de menores por invitar reiteradamente a las veladas sexuales en su residencia de Arcore a Ruby y por otro de extorsión por presionar a funcionarios de una comisaría de la capital lombarda para que Ruby, detenida por robo, fuera puesta en libertad. Entonces Il Cavaliere, que se sentía intocable, impune, pleno de inmunidad en la trinchera del poder, llamó a la comisaría donde la joven estaba detenida y tras identificarse como el jefe del gobierno se inventó que con su intervención en favor de la joven pretendía evitar un conflicto diplomático con Egipto, ya que Ruby era sobrina del expresidente Mubarak. La sentencia por el caso Ruby podría llegar este mismo mes después de que un tribunal le castigara con cuatro años de cárcel la pasada semana por el caso Mediaset. De hecho, Silvio Berlusconi todavía tiene pendientes dos causas con la justicia italiana.

En medio del litigio, la crisis económica, el lobo negro que lo impregna todo, afiló los colmillos e hizo presa sobre el cuello de Italia hasta asfixiar la corbata de Berlusconi, obligado a dimitir por la agobiante presión que ejercían los mercados y a la que debía sumarse la de los mariscales europeos, con Merkel, su comandante en jefe, a la cabeza del pelotón. Alejado del damero Berlusconi, Mario Monti, un tecnócrata que contaba con el amparo y la bendición de la troika (FMI, BCE y UE), se situó a los mandos de la jefatura de gobierno ante la ruina económica que sacudía la fantasiosa y tramposa Italia que pintaba la denterosa sonrisa de Berlusconi.

Instaladas las lágrimas de la crisis en Italia (la nueva ministra de trabajo, Elsa Fornero, desesperada, lloró desconsoladamente cuando anunció los recortes que iban a sufrir su compatriotas), el país parece huir del injerto capilar del Il Cavaliere, caído en desgracia en las recientes elecciones regionales de Sicilia del pasado domingo, donde su partido, de aspecto cadavérico, fue incapaz de resistir el conglomerado de la izquierda, una coalición abiertamente declarada antimafia que se ha hecho con el poder de la isla y el vuelo estratosférico del Movimiento Cinco Estrellas, quién recabó el mayor porcentaje de voto en los comicios regionales, aunque no gobernará en Sicilia. La región fue obligada al adelanto electoral desde Roma, harta de la bancarrota, el clientelismo y las conexiones mafiosas de sus gobernantes. Raffaele Lombardo, el anterior presidente de Sicilia, está siendo investigado por colaboración con la Cosa Nostra, la mafia siciliana. Fue la causa por la que el primer ministro italiano, Mario Monti, le obligó a dimitir el pasado 31 de julio. El gobernador precedente a Lombardo, Salvatore Totò Cuffaro, cumple condena de siete años de cárcel por sus relaciones con el crimen organizado.

Creado por el actor cómico Giusseppe Grillo, quien llegó a la isla cruzando a nado el estrecho de Messina para arribar a Sicilia e iniciar la campaña, el movimiento, que cada vez contabiliza más apoyos entre la ciudadanía, se ha convertido en el azote de los políticos y en una corriente contra las castas italianas. Éstas, que se sienten amenazadas, tachan al movimiento de hacer antipolítica. El 'no partido' de Beppe Grillo exige transparencia absoluta en las cuentas públicas, así como la lucha contra la corrupción, las prebendas y privilegios obscenos de la clase dirigente, enferma desde hace años en Italia. La corrupción colonizó la totalidad del arco parlamentario y no solo al Berlusconismo, la última plaga de Italia. Tal vez la más grotesca por lo turbio y sucio del papel que envolvía la historia. De cualquier manera, esa forma de hacer política de espaldas a la ciudadanía siempre estuvo presente en el corpus dirigente italiano. Los excesos han sido durante demasiados años el santo y seña de los mandatarios. Los desmanes no eran exclusivos del partido de Berlusconi, El Pueblo de la Libertad, (PDL) ni sus asistentes de gobierno, la Liga Norte de Umberto Bossi. También en la oposición se detectaron sueldos dobles, privilegios y trapicheos varios. La abstención reflejada en las elecciones de Sicilia, que alcanzó el 52%, reflejan que el hartazgo, el desafecto y la resignación son el sentimiento mayoritario entre la ciudadanía cuando se aproxima a las urnas.

Ese suelo de caras alfombras repletas de estiércol y las escasas soluciones que se vislumbran de la política de recortes promovida por Mario Monti, el hombre de las tijeras, han sido el caldo de cultivo ideal para el enraizamiento y crecimiento del Movimiento Cinco Estrellas, que en Sicilia fue la fuerza más votada tras alcanzar el 15% de los sufragios. Cinco Estrellas, creada hace cuatro años, es la corriente que sirve como aglutinador, pegamento e hilo conductor de la respuesta popular a la desazón y al nulo crédito de la clase política italiana, en un lodazal repleto de parásitos. En esa lucha en el barro, -en Italia sobra fango por las corruptelas que infestaron el sistema hasta apolillarlo en las últimas décadas, aceleradas bajo el mandato de Berlusconi-, las soflamas de Beppe Grillo se abren paso con fuerza, sobre todo entre los más jóvenes, todavía no tan viciados por el aire irrespirable de la política italiana.

El Movimiento Cinco Estrellas, que se sitúa como la tercera fuerza política del país y continúa en ascenso, es la fiscalizadora de la clase política, ovillada también con varios episodios de índole mafiosa tanto en la capital como en el extrarradio. Entre los candidatos de las llamadas listas cívicas de Cinco Estrellas no asoma ninguno que sea profesional de la política, nada que ver con los partidos tradicionales. En las antípodas de la casta política, entre los candidatos aparecen con profusión profesores, ingenieros, informáticos, estudiantes… Su receta electoral, aunque sin mucha concreción y exactitud, clama en favor de la transparencia total de los dineros públicos, el empleo de las energías renovables sin más retardo, un máximo de dos mandatos en el poder, el recorte del gasto militar o salida de la zona euro.

triunfo en parma Esa hoja de ruta que validó el primer puesto en Sicilia, aunque no gobernará, sí le dio el triunfo y la alcaldía a la candidatura del Movimiento Cinco Estrellas en Parma, otra ciudad intervenida por el Estado a causa de la ruina económica y de la corrupción que padece, un caballo que cabalga al galope en el país transalpino.

En los comicios celebrados el pasado mayo en Parma, Federico Pizarotti, candidato del Movimiento Cinco Estrellas obtuvo el 60% de los sufragios emitidos. Barrió a todos sus adversarios en el ring electoral. "Soy una persona normal, antes que nada. Pienso precisamente por esto que podré dialogar al mismo nivel con todos los ciudadanos y dar muestra de cómo se puede hacer política de modo distinto a la que hemos visto en los últimos años", manifestó Pizzarotti al término de la jornada electoral. Beppe Grillo aseguró entonces que "hemos pasado de la democracia representativa a la democracia participativa" y destacó "el vacío político" que se vive en Italia como una de las razones de su fuerza, en proceso de expansión por el mapa italiano. "Llenamos ese espacio con la híperdemocracia". Es el discurso de una Italia que reniega de su casta política.