Moscú. Con la dura sentencia contra las integrantes de la banda punk Pussy Riot, el presidente ruso, Vladimir Putin, está probando sus límites. Ahora, la sociedad rusa se enfrenta a un "examen de tolerancia ante la tiranía", comentaba ayer el diario online crítico con el régimen gazeta.ru. ¿Hasta donde puede llegar el hombre fuerte de Rusia? Los defensores de los derechos civiles lo tienen claro: si la población acepta el veredicto, Putin podrá hostigar a sus opositores a su gusto y perseguirlos a golpe de condenas.
La condena de dos años de prisión contra las activistas por su breve "rezo punk" contra Putin en la catedral del Cristo Redentor en Moscú se ve como una dura señal del jefe del Kremlin a sus adversarios. El mensaje: quien no esté conmigo será apartado. "El país vuelve definitivamente a los gulags de Stalin", advirtió el diputado Gennadi Gudkov, quien también está en el punto de mira de la cúpula. Los defensores de los derechos humanos temen más represiones y se habla incluso de inquisición. Para gazeta.ru, el Kremlin ha utilizado la condena de las Pussy Riot para vengarse de todas las críticas de los últimos meses, desde las protestas masivas de decenas de miles de personas tras elecciones parlamentarias del 4 de diciembre.
El parlamento, dominado por el partido de Putin, Rusia Unida, endureció las leyes a tal velocidad que la oposición apenas pudo responder con protestas. Decenas de jóvenes están además detenidos tras la escalada de la protesta celebrada en la noche previa al regreso de Putin a la presidencia, el 7 de mayo, y podrían ser condenados a años de cárcel.
Precisamente, el excampeón mundial ruso de ajedrez Gari Kasparov podría ser condenado a hasta cinco años de cárcel tras ser detenido en el marco de una manifestación en apoyo a la banda punk Pussy Riot. La fiscalía acusa al crítico del Kremlin de haber mordido a un policía, versión que niega el propio exajedrecista profesional. "Quizás le mordió su perro", dijo al respecto Kasparov.