París. Un partido de extrema derecha como tercera fuerza política: esa es la amarga realidad en Francia. En la primera vuelta de las elecciones para la Asamblea Nacional, el Frente Nacional (FN) obtuvo el 13,6% de los votos, más del doble que los Verdes y el Frente de Izquierda. Si no fuera porque la ley electoral francesa perjudica a los partidos sin aliados para formar coalición, los ultraderechistas podrían hacer valer su opinión más de lo que muchos desean en la Asamblea Nacional.
El buen resultado de la derecha logró opacar incluso la alegría del presidente francés François Hollande y los socialistas por sus buenas perspectivas para la segunda vuelta. La jefa del partido, Martine Aubry, llamó ayer a evitar con todos los medios el ingreso del FN de Marine Le Pen en la Asamblea Nacional. Mientras, el partido ultraderechista celebra la atención recibida. Con el pecho encendido de orgullo, Marine Le Pen ya llama al FN "la tercera mayor fuerza política del país". El éxito del Frente nacional no viene, según los especialistas en ciencias políticas, de la nada. Le Pen, de 43 años, ordenó tras asumir como líder del partido fundado por su progenitor en 1972 que rejuvenezca radicalmente su imagen. En los eventos partidarios ya no se tolera la presencia de rapados con borcegos. Tampoco suele haber más ataques verbales contra musulmanes y homosexuales. La radicalidad se limita a rechazar el euro y a políticas migratorias. Con este cambio de rumbo, el FN ha logrado más de tres veces la cantidad de votos que obtuvo en la primera ronda para las elecciones parlamentarias en 2007.
La imagen más juvenil del partido es la de Marion Maréchal-Le Pen, nieta de Jean-Marie. La telegénica joven de 22 años fue la candidata con más votos en su distrito electoral, con el 34%. De esta forma superó incluso la mejor marca hasta ahora, la de su tía Marine Le Pen. Y mientras en el FN celebran, en otros partidos se sufren amargas derrotas. El líder del Frente de Izquierda, Jean Luc-Mélenchon, ha quedado fuera de la carrera en la primera ronda frente a con su enemiga declarada, Marine Le Pen. Un destino igual de amargo podría correr Ségolène Royal. La política quería ser jefa de la fracción socialista en la Asamblea Nacional. En la primera vuelta tuvo un tan mal resultado que tiene pocas oportunidades de acceder a un escaño. En el peor de los casos, deberá ver sin un mandato cómo su expareja hace realidad un gran sueño del partido: contar por primera vez con mayoría en las dos cámaras parlamentarias y además, con la presidencia.