BAGDAG. Al menos cincuenta peregrinos chiíes perdieron la vida ayer y otros cien resultaron heridos en un atentado suicida en el sur de Irak, que ha vivido en las últimas semanas un resurgir de la violencia religiosa contra los fieles de este credo que ha dejado decenas de muertos.
El ataque tuvo como objetivo un grupo de creyentes que celebraba la festividad chií de Al Arbain, que conmemora el fin de los cuarenta días de luto guardados por la muerte en el año 680 del imán Husein, nieto del profeta Mahoma.
Una fuente de los servicios de seguridad explicó que los chiíes se encontraban en el santuario de Jutuat al Imán en la localidad de Al Zubeir, situada en la provincia sureña de Basora, cuando un terrorista suicida detonó un cinturón de explosivos adosado a su cuerpo.
Este atentado es el último de una ola de ataques contra los chiíes en las últimas semanas en Irak, muchos de ellos contra los peregrinos que se dirigían a la ciudad santa de Kerbala, a 110 kilómetros al sur de Bagdad, donde está el mausoleo del imán Husein para celebrar Al Arbain, que culminará esta noche.
El 5 de enero, una ola de atentados causó la muerte de casi sesenta fieles chiíes, algunos de ellos peregrinos, en distintos puntos de Irak.
El imán Husein murió en la batalla de Kerbala contra el califa omeya Yazid I, momento que se considera el cisma entre las confesiones suní y chií, las dos principales del islam.
Husein era el nieto del profeta Mahoma y es el tercero de los doce imanes chiíes después de su padre Ali Ibn Abu Talib, que se casó con una hija de Mahoma, y de su hermano Al Hasan.
Durante esta festividad, los creyentes chiíes se flagelan e infligen castigos corporales, en señal de arrepentimiento y como muestra de dolor por la muerte de Husein.
Los últimos ataques ahondan la brecha abierta entre las comunidades chií y suní en Irak, inmerso en una grave crisis política desde el pasado diciembre debido a la orden de arresto emitida contra el vicepresidente suní, Tarek al Hashemi, por su supuesta vinculación con actos de terrorismo.
La crisis ha coincidido, además, con el fin de la presencia militar estadounidense en Irak que retiró todas sus tropas del país árabe el pasado 18 de diciembre tras casi nueve años.
Al Hashemi, dirigente del bloque político Al Iraqiya, está refugiado en la región del Kurdistán iraquí desde que un tribunal emitió, el 19 de diciembre, una orden de detención contra él.
El vicepresidente negó categóricamente las acusaciones, aunque anunció su disposición a comparecer ante la Justicia del Kurdistán porque no está sometida al control del Gobierno central, algo que rechazó el primer ministro, Nuri al Maliki, quien pidió su entrega a las autoridades de Bagdad.
Al Iraqiya, liderada por el exjefe del Gobierno Ayad Alaui, decidió entonces boicotear las sesiones del Ejecutivo, donde tenía ocho ministros, tras haberse retirado previamente del Parlamento en protesta, entre otros asuntos, por la gestión de Al Maliki.
El actual Gobierno de unidad nacional fue constituido el 21 de diciembre de 2010 tras más de nueve meses de vacío gubernamental, causado por las discrepancias entre las distintas fuerzas políticas, a raíz de los ajustados resultados de las elecciones parlamentarias de marzo de ese año.
La alianza ganadora fue Al Iraqiya, una coalición laica integrada por suníes y chiíes que con 91 de los 325 escaños del Parlamento no tuvo asientos suficientes para formar Gobierno.
Las principales contrincantes de Al Iraqiya fueron el bloque Estado de Derecho, de Al Maliki, que quedó segundo, y la Alianza Nacional Iraquí, del exprimer ministro Ibrahim al Yafari, que forjaron un acuerdo para formar la chií Alianza Nacional, que sumó 159 asientos en la Asamblea.
Las diferencias entre esas fuerzas degeneraron en un vacío gubernamental que terminó con una serie de acuerdos alcanzados en Erbil (capital del Kurdistán iraquí) entre todos los grupos políticos que permitieron formar un gabinete de unidad nacional en diciembre de 2010.