ESTOCOLMO. Así lo apuntan los medios noruegos e instituciones como el Instituto para la Investigación sobre la Paz (PRIO) de Oslo. Los fundadores del Movimiento 6 de Abril, Israa Abdel Fattah y Ahmed Maher; y los activistas Nora Younis y Wael Ghonim, director de "marketing" de Google para Oriente Medio y el Norte de África, aparecen como las mejores bazas de la rebelión egipcia. La "bloguera" tunecina Lina Ben Mhenni suena como candidata, aunque el tiempo puede jugar en su contra y en la de los egipcios.
El plazo de nominaciones al Nobel se cerró el 1 de febrero, antes de que Hosni Mubarak renunciara a la presidencia en Egipto y poco después de que Ben Ali hiciera lo propio en Túnez.
Y a pesar de su caída, no está claro el futuro político de Egipto y Túnez, aunque el Comité Nobel podría conceder el premio para impulsar cambios en esos países, como ha hecho otras veces. Como inspirador de las revueltas aparece el teórico de la no violencia estadounidense Gene Sharp y su Instituto Albert Einstein.
Pero la solidez de los candidatos árabes se ha visto cuestionada por unas recientes declaraciones del secretario del Comité Nobel noruego, Thorbjørn Jagland, mostrándose "sorprendido" porque los medios de su país no hayan visto lo evidente de la elección de 2011.
Las apuestas de la casa Unibet apuntan sin embargo a la presidenta de la Comisión Afgana Independiente de Derechos Humanos, Sima Samar, o los cubanos Osvaldo Payá y Óscar Elías Biscet.
Pero por encima de todos aparece la opositora birmana, Aung San Suu Kyi, liberada a finales de 2010 tras varios años de arresto domiciliario, a pesar de que su elección sería una sorpresa mayúscula, ya que fue galardnada con el Nobel de la Paz en 1991.
La organización de derechos humanos Memorial y su dirigente Svetlana Gannushkina son los mejores candidatos rusos, por delante de la abogada chechena Lidia Yusúpova, la uigur Rebiya Kadeer y el activista Serguéi Kovaliov.
El fin del conflicto en Sudán sería a priori un acontecimiento sobre el que el Comité Nobel podría fijarse, pero sus opciones pierden fuerza por la falta de un candidato claro tras la muerte de John Garang, padre de la independencia del sur de ese país.
En las quinielas aparecen los fundadores de internet, el canal de televisión Al Jazeera, el activista Leymah Gbowee y la presidenta Ellen Johnson-Sirleaf, ambos de Liberia; el keniano Ory Okolloh, la Unión Europea (UE) o el ex canciller alemán Helmut Kohl.
El portal de Internet WikiLeaks y su fundador, Julian Assange; el arzobispo indio Thomas Menamparampil, el médico congoleño Denis Mukwege, el monje vietnamita Thich Quang Do y el activista antinuclear israelí Mordechai Vanunu son otros nombres en liza.
Pero su condición de candidatos -que pueden ser nominados por catedráticos de Universidad en Derecho o Ciencias Políticas, parlamentarios o antiguos laureados de todo el mundo- sólo se puede conocer si quienes lo han propuesto lo hacen público.
Así ha ocurrido con la Fundación Vicente Ferrer, las Abuelas de la Plaza de Mayo, la organización católica laica Comunidad de San Egidio o el pianista y director argentino-israelí Daniel Barenboim.
El Comité Nobel no difunde la lista hasta pasados 50 años, y lo único que confirma ahora es el número de candidatos, que este año ha alcanzado la cifra récord de 241, de ellos 53 organizaciones.
Sus decisiones no pocas veces han sido polémicas, por no ajustarse siempre a los criterios marcados en su testamento por su creador, Alfred Nobel, quien dejó escrito que se debía premiar a quienes contribuyeran a fomentar la fraternidad entre las naciones, a la reducción de armamento y a la promoción de la paz.
Polémicas fueron las dos últimas elecciones: el presidente de EEUU, Barack Obama (2009); y el activista chino Liu Xiabo, que provocó una dura reacción de Pekín contra Oslo, pese a que Noruega trató de desmarcarse insistiendo que el comité es independiente.
La designación de Jagland, ex primer ministro noruego y en la actualidad también secretario general del Consejo de Europa, al frente del comité ha aumentado la controversia en los últimos años.
De ahí que voces autorizadas como la del ex primer ministro Kjel Magne Bondevik o la de Raymond Johansen, secretario general del Partido Socialdemócrata, hayan instado al Parlamento noruego a discutir cómo dejar más clara la independencia del comité y si es acertado sólo elegir como miembros a ex políticos.
Lo único que Nobel dejó escrito en su testamento es que el premio lo deben de elegir cinco personas, sin especificar su condición, elegidas por el Parlamento noruego.