nuria ferragutcasas
No dudaron en entrar en el infierno para rescatar a millares de personas. Los bomberos de Nueva York, con el rostro ensangrentado, polvorientos y abatidos, se convirtieron el infausto 11 de septiembre de 2001 en los héroes de la tragedia para siempre. Su valentía salvó muchas vidas pero pagaron por ello un precio muy alto: 343 bomberos murieron durante los ataques terroristas contra las Torres Gemelas. Aquel día hubo muchos héroes, algunos han quedado en el anonimato, otros como los bomberos, policías y paramédicos que perdieron sus vidas en las labores de rescate, son venerados por el país.
Durante los días posteriores a los atentados, los grandes camiones y estaciones de bomberos se convirtieron en improvisados santuarios. Centenares de ciudadanos colocaron a sus pies flores, velas, cartas, y fotos de bomberos caídos. La ciudad lloraba a sus muertos y la proeza de los bomberos era su consuelo, su orgullo.
El capitán John Feehan es un bombero de tercera generación. Recuerda aquel día perfectamente, sus horribles imágenes quedaron grabadas en sus retinas. Era su día libre pero cuando vio por televisión el impacto del primer avión contra una de las Torres Gemelas se dirigió sin pensarlo dos veces a su parque. "Pensé que sería necesaria toda la ayuda posible", dijo John. Su padre, el segundo máximo rango del cuerpo de bomberos de Nueva York, también trabajó ese día. William Feehan, reverenciado por sus años de conocimiento y astucia en la lucha contra incendios, se encontraba en el centro de operaciones del World Trade Center. Una coordinación que se complicó mucho ya que las radios no funcionaron bien y la comunicación entre bomberos y policías fue muy pobre. "Fue una gran tragedia, pero hemos aprendido mucho de ella", explica John, que prosigue su relato.
Un silencio mortal Él y sus compañeros se encontraban a cuatro bloques de la zona cuando una de las torres colapsó. "En aquel momento me di cuenta de que debía encontrar a mi padre. Tuve un mal presagio cuando llegué allí. No se escuchaba nada, era un silencio mortal", recuerda John. Tardó unos minutos en poder ver entre la gran nube polvorienta. Una dantesca imagen, nunca antes vista, se le apareció ante él. Todo eran escombros y se podían ver cadáveres por todas partes. John asegura que tardó más de cinco horas en conocer el paradero de su padre.
"Mi presagio se cumplió, había muerto al lado de la Torre Sur, donde el comando de operaciones se había trasladado para coordinar mejor el rescate", lamenta. Su padre tenía 71 años pero nunca quiso retirarse. "No sabía hacer otra cosa. Quería estar allí, con sus hombres", explica su hijo y añade que, si hubiera sobrevivido, "habría quedado devastado al conocer la muerte de 343 bomberos". A pesar de todo, John se siente afortunado porque pudo recuperar el cadáver de su padre y oficiar con sus hermanos el entierro. Una suerte que no tuvieron muchas familias de centenares de víctimas".
El informe de la comisión independiente que investigó los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos concluyó que defectos de equipamiento, problemas de comunicación y coordinación complicaron las tareas de socorro después de que los secuestradores de dos aviones de pasajeros los estrellaran contra las Torres Gemelas que causaron la muerte de 2.749 personas.
Por ejemplo, el director de prevención de incendios de la torre norte ordenó la evacuación total del edificio un minuto después de que se estrellara la aeronave, pero su mensaje no pudo ser escuchado porque el sistema público de altavoces del edificio estaba roto. Aun así, la mayor parte de los ocupantes del edificio no necesitó instrucciones para salir.
lecciones aprendidas "Ahora haríamos las cosas de forma muy distinta", afirma el capitán Fehaan. Uno de los errores más importantes es que el centro de operaciones se encontraba en una zona de máximo riesgo de sufrir un atentado. De hecho, el World Trade Center ya fue el objetivo de otro atentado terrorista islamista con un coche bomba en 1993. Según Feehan, el comando de emergencias se sitúa ahora alejado de objetivos terroristas, las comunicaciones se han modernizado y se han creado nuevos reglamentos y medidas para mejorar la evacuación de edificios. "Las escaleras de emergencia, por ejemplo, tienen que ser más anchas", dice.
El cuerpo de bomberos de Nueva York no sólo perdió vidas aquel día, sino también mucha experiencia. "Los mejores hombres murieron y eso complicó mucho la recuperación del cuerpo", según Feehan, que explica que si se produjera otra situación como los terribles atentados "no se mandarían todos los efectivos y recursos".
"Tardamos más de dos años en recuperar nuestros medios y formar a los nuevos bomberos", asegura este capitán que sabe que el conocimiento es la mejor herramienta de los bomberos. Aun así, el cuerpo nunca se ha recuperado del todo del horrible atentado. "Mis compañeros no quieren hablar de ello, fue muy difícil superarlo. De hecho, algunos no lo lograron y dejaron la profesión", afirma con tristeza.
formación en terrorismo John Feehan admiraba a su padre por su coraje pero también por su gran conocimiento de la profesión. Por ello, nunca ha dejado de formarse en todos los ámbitos y no dudó en asistir a uno de los cursos sobre terrorismo de la prestigiosa escuela del Ejército de los Estados Unidos West Point.
"Nos dieron información general sobre los diferentes tipos de terrorismo, sus formas de ataque, y cómo las otras agencias y departamentos luchan contra ellos", explica Feehan. Para este bombero de vocación, hubo errores aquel 11 de septiembre de 2001 pero "eran muy difíciles de predecir, nadie pensaba que algo tan horripilante pudiera ocurrir".