Vitoria

Se trata de una expresión manida pero es la que más se ajusta a la realidad: los ataques del 11-S cambiaron la faz del mundo. Embarcaron al mundo en una espiral de guerras y acciones terroristas, provocaron que muchos países subordinaran sus presupuestos al gasto militar e introdujeron otros agentes además de los Estados -como Al Qaeda- que demostraron poder marcar los destinos del planeta. Diez años más tarde, el mundo como lo conocíamos no existe: Estados Unidos ha perdido su hegemonía definitivamente en favor de otros actores, sobre todo, China y los países emergentes liderados por India, Rusia y Brasil. Europa, mientras tanto, ronda como un pollo sin cabeza, noqueada por la crisis económica, y la incertidumbre se cierne sobre los países que han vivido su primavera árabe y que han derrocado a sus tiranos sin saber a ciencia cierta hasta dónde llegarán los cambios.

Entre tanto, la reacción bélica de los Estados Unidos de George W. Bush tras los atentados de Nueva York y Washington se ha confirmado como un error desde todo punto de vista. La guerra contra el terrorismo emprendida por la Administración republicana en 2001, con la excusa de la terrible masacre de las Torres Gemelas, derivó en intervenciones militares en Afganistán e Irak, con un coste de vidas de militares estadounidenses que supera con mucho al número de fallecidos en el World Trade Center. A eso hay que sumar el desmesurado gasto militar que, con el tiempo, ha llevado al abismo las cuentas públicas estadounidenses. Pero las consecuencias en Afganistán e Irak han sido peores. Las miles de víctimas civiles cosechadas ni siquiera han servido para poner fin a la violencia que sacude esos países.

Esa actitud de "cowboy, de ir de salvadores, diciendo quiénes son los buenos y quiénes los malos", ha "polarizado el mundo", asegura Juanjo Álvarez, catedrático del Derecho Internacional Privado de la UPV/EHU. La Administración Bush, respaldada por la comunidad internacional y especialmente por Naciones Unidas, inició la invasión de Afganistán un mes después del 11-S con la invocación de la legítima defensa, ya que se estableció que el régimen talibán protegía a Osama bin Laden. Tras el desalojo inmediato de los talibanes, este grupo extremista islámico ha ido recuperando terreno hasta llegar al punto de que, en la actualidad, controla buena parte del país.

el error de irak Dos años más tarde, Bush amplió sus ansias belicistas al Irak de Sadam Husein. Argumentó que escondía armas de destrucción masiva, algo que, como se comprobó más tarde, era una falacia, y arrastró a la contienda a países como la Gran Bretaña de Tony Blair y la España de José María Aznar, pero esta vez sin el respaldo de los organismos internacionales. Una invasión completamente ilegal, que acabó con el derrocamiento del dictador Sadam Husein y su ejecución, desmanteló la administración estatal y la sustituyó por los servicios de contratistas occidentales y exacerbó las diferencias tribales y religiosas, hasta el punto de abocar al país al abismo de la guerra civil. "La historia ha demostrado que se trató de un error de táctica militar y de estrategia por parte de un país que quería salvaguardar su primacía mundial", explica Álvarez. La intervención en este país no fue una mera operación de castigo o imposición de la democracia a la fuerza; ni siquiera era una mera venganza. Mucho tiempo atrás, la Administración estadounidense ya estudiaba escenarios para intervenir en la zona, por interés meramente empresarial y para controlar una importante reserva petrolífera.

El periodista Ignacio Ramonet refleja en el libro Irak, historia de un desastre el testimonio de un antiguo oficial de la CIA: "Ese era el plan. El Gobierno solo esperaba un pretexto. El general Wesley Clark ha dicho públicamente que el 11 de septiembre, cuando los norteamericanos se lanzaban al vacío desde lo alto de las Torres Gemelas dándose la mano, la gente de la Casa Blanca le había llamado para decirle cargádselo a Irak. No dedicaron un solo pensamiento a nuestros conciudadanos que estaban muriendo o a los que se suicidaban para escapar de las llamas. Para ellos el 11 de septiembre no era un ataque. Era un regalo".

No hizo falta mucho tiempo -ni siquiera las masacres de Madrid en 2004 y de Londres el año siguiente, fruto del terrorismo yihadista- para comprender el error de la Administración Bush. Juanjo Álvarez considera que la sociedad norteamericana había asumido internamente que había que poner fin a esta política, incluso antes de la llegada de Barack Obama al poder. Para el experto en Derecho Internacional Privado, todo ese conjunto de políticas "ha polarizado el mundo y ha generado una serie de alianzas en clave regional que ha restado a Estados Unidos capacidad de liderazgo, tanto en poder efectivo militar como en autoritas". La prueba es que "hasta países absolutamente sumisos como Ecuador o Panamá han puesto en cuestión las bases americanas en sus territorios", explica.

Para José Luis de Castro, profesor de Relaciones Internacionales de la UPV/EHU, este declive de Estados Unidos como potencia "unipolar" se remonta a antes de 2001, aunque se ha agudizado en la última década. "Estamos avanzando de una forma más clara a un sistema multipolar. Es un hecho que el poder se empieza a trasladar hacia Asia-Pacífico. La importancia de los denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China) será una verdad incuestionable de aquí a diez o quince años. El centro del poder va estar en esas potencias. Por el contrario, Bruselas y Washington probablemente gozarán de menos poder que actualmente".

otros países, nuevos valores Pero lo más relevante de este cambio histórico, lo más desconcertante para los occidentales, es que se trata de países con unos valores "distintos a los nuestros. Teníamos la idea de que la globalización iba a llevarnos a una homogeneización de valores, de nuestros valores, pero seguramente no va a ser así -advierte-. A muchos de estos países les importa muy poquito los valores basados en la economía social del mercado, el respeto a los derechos humanos, la democracia pluralista, los medios de comunicación independientes o la salvaguarda de minorías".

Este cambio de paradigma también tendrá su repercusión en los organismos internacionales. De Castro opina que el futuro de Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional pasa por permitir que las potencias emergentes "puedan jugar papeles cada vez más importantes" en ellos. "Son bastante descreídos respecto a los organismos de gobernanza mundial, porque creen que son instrumentos al servicio de las potencias occidentales", aclara este experto.

Juanjo Álvarez es algo más optimista respecto al futuro que le espera a la ONU. "Frente a lo que se opina, creo que Naciones Unidas va a tener más papel que nunca. Está ya empezando a trabajar en Libia respecto a los desaparecidos o en la creación de un fondo internacional para la hambruna y de un auténtico sistema de defensa y no de ataque".

A nivel mundial, Álvarez es de la opinión de que, en el futuro, EEUU "va a intentar ser más fenicio que romano", utilizando la afortunada identificación que hizo el catedrático de Derecho Constitucional Gurutz Jáuregui respecto al modelo fenicio ligado al comercio, al romano unido al poder de la fuerza y al griego vinculado a los valores. "Obama va a crear una especie de softpower, un poder blando, intentando imponerse mediante la autoridad comercial", mantiene.

¿Y qué depara a Europa este contexto? Su falta de voz unitaria le hace perder puntos ante Obama, que no ha dudado en hacerle algunos feos, como cuando dejó a la Unión Europea fuera del acuerdo sobre el cambio climático de 2009, que selló con China y otros países emergentes. "Al presidente estadounidense sólo le interesa la UE en la medida que sea funcional. No cabe duda de que Europa es aliada de Estados Unidos pero a medio plazo debemos acostumbrarnos a que podemos tener desencuentros y no tiene por qué pasar nada", concluye José Luis de Castro.