BUENOS AIRES. Fernández, de 58 años, anunció hoy que competirá en los comicios de octubre próximo, para los que, según varias encuestas, cuenta con amplia intención de voto para triunfar y quedarse otros cuatro años en la Casa Rosada.
Aunque con estilo propio, la dirigente peronista ha cumplido la promesa de profundizar un modelo político y económico, con aciertos y errores, gestado por Néstor Kirchner, quien falleció de un ataque cardíaco en octubre pasado.
"Mi compromiso es irrenunciable e irrevocable, no sólo por la memoria y el legado de Kirchner sino fundamentalmente por los jóvenes que tanto esperan de este nuevo país y en el que espero ser un puente entre las nuevas y viejas generaciones", dijo Fernández al anunciar hoy que buscará la reelección.
Tras dos décadas de una trayectoria política que supo construir a fuerza de una destacada labor legislativa y una fuerte vocación de poder, Fernández se convirtió en 2007 en la primera mujer en ser elegida para ocupar la Presidencia argentina.
En los comicios presidenciales de ese año logró un caudal de votos del 45,29 por ciento, casi el doble de los que había logrado Kirchner en 2003, y asumió al frente del Ejecutivo con una imagen positiva del 51 por ciento.
Uno de los logros de su gestión ha sido mantener el ritmo de crecimiento económico, aun frente a la crisis global desatada en 2008.
También hizo guiños a los mercados al reabrir en 2010 el millonario canje de deuda con acreedores privados cerrado en 2005 e iniciar negociaciones para regularizar la deuda con el Club de París, aunque tomó otras medidas polémicas como utilizar reservas excedentes del Banco Central para pagar deudas soberanas del país.
Otro punto controvertido es el manejo cuestionado de los datos oficiales de inflación, como también la decisión de no enfriar la economía pese a la escalada de precios, criticada por economistas ortodoxos.
A Fernández también se le achaca no haber calculado los costos económicos y políticos del conflicto con el sector agrario que estalló en marzo de 2008, cuando el Gobierno intentó imponer impuestos móviles a las exportciones de granos.
En lo político, la decisión del vicepresidente argentino, Julio Cobos, de oponerse a ese iniciativa supuso que éste pasase a convertirse de un líder opositor.
Además, el conflicto con el campo hizo mella en la imagen positiva de Fernández, proceso que derivó en una dura derrota electoral para el oficialismo en los comicios legislativos de junio de 2009, por la que perdió su mayoría absoluta en el Parlamento.
Sin embargo, tras esos comicios la oposición no logró consolidarse, por lo que hoy ninguno de los rivales de Fernández que aspiran a la Presidncia iguala o supera a la mandataria en intención de voto ni en imagen positiva, según los últimos sondeos.
De riguroso luto, a Fernández se la ha visto afrontar con entereza la muerte de su esposo, aunque en ciertos momentos no ha ocultado tristeza y cansancio.
La presidenta ha confesado que, con el fallecimiento de Kirchner, una parte de ella "se fue con él", el "compañero" de toda su vida, como gustaba llamarlo y con quien se casó en 1975, un año después de conocerse en la universidad y después de seis meses de noviazgo.
Heredera de la jefatura política del gobernante Partido Justicialista, en el que milita desde su juventud, Fernández también se ha mostrado molesta por las tensiones dentro del peronismo, en particular con los sectores sindicales que le apoyan pero que presionan por conquistar espacios de poder.
Estos sectores sindicales rivalizan en voz baja con la ascendente agrupación política juvenil La Cámpora, fundada por Máximo, el hijo mayor de Fernández, de 34 años.
Hija de una matrimonio de clase media de La Plata (60 kilómetros al sur de Buenos Aires), la presidenta es madre además de Florencia, de 21 años, quien, como Máximo, nació en Río Gallegos, capital de la sureña provincia de Santa Cruz, la tierra natal de Kirchner y donde reposan los restos del expresidente.