Diyarbakir. La imagen del AKP ha caído relativamente entre los kurdos en el último año y medio, debido a la encarcelamiento de centenares de activistas y a la ilegalización del partido predecesor del BDP. De ahí que sea indispensable establecer de nuevo el diálogo con los nacionalistas kurdos y poner solución al conflicto con el grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Su líder, Abdula Öcalan -encarcelado de por vida en la isla-prisión de Imrali-, amenazó con que, tras los comicios, "o se alcanza un acuerdo histórico o habrá guerra". De hecho, el PKK ha irrumpido en la campaña electoral con ataques a las fuerzas de seguridad, incluido un atentado contra el convoy de policías que escoltaba a Erdogan. "Öcalan y el Estado ya están negociando y, además, lo están haciendo sobre temas importantes", revela Naci Sapan, director del diario Özgür Haber de Diyarbakir, la principal ciudad kurda. El poder de los nacionalistas kurdos en el este del país es innegable y su influencia en el Parlamento de Ankara se consolida a cada elección. "Su organización se basa mucho en el modo de trabajo de los antiguos partidos comunistas. Van casa por casa hablando con la gente, tienen comités de barrio, de estudiantes, de mujeres y en los lugares de trabajo. Son los dueños de la calle", explica Sapan. "No es la coerción -de la que les acusa Erdogan- la que les da votos, sino un trabajo de persuasión y la defensa de la identidad kurda", asegura. Sin embargo, en el seno del PKK hay una división entre los partidarios de un acuerdo con el Estado turco y aquellos partidarios de continuar la lucha armada.
En 2009, un dirigente del PKK en Irak reconoció que es "difícil" para la dirección controlar a los militantes dentro de Turquía, que a veces actúan de forma autónoma. "Los casos de Irlanda o Sudáfrica nos muestran que no es posible solucionar este tipo de conflictos al cien por cien. Siempre quedará un grupo marginal que se opondrá a la solución", opina.