En Níger y Malí encontrar a Bin Laden costaba un poco de paciencia hace un año. Y poco más de cinco euros al cambio. Sarakole, dueño de un comercio repleto de camisetas falsas del Arsenal y el Chelsea, pósters de estrellas de hip hop y llaveros con la cara de Obama, sólo exigía ser discreto. Si se cumplía la norma y uno se rascaba el bolsillo aparecía al rato con pegatinas y camisetas con el rostro del líder de Al Qaeda. Su prudencia no era gratuita. Hace casi dos años las autoridades decidieron que había que acabar con el avance del merchandising de corte alqaediano. "Un día la policía vino y se llevó unas quince camisetas y pegatinas con la cara de Bin Laden que teníamos en la tienda. Hicieron lo mismo en todo el mercado. Es injusto, vendía muchas", se lamentaba Sarakole. Antes de la prohibición, colocaba entre diez o quince al día. Ahora vende camisetas con la cara de Obama, pero menos. El aplauso casi unánime de los líderes del África subsahariana ante el anuncio de la muerte Bin Laden no entierra las simpatías que este despierta entre algunos sectores de población de países africanos donde hace años que se ha incrustado el islamismo más radical.
El ministro de Exteriores malí, Soumeylou Boubeye Maiga, se apresuró a declarar su apoyo al desenlace, aunque fue cauto. "Damos la bienvenida a la muerte de Bin Laden, pero debemos tener cuidado; debemos estar extremadamente vigilantes en los próximos seis meses porque sabemos que cada vez que Al Qaeda recibe un golpe, hay atentados de venganza", dijo a la BBC. La franquicia de la banda terrorista en el Magreb tiene en el Sahel un inmenso e incontrolable escondite y centro de financiación que se nutre del pago de rescates de secuestrados occidentales o el comercio de drogas o armas.
un Che guevara musulmán Su presencia cala en la población. En Gao, ciudad a las puertas del desierto malí, no era raro encontrar el verano pasado a ciudadanos que veían en Bin Laden a una suerte de Che Guevara de la causa musulmana radical y no a un terrorista despiadado movido por el fanatismo. A veces, las razones del seguidismo nacen más de un idealismo desdibujado que de la locura de excusa religiosa. A Abdul, guía de 32 años y musulmán moderado, la policía de Bamako, capital malí, le obligó a quitar sus pegatinas con la imagen del terrorista saudí de su motocicleta Yamaha 80. "Lo que hizo (Bin Laden) está mal, pero a mí me gusta su valentía para enfrentarse a EEUU, que no me gustan nada. Yo no soy radical pero me atrae su imagen de líder, su valor para enfrentarse al país más poderoso", explicó a DNA. Pese a los esfuerzos de los gobiernos por maquillar la simpatía de parte de la población por el líder terrorista, la pobreza y los bajos índices de alfabetización en la región ayudan a que cuaje esa visión.
"No era Robin Hood" El analista sierraleonés Ayo Johnson admite en conversación telefónica que África concentra algunos seguidores atrapados por el aura Bin Laden, pero niega que sea la norma. "Algunos pueden verle como un luchador por la libertad, pero es ridículo que hablen de él como una especie de Robin Hood. Es cierto que tiene apoyo en la zona del Sahel pero allí los gobiernos están haciendo esfuerzos para acabar con eso. En general, la muerte de Bin Laden ha sido una gran noticia para África", opina.
Kenia, Tanzania o Uganda firmarían la última frase de Johnson. Los tres países han sufrido en su territorio atentados con la firma de Al Qaeda -en total más de 300 muertos- y fueron los primeros en celebrar el asesinato de su principal responsable. El presidente de Tanzania, Jakaya Kikwete, calificó la noticia de "alivio" mientras que su homólogo keniano, Mwai Kibaki, dijo que se trataba de "un acto de justicia". En 1998, un atentado en las embajadas estadounidenses en ambos países africanos dejó más de 220 muertos, casi todos locales. Pero el temor a Al Qaeda no es cosa del pasado.
El primer ministro de Kenia, Raila Odinga, apuntó ayer el porqué. "Los kenianos están felices y agradecen a EE.UU. y a la gente pakistaní que hayan logrado matar a Bin Laden. La muerte de Osama solo puede ser positiva para Kenia, pero necesitamos un gobierno estable en Somalia", subrayó. La mención al cuerno de África es clave para la región.
En Somalia, sumida en el desgobierno desde 1991, opera Al Shabab, a quien EEUU acusa de ser una franquicia de la banda terrorista. Sus países vecinos, con Kenia al frente, temen que el caos somalí desestabilice la región.