Londres/Bengasi. Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, los tres países que encabezan la intervención internacional contra el régimen de Muamar el Gadafi, estudian la posibilidad de armar a los rebeldes libios si los ataques aliados no logran forzar la salida del poder del coronel libio. El último en manifestarse en este sentido fue ayer el primer ministro británico, David Cameron, quien señaló que "no excluye" la posibilidad de suministrar armas a los sublevados, aunque dejó claro que esta decisión no se ha tomado aún. Mientras, en el terreno se hace cada vez más visible la dependencia que tienen los rebeldes de la ayuda de los aliados.
En la sesión semanal de preguntas al primer ministro en la Cámara de los Comunes, Cameron dijo que las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU no descartan la "provisión de asistencia a quienes protegen a los civiles en ciertas circunstancias". "No lo descartamos, pero no hemos tomado una decisión", puntualizó el jefe del Gobierno. "Debemos hacer todo lo posible para hacer cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad. El embargo de armas se aplica a todo el territorio de Libia, pero, al mismo tiempo, la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU permite tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles", señaló.
En esos mismos términos se refirió el martes la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, al término de la Conferencia de Londres. Clinton defendió la legalidad de una eventual decisión de armar a las fuerzas libias de oposición, aunque aseguró que esto no se trató en el encuentro internacional. "Nuestra interpretación es que la (resolución de la ONU) 1973 enmendó o anuló la prohibición absoluta de armar a cualquier persona en Libia, de manera que pudiera haber una transferencia legal de armas si un país decidiera hacerlo", señaló Clinton el martes. Poco después, el presidente estadounidense, Barack Obama, indicaba que no excluía suministrar armamento a la oposición, aunque, subrayó, "no digo tampoco que es lo que vayamos a hacer". También el martes, el jefe de la diplomacia gala, Alain Juppé, dijo estar dispuesto a discutir con los aliados una ayuda militar a los rebeldes, aunque reconoció que se trata de un asunto no contemplado en la resolución 1973 de Naciones Unidas. De hecho, esta cuestión divide todavía a la comunidad internacional.
Rusia, Italia, Noruega, Dinamarca y Bélgica han mostrado su rechazo, mientras que la ministra española de Exteriores, Trinidad Jiménez, advirtió de que las resoluciones de Naciones Unidas han establecido un "embargo de armas" que rige para las dos partes, por lo que sería necesaria una nueva resolución para dar armas a los rebeldes. Aunque a priori parecía que la resolución 1973 de Naciones Unidas era clara en su objetivo de proteger a los civiles, desde que comenzaron los ataques aliados, el texto parece ser mucho más flexible y aparecen segundas o terceras lecturas interpretativas a tenor de las últimas declaraciones.
Ahora, ni Londres ni Washington descartan enviar armas para el Consejo Nacional Libio, que aglutina a la oposición y que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se apresuró a aceptar como interlocutor válido poco después de que se iniciara la represión el pasado febrero. Ayer mismo envió a su embajador ante las autoridades rebeldes. De esta manera, los aliados, que tanto celo habían puesto en el estricto cumplimiento de la resolución de la ONU, abren un peligroso camino para posibles interpretaciones sobre las palabras clave de ese texto, cuando se afirma que se podrá hacer uso de "los medios necesarios" para defender a la población civil.
Retroceso rebelde La ausencia de ataques aliados permitió ayer a las fuerzas de Gadafi recuperar la iniciativa y obligar a los milicianos rebeldes a replegarse hacia el este. Así, los sublevados retocedieron para proteger la estratégica ciudad de Ajdabiya, a 160 kilómetros al suroeste de Bengasi, mientras que la línea del frente se trasladó al enclave petrolero de Briga. En una conferencia de prensa en Bengasi, el portavoz militar de los insurgentes, el coronel Ahmad Omar Bany, informó de que "el frente se sitúa ahora a ambos lados de Briga (a unos 200 kilómetros al oeste de Bengasi)", donde continúan los combates. Los rebeldes han perdido en los últimos días las ciudades de Ben Yauad y Ras Lanuf, un importante enclave petrolero, y descartan por el momento dirigirse a Sirte, la ciudad natal de Gadafi y un objetivo a alcanzar. Pese a la progresión de los gadafistas hacia el este, el coronel aseguró que Ajdabiya no caerá y recordó que es una de sus líneas de defensa, pero no la única. Según el coronel, las tropas del líder libio están apoyadas por una fuerza de entre 3.200 y 3.600 soldados de la Guardia Republicana chadiana, bajo el mando del vicedirector de la Seguridad Nacional de Chad, Isa Bahar, primo del presidente Idris Deby. "Es una fuerza muy preparada con armamento pesado y altamente mecanizada", señaló Bany, quien explicó que los rebeldes solo disponen de armas ligeras, por lo que se ha optado por una retirada "táctica" hasta trazar una mejor estrategia para hacerles frente.
"Necesitamos armas con las que se puedan destruir tanques y artillería de 155 mm", que es lo que están empleando los gadafistas, precisó Bany, quien subrayó que otra de las urgencias de los milicianos rebeldes es el entrenamiento en el uso de armas pesadas. Pese a la cercanía de las tropas progubernamentales, el líder rebelde expresó su confianza en que la OTAN cumplirá con la resolución 1973 del Consejo de Seguridad, que autoriza "todas las medidas necesarias" para proteger a la población civil de los ataques de Gadafi.
Mientras, la OTAN comenzó ayer a hacerse cargo de manera oficial de las primeras operaciones militares en Libia. Fuentes militares aseguraban que todavía quedan por transferir a la Alianza por parte de los gobiernos de los 28 socios la competencia sobre algunos aviones de combate y equipos militares, pero la parte fundamental se terminará en las próximas horas.