Las similitudes compartidas por las centrales nucleares de Fukushima Daiichi y Garoña han reabierto un debate que nunca dejó de cerrarse. ¿Es segura la planta burgalesa, ubicada a sólo 40 kilómetros de Gasteiz? ¿Debe alargarse todavía más su vida útil? Inaugurada en el año 1970, el mismo que la central japonesa que mantiene en vilo a la comunidad internacional, y además dotada de su misma tecnología, Garoña es a día de hoy la central nuclear más antigua de todo el Estado. Gracias, fundamentalmente, a las numerosas prórrogas de funcionamiento de las que se ha beneficiado durante los últimos años. La última, y en principio definitiva, debería precipitar su cierre durante el próximo 2013, aunque a nadie se le escapa que la decisión final dependerá del próximo responsable del Ejecutivo central. Durante la crisis actual, varios dirigentes del PP han insistido en que la continuidad -o no- de las centrales atómicas, independientemente de que su vida útil haya expirado, deberá depender del plácet de los expertos. Cabe recordar que cuando Nuclenor, empresa gestora de Garoña, solicitó en 2009 prorrogar el permiso de explotación de la planta por diez años más el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) emitió un informe favorable al considerar que cumplía todos los estándares de seguridad.
La permanencia de Garoña dentro del mapa nuclear del Estado, conformado por siete centrales más, regresó incluso al Parlamento Vasco el pasado martes de la mano de Ezker Batua, cuatro días después de que el terremoto y el posterior tsunami hirieran de muerte a Fukushima. La casualidad quiso que el debate coincidiese con la catástrofe, porque la raíz de la propuesta de EB no era otra que la Ley de Economía Sostenible que abre la puerta a la prolongación de la vida útil de las nucleares más allá de los 40 años. Todos los grupos exigieron el cierre de la planta gemela de Fukushima, salvo los populares, dentro de dos ejercicios, tal y como prometió Zapatero. Al mismo tiempo, el fuego cruzado entre pro y antinucleares derivaba fuera de las paredes de la Cámara en una batalla dialéctica ya recurrente, donde no faltan los argumentos desde uno u otro lado. Muchos se lo preguntan, otros -con matices- lo dan por hecho, el resto lo niega categóricamente. ¿Podría suceder en Garoña algo similar a lo acaecido en Japón?
La dirección de la planta burgalesa no ha tardado en lanzar mensajes de sosiego a la población a través de numerosos foros. También en conversación con este periódico. "Aquí no ha pasado nada. ¿Qué mayor tranquilidad hay que ésa? En Garoña no puede suceder algo así. Éste debate es un poco artificial, no tiene sentido que ahora, de repente, se diga que las centrales nucleares no son seguras", expone el director de Comunicación de Nuclenor, Antonio Cornadó. Dado que la planta no se encuentra en una zona sísmica del nivel de Japón y tampoco puede sufrir el azote de un tsunami, los sistemas de seguridad de Garoña están preparados para "eventualidades que puedan afectarle", principalmente incendios e inundaciones. Nuclenor, además, defiende que cuenta con un plan de emergencia interior que despliegan sus trabajadores anualmente a través de un simulacro y, por otra parte, se coordina con Protección Civil con ensayos periódicos para llevar a cabo evacuaciones, entre otros ejercicios. "Si hay que tomar medidas adicionales de seguridad, hagámoslo; pero ahora en caliente, no", advierte Cornadó, cuestionado por las pruebas de resistencia a las centrales promovidas tras el desastre por la UE. ¿Suficiente? Desde luego, no para todos.
Los incidentes de baja intensidad sufridos por Garoña durante los últimos años no han quedado en el olvido para los grupos ecologistas, que ayer tomaron las calles de la capital alavesa para exigir el cierre inmediato de Garoña. Alfonso Ribote, portavoz de Ekologistak Martxan Araba en materia energética, considera que la nuclear "es una energía intrínsecamente insegura, que en cualquier momento puede provocar un accidente grave".
La plataforma Araba sin Garoña, por ejemplo, apunta al río Ebro sobre el que se asienta y toma agua como un elemento potencialmente peligroso para su sistema de refrigeración, al tratarse del más caudaloso de la península. Ribote argumenta que "no hay ningún motivo" para seguir manteniendo abierta Garoña, "ni desde el punto de vista económico, ni técnico ni social". La planta, recuerda, "está totalmente amortizada", sólo aporta el 1,3% de la energía en el Estado -donde las renovables ya la superan en aportación energética- y, a día de hoy, "no es más que la gallina de los huevos de oro para las eléctricas", que han encontrado en la energía nuclear "un negocio muy lucrativo" por el ínfimo coste que les supone. Hace justo un año, Endesa e Iberdrola -propietarias a partes iguales de Garoña- demandaron al Gobierno central por la vía contencioso-administrativa por la orden de cierre que decretó para 2013. La Audiencia Nacional aún no ha resuelto la denuncia, pero el impacto económico que podrían sufrir ambas firmas si Garoña comienza a desmantelarse ese año podría llegar a los 43 millones anuales entre 2014 y 2019, según un informe de Citygroup.
Fernando Legarda, catedrático de Ingeniería Nuclear de la UPV, defiende por su parte tanto la seguridad como la continuidad de las plantas atómicas, porque "no hay ningún motivo" para rechazar esta fuente de energía. "No quiero decir que sea la única, pero tenemos que recurrir a todas las que tenemos a mano para hacer frente al consumo energético del futuro, que se va a disparar en el mundo", pronostica. A su juicio, Garoña "es segura" y su vida útil debería prolongarse hasta 2019 porque así lo advirtió el CSN, "único organismo experto en seguridad nuclear y contención radiológica". Las razones para no conceder a Garoña el permiso de explotación hasta ese ejercicio "desde luego, no tuvo que ver por razones de seguridad". ¿Razones políticas? "No entiendo los motivos", advierte, aludiendo a que en el escenario mundial se está abordando la extensión de la vida de los centrales de 40 a 60 años.
Según recuerda el experto, Garoña debe estar preparada "para todo riesgo imaginable que pueda gravitar sobre su emplazamiento", condiciones de seguridad que a su juicio se cumplen a día de hoy. Euskadi no cuenta con protocolos propios para hacer frente a desastres nucleares. Si se produjese un accidente, Protección Civil seguiría lo marcado tanto por Garoña como por Castilla y León.