WASHINGTON. La Oficina Federal de Investigaciones de EEUU (FBI) recomendó en un informe identificar a los alumnos con comporamiento extraño para evitar sucesos como la matanza en la Universidad Politécnica de Virginia, del que hoy se cumplen tres años.
El 16 de abril de 2007, el estudiante surcoreano Cho Seung Hui mató a 32 estudiantes y profesores en la Universidad Politécnica de Virginia y luego se suicidó, en el que ha sido el suceso más grave de estas caracteísticas ocurrido en un centro educativo en Estados Unidos.
Tras el incidente de 2007 la Universidad de Virginia se descubrió que el atacante había sido diagnosticado y había recibido tratamiento por un grave trastorno de ansiedad.
En febrero pasado, una profesora de biología de la Universidad de Alabama, enfurecida porque no había sido promocionada, tiroteó a tres compañeros, que fallecieron, e hirió a otros tres profesores.
El pasado mes de marzo un trabajador de la Universidad Estatal de Ohio inició un tiroteo que dejó un muerto y dos heridos.
El informe divulgado hoy forma parte de un proyecto más ambicioso para tratar la violencia en los campus, y su objetivo en esta primera fase era identificar y examinar los incidentes violentos.
El FBI, junto con los servicios secretos y el Departamento de Educación, ha hecho una investigación exhaustiva para identificar el origen de esta violencia e identificar maneras de prevenir futuros ataques con armas en las universidades.
Para llevar a cabo el informe, esas agencias han acudido a sus archivos en los que han identificado un total de 272 incidentes de 115.000 informes entre los años 1900 y 2008 que incluyen varios grados de violencia, desde la de género hasta asesinatos masivos.
El mensaje final es que la seguridad es cosa de todos y tanto estudiantes como docentes y personal de la universidad pueden evitar una masacre prestando atención a lo que pasa a su alrededor.
En el 13 por ciento de los casos, según el estudio, el atacante había manifestado de manera verbal o por escrito su intención de hacer daño a alguien, bien directamente o a través de una tercera persona.
Por eso, las agencias estadounidenses recomiendan que se formen grupos multidisciplinares en los que participen miembros de distintos departamentos, incluido el de seguridad, asuntos legales, salud mental y alumnos, que analicen a quienes puedan suponer un riesgo potencial.
Aconsejan que se identifique a los individuos cuyo comportamiento cause preocupación en el campus o fuera de él, que evalúen si el individuo tiene intención y habilidad potencial de lanzar un ataque contra la univeridad o alguno de sus miembros y si ven que ha tomado algún paso en esa dirección.
No obstante, advierten de que las generalizaciones basadas en perfiles demográficos o estereotipos no son una fuente fiable para analizar este tipo de amenazas.
En los 272 incidentes registrados murieron 281 personas y 247 resultaron heridas. De los fallecidos, al menos 190 eran estudiantes y 72 empleados de la Universidad, mientras que en el caso de los heridos 144 fueron alumnos y 35 empleados.
El estudio agrega que en el 26 por ciento de los casos el individuo que cometió el ataque murió por daños que se infringió durante el ataque o en días posteriores, y en más de la mitad de los incidentes se usaron armas de fuego.
Los motivos para perpetrar esos ataques van desde relaciones personales, problemas laborales o resultados académicos, aunque todavía en el 17 por ciento de los casos es desconocido.
En el 73 por ciento de los casos, el atacante tenía un objetivo claro y su víctima o víctimas tenían nombre y apellidos, sólo en seis ocasiones (dos por ciento) hay indicios de que la persona cometió el acto de violencia de manera indiscriminada.