Una pequeña pero trascendental modificación transforma el Mini convencional en un conciso coupé. Surge así la cuarta variante del envase original en la era moderna del modelo. Este recién llegado engrosa el repertorio, ampliado antes por el Clubman, el Cabrio y el Countryman, con la misión de cubrir el flanco más deportivo y pasional.

El nuevo derivado, que puede estacionar en el hueco que deja libre su inspirador de corte clásico, constriñe el habitáculo hasta reducirlo a la condición de biplaza, operación cuyo resultado estético suscita discrepancias. Para ser consecuente con el temperamento dinámico que corresponde a su rotunda fisonomía, el fabricante le adjudica cuatro solventes propulsores: el desenvuelto diésel de 143 caballos, un motor gasolina básico que arranca con 122 CV y otros dos más resolutivos de 184 y 211. Todos se asocian a caja manual de seis marchas, con opción de automatismo excepto en la más poderosa. También disponen de función Auto Start-Stop de detención del motor en las paradas. La versión coupé más asequible cuesta 21.600 euros, unos 1.500 más que la equivalente con el atuendo tradicional; la más ambiciosa, la John Cooper Works, sale por 33.900 euros.

Dejando a un lado el poder de seducción que pueda alcanzar esta última propuesta, lo cierto es que Mini se dirige por medio de ella a un sector de público muy específico, por no decir reducido. Es un producto diseñado a la medida de apasionados que anteponen las emociones al pragmatismo y actúan atendiendo antes al corazón que a la cabeza. A todos ellos el Coupé les va a deparar sensaciones de conducción y de posesión sin parangón. Desde luego, no hay muchos coches de esta talla con tanto nervio ni con una hechura tan llamativa. El modelo recalca el efecto de su inconfundible figura adoptando dos tonos de pintura (techo y carrocería diferenciados) y luciendo adhesivos decorativos y proyectores de fondo oscuro.

Como contrapartida, su practicidad se ve seriamente mermada. Si el Mini normal de tres puertas no es precisamente un prodigio en esta faceta, las posibilidades del Coupé son aún más limitadas. Aunque comparte eslora y manga (3,73 y 1,68 metros), su habitáculo se ha visto comprimido por la cúpula, rebajada tres centímetros (1,38 metros de altura). Esta forma achatada del techo altera la configuración original de la cabina, reducida de cuatro a dos plazas. Ello condiciona su utilización, en especial por parte de las personas más corpulentas, para quienes la escasez de espacio puede resultar agobiante. Al menos, la ausencia de asiento posterior permite ganar volumen al maletero, que alcanza 280 litros, capacidad solo superada por el Countryman; el portaequipajes del Mini convencional únicamente tiene 160 litros