La bola se desliza por la ruleta. Soldados rusos capturan Pokrovsk. O quizás no. Ocurra lo que ocurra, la bola se para, el juego se divide entre ganadores y perdedores, y la casa prepara una nueva apuesta. La ley del más fuerte, una vez más, impone silenciosamente la vieja mentalidad de que todo vale. Polymarket abre una sección para apostar sobre los movimientos del frente en Ucrania y la noticia no es sobre la existencia de un casino accesible por cualquiera en el que apostar sobre la guerra, sino sobre la tecnología que usan para tener un mapa en tiempo real de los movimientos de ambos ejércitos. Kalshi, donde en su momento se pudo apostar si se declararía la hambruna en Gaza, anuncia una colaboración con la CNN y no solo es legal, sino que está totalmente normalizado. Tu vida, tu muerte, ambas reducidas a un cálculo de probabilidades en el que alguien gana dinero según te ocurra una tragedia o no. ¿Y si apostamos por cuántos asesinatos por violencia de género va a haber en 2026? Se suele decir que no somos más que peones en el tablero de ajedrez de las élites, sean militares, ecomónicas o políticas, pero ahora se suma otra metáfora que acentúa nuestra deshumanización. Nos han convertido en las fichas del casino y, esta vez, podemos jugar todos.
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