El episodio de tiro en el pie que ha protagonizado el PP a cuenta del derecho al aborto, con Martínez-Almeida como brazo ejecutor, ha venido a evidenciar el ser o no ser del partido, atrapado entre un liderazgo constantemente puesto en cuestión desde dentro por Díaz Ayuso y la presión por el flanco ultraderecho de Vox. Díaz Ayuso, como Vox, juega con soltura en un tablero de hiperpolarización que también le facilita el discurso al PSOE de Pedro Sánchez. En ese escenario, el liderazgo de Feijóo queda debilitado, porque si juega a ser Vox, el original siempre le va a ganar y se va a alejar de su electorado más pegado al centro, confirmando de paso el discurso del PSOE; y si juega a diferenciarse de Vox, se arriesga a la fuga de su votante más ultramontano e internamente alimenta la figura de Díaz Ayuso como hiperbólica proa de la oposición a Sánchez. De una forma u otra, Feijóo se enfrenta al dilema de la manta corta: o se tapa la cabeza o se tapa los pies. Al final, aquel líder de las mayorías absolutas gallegas aparentemente caracterizado por la templanza parece sometido a los vaivenes de discurso y a una estrategia política solo aferrada a buscar el cuerpo a cuerpo con Sánchez en la esperanza –por ahora baldía– de un adelanto electoral.
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