Regresa el macho. Esa parece la frase que resume la intención del gabinete presidencial de EEUU respecto a sus fuerzas armadas. No les voy a engañar. Bajo titulares similares, me he leído absolutamente todo lo que ha pasado delante de mis ojos respecto al cambio de paradigma entre Marines, Seals, Boinas Verdes y demás unidades del que, hoy por hoy, sigue siendo el ejército más poderoso del planeta. Se conoce que a Donald Trump y a su equipo de asesores no les hace demasiada gracia que bajo los uniformes haya cuerpos que excedan el prototipo de armario ropero. A partir de ahora, testosterona a tope, mucho Jacq’s y after shaves a base de alcohol puro, afeitados con navaja y entrenamientos con pesas, nada de prácticas que resten puntos a la calidad de varonía, como el yoga. Tampoco gustan los barbudos ni las mujeres en unidades que tengan que desempeñar su tarea en el frente. Tiene que regresar el “estándar masculino” para pelear contra “el enemigo interno” que está devastando la moral de la tropa. Y, todo esto, que en apariencia y en condiciones normales no sería más que una chanza irónica del autor, está basado en hechos reales. Pero qué les voy a contar yo con la que está cayendo. Este mundo se va al garete. Jesús, ¡qué tropa!