No sé muy bien cómo funciona el cerebro de aquellos que han configurado su reserva de neuronas de tal manera que todo lo que piensan y gran parte de lo que dicen rezuma toxicidad. Supongo que, como reitera la sabiduría popular recogida en el refranero ligado al sentir castellano, de todo tiene que haber en la viña del Señor y que cada uno es hijo de su padre y de su madre. Es una evidencia científica que somos miles de millones de sujetos sobre la Tierra y que no hay dos que hayamos salido repetidos. Eso se une a que estoy seguro de que al responsable de la aparición de la Humanidad sobre la faz de este planeta se le pasó apretar las tuercas a un porcentaje muy elevado de hombres y mujeres a los que, por desgracia, hay que dar de comer aparte. Supongo que, en este punto, surgen en la cabeza varios perfiles que podrían encajar en el espíritu de esta breve reseña literaria. A mí, por lo menos, se me ocurren varios con levantar la mirada en mi trabajo, entre quienes me rodean en mi vida personal e, incluso, cuando bajo a comprar el pan. Es inevitable y nada se puede hacer para evitar la interacción con ellos. Por eso se me antoja imprescindible disponer de una guía con consejos psicológicos para poder lidiar con esta ralea de personajes sin morir en el intento.
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