Se pusieron de acuerdo tres. El plan era presentarse en el Ayuntamiento de la capital artificial del país singular para ofrecer a los querubines. La cuestión es que a los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero a los que les toca ejercer de monitores de verano de sus descendientes se les está haciendo un mundo pensar en otra época estival de aquí para allá con las criaturas. En estas, un trío de abueletes pensó que podrían matar dos pájaros de un tiro. E incluso tres. Se les ocurrió juntar a nietos y nietas para formar una partida de trabajo que ofrecer en la Casa Consistorial para ir solventando el estado de las zonas verdes que están en peor estado. Sostenían los aitites que así sus nietos y nietas iban a saber lo que es ganarse la vida, iban a hacer actividades al aire libre e iban a encontrarse con la naturaleza en su estado más salvaje. Es decir, todo eran ganancias. Además, iban a aprender lo que es trabajar para el bien común, que eso siempre queda genial en el currículum de la vida. Estaba todo bien atado hasta que nuestro querido escanciador de café y otras sustancias les dijo que eso era convertir a las criaturas en esquiroles jodiendo a los y las currelas en huelga. Claro que en esto vinieron los servicios mínimos y se encargaron de enterrar por completo la idea segando el udaleku verde.